El cáncer no perdona y puede ser más indolente cuando ataca a jóvenes, pacientes que llevan años haciendo sacrificios para cubrir sus tratamientos. Quimioterapias que se ven truncadas ante la incompleta dotación del Seguro Social y pagos que empiezan por $30 en consulta de médicos oncólogos, además de ciclos de radioterapia que superan los 2 mil dólares.
Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
Hoy se recuerda el Día Mundial contra el Cáncer con registros desde la Sociedad Anticanceroso de pacientes oncológicos, cada vez, más jóvenes en edades comprendidas entre los 30 a 45 años. Además de casos extremos de una chica de 22 años por cuello uterino y otra de 19 padeciendo cáncer de mama. “Hay consultas de pacientes jóvenes y con el riesgo de ser más agresivo”, advierte el director Fernando Gómez, que están relacionados con antecedentes familiares y predisposición por el agitado estilo de vida, que ya traía dificultades en materia económica y tiene la recarga por la pandemia por COVID-19. Sin tener el balance exacto de casos de 2020, solo adelanta la frecuencia de consultas por cáncer de cuello uterino, de mama, colon y estómago.
El otro escenario vivido es desde el Servicio Autónomo Oncológico (SAO), donde la radioterapeuta oncóloga, Mirla Castro confirma que la frecuencia de quimioterapias bajó a 20 semanal, cuando se realizaban 70 diarias y hasta disponían de turnos matutinos y vespertinos. Esto a consecuencia de la donación incompleta del Seguro Social, con afectados que deben ingeniársela para tener todos estos fármacos de alto costo.
Las penurias se sienten desde el pago de consultas privadas de oncólogos, mastólogos u otros del equipo multidisciplinario, ante la falta de especialistas en centros asistenciales, cuyo valor es a partir de $ 30, exámenes preoperatorios que incluyen laboratorio y especializados que llegan a $ 130, resonancias desde $ 120 y un solo fármaco para quimioterapia, como Capecitabina de 120 pastillas (las cuales son 3 por dosis) en $ 240. Una lista que saca María Coroba, del gasto mínimo para su esposo Alfredo Crespo, quien padece de cáncer de recto y por lo general, siempre le faltan entre 2 o 3 medicinas de la donación del Seguro.
Esta carrera ha sido larga desde agosto de 2020, cuando fue diagnosticado, ha tenido que hacer el sacrificio para conseguir el dinero entre colaboraciones para que le apliquen las quimioterapias en privado y ubicar medicinas que hasta le han traído desde Colombia, gastando hasta $ 500 y el monto fue mucho mayor al ser intervenido por $ 1.400. Además del ciclo de 25 sesiones de radioterapia en $ 1.000 en septiembre de 2.020.
Pero ese estimado en radioterapia ya es superior y arranca las lágrimas de Yamileth García, quien averiguó el nuevo presupuesto y oscila $ 2.400. Lo necesita urgente su hija Yolimar de 29 años, que padece desde hace 8 meses de cáncer de mama. “¡En ese terreno está la vida de mi hija!”, dice con voz entrecortada de las 2 hectáreas que rematará a ese precio, solo para costear esas sesiones, antes de que pierda la recién mastectomía. Aún deben $ 600 de la totalidad de $ 1.670 de esta intervención. Los limitados espacios para radioterapias les obliga a venirse desde Acarigua hasta Barquisimeto.
El caso de la familia García, así como la de muchos pacientes han tenido que recurrir a la colaboración, rifas de un congelador donado por una iglesia y una batidora, entre otros. Un sacrificio de bienes que terminan “rematándolos” a un precio menor por la premura de cubrir los gastos de la emergencia. Lapsos que arrancan lágrimas de desesperación y se consuela en la caridad.
Siguen pero a media máquina
Solo la mística sostiene al SAO del hospital central Antonio María Pineda. Lo confirma la radioterapeuta oncóloga, Mirla Castro, que además del descenso en el tratamiento de quimioterapia, este 2021 presenta las mismas limitaciones para el personal.
Recalca una infraestructura con equipos sin el debido mantenimiento, al punto de soportar altas temperaturas porque los aires acondicionados están dañados. Una situación que obliga a los familiares de los pacientes hasta llevarse el ventilador y así soportar el calor mientras se practican las sesiones.
“Avanzamos en tiempo y seguimos en desmejoras, lo cual puede traducirse a faltas de esperanzas en los familiares de los pacientes”, lamenta de solo limitarse a la atención, cuando a los profesionales se les dificulta hasta llegar a trabajar. Todo en un plan de contingencia con el desgaste del poco personal de enfermería que aún queda en el recinto.