El indígena Rosendo Quirá comienza el ritual: agita en silencio una planta medicinal para atraer al cóndor hacia el señuelo. El ave se aproxima entre la bruma a un desfiladero de más de 3.200 metros sobre el nivel del mar.
Por DW
Quirá sobresale por sus conocimientos ancestrales entre un grupo de 300 voluntarios, varios de ellos indígenas, que se desplegaron el fin de semana en un centenar de puntos de Colombia para realizar el primer censo de esta especie emblemática de los Andes.
Médico tradicional de la reserva indígena de Puracé, este hombre de 52 años deja algo de carne sobre una piedra y usa un ramo de salvia para rociarlo con una infusión. Con la otra mano, sostiene una vara y lleva una mochila terciada con plantas curativas.
Al poco tiempo, entre las nubes que oscurecían este resguardo – ubicado en el suroeste del país – aparece un ave de unos tres metros de envergadura, que desciende sobre este sitio para aprovechar la ofrenda de carne. Los indígenas kokonukos consideran sagrados a ambos: el cóndor y la piedra donde se posa.
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