Hija de un músico de jazz y una bailarina de ballet, Kim Basinger estaba destinada a una carrera en las artes escénicas. A los 17 años, la nativa de Georgia se mudó a la ciudad de Nueva York y comenzó a trabajar como modelo. Posó para Playboy en 1983, y ese mismo año apareció junto a Sean Connery en la película de James Bond “Never Say Never Again”. Se convirtió en un símbolo sexual en Hollywood a finales de los años ochenta, trascendiendo los límites de la época con la película “Nueve semanas y media”.
Por infobae.com
Alejada de la industria desde años y en una relación sentimental con Mitch Stone, quien fue su peluquero, la actriz convertida en objeto de deseo no se libró del peso de esta fama ni cuando consiguió el Oscar por su interpretación en “L.A. Confidential” en 1998. Lo realmente curioso es que esta femme fatale del cine en realidad es una tímida compulsiva con ataques de ansiedad y agorafobia, una situación con la que ha tenido que luchar durante años y que en ocasiones la llevó a recluirse durante meses en su casa.
Basinger fue propietaria de un pueblo entero que la arruinó y se retiró de la actuación cuando al fin había logrado el reconocimiento de la comunidad artística que nunca había considerado que tuviera un talento especial más allá de su evidente atractivo. No obstante, ella eligió llevar una vida lejos de los reflectores y de la exposición púbica que, después tantos años de carrera, no sabe cómo sobrellevar. Después de los 60 años, la ex esposa de Alec Baldwin encuentra el erotismo en otras formas. “Cuando eres joven te sientes atraída por los tipos duros, pero eso es una fantasía. Me he dado cuenta de que el placer está en la bondad y el sentido del humor”.
Un erotismo irresistible
Durante su primer matrimonio con el maquillador Ron Snyder tuvo una aventura con Richard Gere, según cuenta Ron en su autobiografía. Cuando comenzó a ganarse la vida como modelo de la agencia Ford en la Nueva York de los 70, la actriz conoció a Snyder, que llevaba ya 10 años trabajando en la industria. Se casaron y la relación parecía ir sobre ruedas, hasta que Kim fue diagnosticada con agorafobia y no pudo salir de su casa por seis meses. Por otro lado, los rumores aseguraban que él la tenía dominada y manipulaba su carrera a su antojo. Según la versión que él contaría en su libro “Kim Basinger: Longer Than Forever”, se trataba más bien de lo contrario: ella le pidió que se cambiase el apellido Snyder por Britton y lo coaccionó para que dejase de trabajar para que se dedicara a ella.
Según su entonces marido, la pareja disfrutaba de una intensa vida sexual aunque cada uno tenía historias por su cuenta, él con ex novias y ella con directores y compañeros, “cualquiera que le ayudase a medrar en su carrera”. Esto incluía un affaire con Richard Gere, su pareja en “Sin piedad” (1986), a los que Ron declara haber encontrado in fraganti. Al final, tras ocho años de matrimonio, se separaron en 1988.
Luego de terminar con su primer marido, Basinger fue elegida para el papel de Vicky Vale en el Batman de Tim Burton. Tras una aventura con el productor de la película, Jon Peters, la actriz perdió la cabeza por Prince que compuso canciones para la banda sonora de la película. “Solo diré que en esa época no me privé de nada”, recordaba al ser consultada sobre dicho romance. Incluso llegaron a grabar un disco, “Hollywood Affair”, donde un mito asegura que se pueden escuchar los gemidos de pasión de la pareja.
Manipulación y perversión en “Nueve semanas y media”
Kim Basinger salió angustiada de su prueba de casting para “Nueve semanas y media” (1986). Humillada y sabiendo que no quería saber nada de esa película, condujo hasta su casa sin parar de llorar. Pero al llegar se encontró 24 rosas rojas esperándola con una nota firmada por el director de la película, Adrian Lyne, y su coprotagonista, Mickey Rourke.
Lyne siempre la tuvo como primera opción para la película basada en la autobiografía erótica de Ingeborg Day. El estudio quería a una actriz más popular, así que Jacqueline Bisset, Isabella Rosselini y Kathleen Turner hicieron el casting. Pero ninguna pasó la prueba como Kim. “Era muy sexual y muy extraño”, recordaría la estrella, que tenía 33 años cuando se rodó la película: “Yo solo quería levantarme y largarme”.
