En vez de ser recibido por una multitud de seguidores, el estreno de Joe Biden como presidente de Estados Unidos estuvo rodeado de barreras de metal, agentes de seguridad con mascarilla y un Washington de aspecto distópico muy lejos del ambiente festivo que caracteriza normalmente el día de la toma de posesión.
Las fuertes medidas de seguridad hicieron que el contingente de unos 25.000 miembros de la Guardia Nacional desplegados superara, de lejos, a los asistentes al acto, a los que se pidió permanecer alejados, debido a la alta incidencia de la pandemia en Estados Unidos y a los temores de violencia.
“Esto parece la entrada de una base militar… durante la guerra”, describió Joe Brunner, de 42 años y procedente de Nueva York, frente a un puesto de control custodiado por tropas armadas y vehículos militares en el centro de Washington.
Camiones de basura rojos con la leyenda “God Bless America” en los laterales actuaban como barrera de seguridad en uno de los puntos más sensibles, la parte norte de la Casa Blanca, hacia donde Biden debía dirigirse tras prestar juramento.
“El ambiente es muy extraño, es muy poco estadounidense”, valoró de su lado Jason Sheffield, de 36 años, que consideró que la zona de seguridad y la fuerte presencia policial “no son éticas para la libertad” y “dan mucho miedo”.
La mayoría de estadounidenses siguieron la ceremonia de toma de posesión a través de la televisión o las redes sociales.
Las calles de la ciudad estaban casi vacías y muchos negocios del centro de Washington estaban tapiados, algunos debido a la pandemia y otros como consecuencia de las recientes protestas violentas.
En los últimos años, decenas de miles de personas pudieron estar lo suficientemente cerca de la ceremonia inaugural como para ver al presidente prestar juramento ante el icónico edificio del Capitolio que alberga el Congreso.
Esta vez, la multitud se vio notablemente reducida por culpa de la pandemia. Si normalmente se distribuían 200.000 entradas entre los legisladores, para repartirlas entre sus electores, este año solo hubo un pase disponible para cada uno de los 535 miembros del Congreso, junto a un invitado.
– Atípico –
La invasión violenta al Capitolio por parte de seguidores de Donald Trump hace dos semanas, para tratar de revertir la victoria electoral de Biden, provocó además un aumento de las medidas de seguridad.
“Todos los servicios de seguridad se han unido y cerrado prácticamente todo el movimiento hacia Washington DC”, afirmó a la AFP el profesor de la Universidad Internacional de Florida, y coronel retirado del ejército, G. Alexander Crowther.
La cantidad de agentes de la Guardia Nacional -que se sumaron a los miles de policías- era unas tres veces mayor a los 8.000 que hubieron en la toma de posesión de Trump.
De no tratarse de un año marcado por la pandemia, estas tropas deberían haber estado protegiendo a la multitud en la explanada del Capitolio y otros miles de asistentes más en el National Mall, de unas 280 hectáreas.
En 2009, la investidura de Barack Obama, que se convertía en el primer presidente negro de Estados Unidos, reunió a unos 450.000 asistentes en el Mall.
Algunas personas desafiaron, sin embargo, las advertencias este miércoles y caminaron por las calles sin autos de Washington para ver lo que podían de este atípico traspaso de poder en Estados Unidos.
“Creo que hoy es un día feliz”, opinó Sheila Callahan, residente en el centro de Washington. “Cuando el helicóptero de Trump despegó de la Casa Blanca, la gente [en el barrio] subió a aplaudir al tejado”.