La complicación de Venezuela no nació, creció, se desarrolló en Estados Unidos, Europa, Brasil, Colombia u otras regiones. La dificultad fue y sigue siendo nuestra, de quienes gobiernan con impericia, embuste, corrupción, y de los que se dejan tutelar. Hace años grumetes ataviados en uniforme de combate, tomaron armas de confianza patria, salieron a despojar la vida y tranquilidad democrática, derrotados por su obvia incompetencia.
Las sanciones llegaron después que se olvidara la sangre derramada, borraran la zozobra e ingenua y alegres, eligieran al fracasado de mediana jerarquía, que acarameló promesas, puso a escuchar lo que querían oír, engolosinó ilusiones a sedientos de empalagos; convenciendo a irresponsables pedantes en adueñarse de lo ajeno a costa de riesgo, destino y desbordamiento criminal.
Al final del siglo XX, se afirma la agenda glamorosa, certificando que todo anda bien. No obstante, generadores de opinión juzgaron necios e insensatos, con ingenuidad culpable de la dirigencia, que con el humillado militar tendrían posibilidad de ejercer poder acompañados de empresarios, dueños de medios y amistades.
No se percataron de la cara oculta del soldadesco ambicioso, subestimando la astucia castrista que, al pensar igual, ejecutó con veteranía y talento, dedicándose a conquistar el ego insaciable, ignaro y rústico del limitado comandante. “Diles lo que quieren que les digas, solo cuenta tener el poder; juntos instauraremos la revolución mundial.” El gregario acomplejado novelero, iluso y convencido se sintió líder y Venezuela paga caro la pedantería.
El chulo consiguió financista y petróleo, el gusarapo presumido vivió su babaza alucinación hasta que los rufianes no pudieron, no supieron, aún peor, no quisieron curar el cáncer que lo sembró. Venezuela vivió la decepción progresiva, descubrió la dura verdad del hambre con vitamina de las mentiras. Fidel sedujo a Hugo y Chávez a los electores con la pendeja expectativa del esclarecido iluminado. El heredero es parte del engaño estafador. Y los malacostumbrados, que atribuyeron a la injusticia de los demás sus fracasos, se auto-convencieron que Chávez sería el insigne salvador.
Venezuela pasa hambre, enfermedad, sin electricidad, ni gasolina, cocinando con leña, no por razón de que la Casa Blanca diseñara diabólica estrategia de bloqueo y sanciones, sino porque los que elegimos fueron habilidosos al robar e idóneos para destruir. Inventaron saboteadores que proliferan en su desesperación por explicar fallas que nacen de su insuficiencia.
Donald Trump afincó, castigó corruptos, violadores de los Derechos Humanos, y ante la falta de reacción no fue más lejos. Joe Biden cambiará estilo, pero no el desastre, que es sólo nuestro. Años después, cansados y engañados por quien aplaudimos, apoyamos y otorgamos confianza cuando juró ante la multitud; no cumplió su palabra empeñada, mientras fracasados vetustos continúan disimulando salidas.
No se trata de colosos destruidos y oxidados, sino la corrosión de la moral, deterioro ético, detrimento de las buenas costumbres, y el quebranto del orgullo venezolano. La propagación de la corrupción, chantaje y soborno como hábito. Descuido del ente familiar, decadencia de la honorabilidad, ruina de la economía, inseguridad y mucho más. El problema no está en la producción petrolera del norte, fuimos venezolanos quienes convertimos la estructura petrolera en carcacha inservible. La culpa no es el Fondo Monetario Internacional, fuimos nosotros que elegimos a los generadores de la mayor hiperinflación del globo terráqueo.
Recuperar a Venezuela, no es trabajo para cualquiera, merecemos la construcción de una nación con esmero en el emprendimiento y cumplimiento firme del deber; sin encubrir la realidad inocultable del robo, inmorales corruptores y demás indignidades. Se requieren facultades, claridad de estadista, capacidad, talento, coherencia, valentía, conexión y voluntad de servicio; tendrá que echarse al hombro un pueblo, toda una nación. Porque no hay un solo rasgo de la venezolanidad que no haya sido vapuleado, abochornado, humillado por la revolución patibularia y socialista del siglo XXI.
La tarea de rescate es colosal, de largo desarrollo, implacable voluntad para cumplir un plan de frenar al mal, salvamento y reconstrucción del espíritu de forjar dignidad, bienestar y honor. Entregamos la nación a farsantes malhechores y ahora estamos obligados a unirnos en defensa no de lo que fuimos sino de lo que queremos, debemos y podemos ser. No el país dispendioso, sino la patria retadora, audaz, honesta, responsable, capaz de hacer sobriedad y decencia una diaria realidad.
Merecedores de la ignominia por delirar magias de imbuidos alumbrados, que permitieron a cubanos, iraníes, rusos, chinos y otras delincuencias, convertirnos en caja abierta para cobrar y elemento de geopolítica que en nada beneficia, por el contrario, cada día perjudica más.
Hay salida, y está en manos de nosotros, los ciudadanos. En otras latitudes tienen sus problemas, expectativas, oportunidades y errores. Los nuestros no son los de ellos, son nuestros.
@ArmandoMartini