Cuando entró en la habitación, Lyne apenas habló con ella y solo le daba indicaciones a Rourke. En la escena, él le tiraría billetes por el suelo y ella tendría que fingir ser una prostituta que los iba recogiendo mientras se desplazaba en cuatro patas y terminaba desnudándose y entregándose al actor cuando él por fin se lo ordenaba.
Durante el rodaje, Lyne les prohibió a los actores dirigirse la palabra fuera de cámara. “Ella debía tenerle miedo”, justificaba el director, “si saliesen a tomarse un café juntos perderíamos esa tensión. También se planteó filmar las escenas en orden cronológico, para que el deterioro físico, y sobre todo psicológico, de Kim fuera simultáneo al de su personaje. Ella debía vivir al filo del terror. Quería que esas diez semanas de rodaje fuesen como las nueve semanas y media de la relación”, contó Lyne.
Cuando llegó el día de rodar la última escena en la que los protagonistas pactan un suicidio, el personaje de Basinger debía estar al límite de su resistencia física y emocional. Las cosas no estaban saliendo como Lyne quería. Tras una breve charla con Rourke, el actor agarró a Basinger del brazo con fuerza. Ella empezó a gritar, pero él no la soltaba. Ella intentó defenderse y lo golpeó, y él respondió con una cachetada. Recién cuando las lágrimas brotaron del rostro de Basinger en medio de un ataque de pánico, el director ya estaba listo para rodar. La escena fue eliminada, según Lyne, porque el público “odiaba a Mickey por hacerlo, a Kim por dejarse hacer, a mí por rodarlo y a la película entera”.
Lyne, por su parte, defendía su comportamiento con la actriz: “No fue agradable, pero sí útil. Kim es un poco como una niña. Es inocente. Eso es parte de su atractivo. De hecho, no actúa, solo reacciona, una cualidad que también tenía Marilyn Monroe”.
“Después de terminar la película no quería ver a nadie que hubiese participado en el rodaje”, dijo la actriz sobre su participación en el filme que le cambió la vida. “Hubo momentos en los que quería dejarlo todo, en los que me planteaba si Adrian Lyne era un hombre enfermo o si todos nosotros éramos unos enfermos por prestarnos a ello. Pero al final me enfrenté a mi miedo y lo atravesé”, confesaba la actriz. “Todas las actrices deberían experimentar algo así, salí más fuerte que en toda mi vida”.
Tras su estreno, el público la ignoró en Estados Unidos, pero en Europa causó sensación.
Sexo ruidoso, grandes peleas y un escandaloso divorcio
Alec Baldwin y Kim Basinger se casaron el 19 de agosto de 1993. Fueron una de las parejas más atractivas de los 90. Se conocieron cuando quedaron para cenar en el restaurante Morton’s de Los Ángeles para charlar sobre la película que iban a protagonizar juntos, “Esa rubia debilidad”, de 1991. Esa noche llegaron por separado y se fueron juntos.
Iniciaron un apasionado romance en el set que los llevaba a tener sexo ante la vista de todos, y no solo eso: se gritaban, se peleaban delante de los demás, daban portazos y montaban números dignos de dos divos de Hollywood. Los ataques de furia de Alec y las exigencias de Kim hicieron el rodaje un infierno para el equipo técnico. Uno de ellos lo resumiría así: “Lo juro por Dios, si estuviera en la indigencia y viviendo en la calle sin comida y alguien me ofreciera un millón de dólares por trabajar con Alec y Kim, pasaría”.
Años después la actriz bromearía, no sin cierta amargura, sobre aquella decisión profesional que la llevó a conocer al actor y que marcó su destino de una forma inequívoca. Para rodarla renunció a protagonizar el thriller “Durmiendo con el enemigo”, que luego protagonizó una casi desconocida Julia Roberts. “¿No es curioso?”, afirmó entonces Basinger, “luego acabé siendo yo la que dormía con su enemigo”.
La actriz dejó de hacer películas en el 94, regresó a la pantalla en 1998 con “L.A. Confidential”, para ganar el Oscar y volvió a retirarse para cuidar de su hija, Ireland. Dos año más tarde, se separó del actor -que tenía serios ataques de ira-y en 2002 se divorciaron. La batalla legal por la custodia de la niña terminó en un escándalo que dio la vuelta al mundo por los escabrosos detalles. En su libro “A Promise to Ourselves: A Journey Through Fatherhood and Divorce”, Baldwin retrataba a su ex mujer como un animal frío e implacable que “parece cobrar vida solo cuando está rodeada de sus abogados”.
