Pasó con Hugo Chávez y por qué no puede pasar con su sucesor. El régimen negó y siempre ha negado que estuvo y estamos en una crisis, jurándola pasajera y, después, vulgarmente la admite. Aquél la justificaba en las oscuras conspiraciones y sabotajes del enemigo interno, y éste se ampara en las medidas de embargo y las sanciones internacionales impuetas por un enemigo externo.
No de ahora, sino desde hace mucho tiempo los expertos dijeron y predijeron el colapso de nuestra principal industria. Los rojo-rojitos desmintieron tal situación e, incluso, manipulando las cifras, inventaban cifras diarias de producción fantasiosas, como si la OPEP o la Agencia Internacional de Energía no publicaran las suyas, revelando la verdad. Y, como una gran cosota, Nicolás Maduro acude a la espuria Asamblea Nacional y anuncia como meta y promesa, millón y medio de barriles diarios de petróleo, confesando ni tan tácitamente la dramática situación que vive una empresa, o lo que queda de ella, ya empeñada a los chinos, a los rusos y quién sabe a quiénes más.
Creyéndose el presidente de la Asamblea Nacional que habla frente a quienes también se creen diputados, Jorge Rodríguez se manda un discurso inaugural de su mandato que, por cierto, lo equipara a Diosdado y lo acerca a Nicolás en el cuadro cupular del régimen. Y nada más y nada menos que se desgarra las vestiduras contra la Corte Internacional de Justicia por el territorio Esequibo. Pero resulta que él y sus compañeros de causa, no otros, han gobernado a Venezuela en todo el siglo XXI. Por consiguiente, admite que lo entregó, que se lo dejó quitar, que poco o nada hicieron, con un burdo gesto teatral.