Convertida en un dato nominal, la universidad pública en Venezuela vive una transición de la que no tardará en saber, con mayor facilidad, la privada. Los problemas explosivamente acumulados, y deliberadamente agravados, apuntan a un sentido y propósito que sólo la mirada ingenua puede concebir como una circunstancia pasajera.
Ausente en el más mínimo rincón del texto constitucional de 1999, fracasada la reforma de 2007, luego contrabandeada en los más confusos textos de las habilitaciones presidenciales, el llamado Estado Comunal es el horizonte maltrecho y no menos confuso, al que pretenden dirigirnos. Y, por supuesto, en la que está incluida la misma universidad.
Al parecer, ahora, disidente o desertor del régimen, encontramos una definición en Víctor Alvarez, surgida al calor de las discusiones celebradas por el Frente Internacional Miranda (CIM), en su libro “Del Estado burocrático al Estado Comunal. La transición al socialismo del Revolución Bolivariana” (CIM, Caracas, 2010: 158), capaz de aproximarnos a una perspectiva de la universidad, con una franqueza a la que no se atreve el despacho ministerial y correspondiente de la usurpación. Así, “un Estado comunal significa una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenclatura”, e “implica concentrar cada vez más poder política en manos del pueblo y no en la burocracia estatal”.
Inferimos una consigna, en lugar del concepto o de la conceptualización requerida, que explica una nula diferenciación y pérdida de identidad de la universidad, considerada como mera instancia de poder, y enfrentada al Estado Nacional que la condiciona, a favor del denominado y etéreo poder popular de interés para las camarillas. Si a esto le añadimos objetivos concretos del oficialismo, como el de pedevalizarla, conatelizarla y militarizarla, denunciado varias veces en los debates parlamentarios (por ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=3c5OUzNSoyY), en el curso de su vandalización, evidentemente el asunto adquiere una naturaleza y características de una trascendencia que pasa inadvertida por los propios actores de la vida universitaria.
Así, indignados, rechazamos contundentemente que puedan plantearse, hoy, unas elecciones de acuerdo al molde de la tristemente célebre sentencia 0324, o que se crea como una elevada reivindicación el de regresar a clases a cualquier precio, renunciando a luchar por una universidad que fue y ha de ser un indispensable referente republicano para libertad realizadora. Uno y otros, no sólo demuestran su anti-histórica vocación cohabitadora, sino aportan su contribución a la universidad comunal en marcha.