En medio de su interminable guerra judicial se filtró un mensaje que el actor le dejó en el teléfono de su hija donde, furioso, la llamaba “pequeña cerda desconsiderada”.
La infame llamada de teléfono en la que Alec insultaba a una pequeña Ireland complicó y alargó el proceso por la custodia. Tras disculparse en un programa de televisión, Baldwin aclaró que él no odiaba a su hija y que su ira era en realidad hacia su ex mujer. En 2012 la misma Ireland le restó importancia a lo ocurrido: “Para mí fue como Ok, lo que sea. Lo llamé y le dije “Perdona, papá, no estaba al teléfono. Eso fue todo”. No obstante, el actor reconoció que el mensaje de voz produjo un daño permanente en su relación con su hija y que esa es una herida de la que nunca se recuperarán del todo: “Creo que lo peor que se puede hacer es poner a un niño en medio de esas batallas. Eso es lo que hice. Y lo recuerdo y lo lamento todos los días”.
“Fue muy doloroso en la medida en que alguien que pensé que no era capaz de cierto tipo de comportamiento terminó siendo el marqués de Sade”, describiría Baldwin sobre el papel de su ex mujer en aquella disputa que duró años y que fue para él una de las más tenebrosas de su vida. “Ni siquiera recuerdo lo que hice en cuestiones de trabajo. Fue como estar seis años al borde de un acantilado”.
Muchos años después, la actriz habló de aquella etapa y de lo desagradable que resultó para ella y su hija: “Un divorcio es difícil para un niño sin importar cómo se produzca. Pero el nuestro fue muy público y sucio. Hoy estamos bien, la vida sigue”, dijo entonces.
Volver a empezar
En medio de su matrimonio con Baldwin llegó el proceso de bancarrota para Basinger, producto de una mala inversión de USD 20 millones en el pueblo de Braselton, en su Georgia natal. Su intención era montar un parque temático sobre Hollywood y organizar un festival de cine anual. Nada de eso ocurrió. Y todo empeoró. Un estudio la denunció por incumplimiento de contrato y fue condenada a pagar más de USD 7 millones, que sumados al fracaso de su proyecto inmobiliario, que acabó vendiendo por menos de un millón, la llevaron a declararse insolvente ante un juez y retirarse del cine temporalmente.
La actriz se había comprometido a protagonizar la película “Mi obsesión por Helena”, dirigida por Jennifer Chambers, la hija del realizador David Lynch, pero se arrepintió y nunca apareció. “Todo el mundo al que le enseñaba el guión me decía que era una ridiculez”, se defendió Basinger en referencia a la historia de un psicópata que descuartiza a una mujer e intenta que (lo que queda de) ella se enamore de él. La película (con otra actriz) fue un fracaso, y el juicio llevó a la estrella del cine a la bancarrota. Alec contó que su mujer lloraba cada mañana al borde de la cama mientras dudaba qué ponerse para dar una impresión correcta al juez. No lo consiguió, y quedó con su cuenta bancaria en cero.
“Lo perdí todo, cada centavo. Se lo llevaron todo, mis muebles, mis efectos personales. Fue una de las mejores cosas que me podían haber pasado porque aprendí mucho. Lo superé con sentido del humor. Y empiezas a valorar lo que te queda”, dijo la actriz.
En 2014, la actriz conoció al estilista Mitch Stone e inmediatamente comenzaron una relación que sigue hasta el día de hoy. A contramano de su vínculo con Baldwin, ahora Basinger no busca estar en el centro de los reflectores. “Siento que estoy en otra etapa, más realista, ahora busco en una persona bondad y humor, cuando en el pasado prestaba atención a otras cosas”, confesó la actriz cuya última actuación en cine fue en “50 sombras más oscuras”, hace cuatro años. Un papel que aceptó por la insistencia de su única hija. Amante de la naturaleza y ferviente activista de los derechos de los animales, la actriz vive ahora su retiro con tranquilidad, asegurando que “sería muy triste tener 20 años otra vez”.
Su escena de striptease con música de Joe Cocker la catapultó a la categoría de mito erótico. Una etiqueta que tres décadas más tarde aún la persigue. “Rezo cada noche para que este planeta en el futuro piense en algo más que en ‘Nueve semanas y media’. Pero lo que recuerde la gente de mi poco me importa, la verdad. Estaré muerta para entonces”.