El alcalde de la ciudad de Nueva York Bill De Blasio y el Gobernador del Estado de Nueva York Andrew Cuomo están actualmente en una confrontación entorno a la asignación de vacunas para la ciudad. El gobernador ha autorizado que la vacuna sea aplicada únicamente a los primeros grupos de prioridad: los trabajadores de salud en los hospitales, los proveedores de cuidados de emergencias, y los residentes y el personal de los asilos para ancianos. El alcalde de Nueva York De Blasio cree que la ciudad debería tener la autoridad de ampliar el derecho a la vacuna más, y que si recibe esa autoridad, podrían ya estar vacunando a muchos más residentes, incluyendo a aquellos que conforman el grupo de la población con personas mayores de 75 años y que se encuentra en mayor riesgo frente al virus.
Aún así Cuomo se está negando a conceder la autoridad, a pesar de que los funcionarios de la ciudad de Nueva York insisten que, utilizando el criterio actual para acceder a la vacuna, las vacunas se encuentran almacenadas o se van a desperdiciar. Como mi colega Jeff Singer explicó recientemente, muchos de los trabajadores de salud ya tienen inmunidad o no desean ponerse la vacuna. Las restricciones significan que algunas dosis están teniendo que ser transportadas fuera de la ciudad. Esto luego de que se reportó anteriormente que algunos hospitales públicos y privados de Nueva York habían utilizado solo un 15 por ciento de su asignación de vacunas.
Dado que las vacunas son consideradas como algo sumamente escaso en relación a la demanda, esto suena sorprendente. Uno pensaría que si aquellos que tienen derecho a vacunarse entre los grupos de prioridad no estaban poniéndose la vacuna, que los proveedores estarían buscando otras personas para asegurarse de que las citas o las mismas dosis de vacunas no se desperdicien.
Vacunar a cualquiera que todavía es vulnerable ante la enfermedad aporta un beneficio público (como mínimo) al reducir la probabilidad de que le de una enfermedad severa a quien recibe la vacuna.
Permitir que los farmacéuticos y proveedores asignen las vacunas que sobran para evitar el desperdicio es lo que los economistas denominan una mejora de Pareto —una situación en la que nadie podría ser perjudicado pero en la que alguien se beneficiaría. Esto mejora la sociedad. Si la vacuna reduce la transmisión del virus también, ¡una inoculación adicional hace que todos estemos mejor! El Secretario de Servicios de Salud y Humanos de EE.UU. (HHS), Alex Azar, entiende esto. Él advirtió a los estados que no dejen que la “perfección sea enemigo de lo bueno” al desplegar la vacuna. Llegar a la mayor cantidad posible de brazos es preferible a mantenerse rígidamente apegados a la priorización recomendada, dijo él.
Aquí en Washington, DC las farmacias han tenido algo de sentido común respecto de la mitigación de algo del desperdicio asociado con una asignación de vacunas centralmente planificada como aquella de Nueva York. Las farmacias han estado vacunando a personas en listas de espera, o aquellAS que se encuentran en sus tiendas, si es que los trabajadores de salud con derecho a ponerse a la vacuna no se presentan a su cita, o si las vacunas de otra manera hubiesen sido descartadas luego de ser abiertos los viales. Lo vi con mis propios ojos hace poco, cuando una farmacia de supermercado anunció que tenían 4 dosis de vacunas restantes antes del cierre de la tienda. El farmacéutico optó por dárselas dos personas que estaban en una fila de cerca de 20 personas y a dos clientes muy mayores de edad que consideró que eran más vulnerables frente al virus.
Unos días después, me presenté nuevamente antes de la hora del cierre y recibí una de las vacunas de Moderna. Me hubiese retirado de la fila si solo hubiesen quedado unas pocas vacunas, considerando la pareja de personas mayores de edad que estaban detrás mío. Pero debido a la violencia del miércoles 6 de enero en DC y las posteriores citas canceladas debido al toque de queda de la ciudad, la farmacia tenía 8 dosis disponibles que debían haber sido utilizadas el día anterior. Mejor en el brazo de alguien que en el de nadie. No se rechaza una vacuna gratis.
Entonces, ¿por qué no aplicar tal sentido común descentralizado en Nueva York? Bueno, no ayuda que en el nombre de la justicia y evitar el fraude de vacunas, el gobernador Cuomo ha dicho que cualquier proveedor que viole el plan de distribución del estado podría ser responsable de pagar multas de hasta $1 millón, y se arriesgaría a perder su licencia. Los economistas no se sorprenderían de conocer que los desalientos importan. Mientras tanto, millones de residentes mayores de Nueva York —aquellos con el mayor riesgo frente al virus— no pueden acceder a la vacuna con una cita, incluso conforme los proveedores dicen que tienen espacios para citas y vacunas almacenadas.
Es imposible pensar de una manera más segura de desacelerar el proceso general de vacunación para la ciudad que limitar el acceso y luego imponer un costo alto por desviarse de estas limitaciones. Esto apunta a una verdad muchas veces no reconocida. Si no asignas mediante la disposición a pagar un precio, se debe asignar permitiendo que los burócratas y políticos decidan quién obtiene el producto o mediante alguna cruda cola o lista de espera.
Sin el conocimiento descentralizado de quién querrá el producto y cuándo, la asignación mediante burócratas puede crear o una escasez severa o un desperdicio imperdonable, para no mencionar el riesgo de que el mismo proceso de asignación sea contagiado por el compadrazgo y el favoritismo político. La asignación mediante listas de espera también está sesgada a favor de grupos particulares. En este caso, favorece a aquellos que tienen tiempo, quienes son capaces de encontrar los reportajes de noticias en Twitter y que son jóvenes y sanos, haciendo que estén más dispuestos a arriesgarse a pararse en la sección de carnes congeladas de un supermercado entre otros compradores durante una hora y en medio de una pandemia cuyo virus se transmite con aerosoles.
Como debería ser obvio, la idea de que los métodos burocráticos y de listas de espera conducen a la asignación más adecuada para acabar con esta crisis de salud pública parece risible. Nueva York logra combinar los peor de ambos mundos —dictando un acceso limitado de manera torpe y luego disuadiendo la válvula de escape que serían los proveedores locales asignando las vacunas sobrantes. La pregunta entonces no es si algún sistema de asignación es perfecto. Es si un sistema más orientado hacia el mercado podría acercarnos a nuestros objetivos sociales de la inmunidad de rebaño y de sistemas hospitalarios aislados del riesgo de ser abrumados tarde o temprano. Es difícil no concluir que, al ignorar los fundamentos básicos de la economía, los mejores resultados en Nueva York están siendo sacrificados en el altar de concepciones de juegos de suma cero o de justicia o de “espera tu turno”.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 12 de enero de 2021.