“La sociedad no son los hombres, sino la unión de los hombres”
Montesquieu
Nuestra sociedad está agobiada, cansada, desesperanzada y confundida; se lamenta, con sobrada razón, por la opacidad y la falta de respuesta de la dirigencia política.
Cuando la sociedad percibe a los líderes políticos como actores de un teatro ajeno a sus intereses e inquietudes, pierde la confianza en ellos, refugiándose, lamentablemente, en el escepticismo y la apatía social. Pero – y que vaina con los peros – tal alejamiento de la participación política será inmediatamente aprovechado con facilidad por esos portadores de propuestas demagógicas, por la maquinaria del régimen que si bien carece de moral y de escrúpulos, está muy bien dotada de herramientas perversas, desde la coacción y amedrentamiento, hasta la penetración comunicacional.
La política virtual vía Twitter, WhassApp o Instagran si bien resulta una utilísima alternativa emergente puede, puede traer consigo efectos descorazonadores por su contenido y nivel de análisis y la capacidad argumentativa de muchos “opinadores”, que en repetidas ocasiones y con descarnada impunidad, sacan a relucir su temperamento destructivo.
Ese desmedido “narcisismo opinador” -considerando que toda opinión debe ser respetada- aunque carezca de justificación o tan solo aporte elementos conflictivos, suele conllevar efectos nocivos que poco hacen por remediar los errores o mejorar el activismo o la organización de nuestros grupos, ya cansados de tantos errores.
Hoy podemos hablar de una sociedad herida anímicamente, pero no desmoralizada, si bien cansada y angustiada no solo ante la inclemencia del COVID, sino también por el inalcanzable costo de la vida, el temor por la inseguridad callejera, por la lamentable diáspora que se lleva buena parte de nuestro joven talento, sin embargo, lo afirmamos con seguridad: nuestra sociedad no está aletargada y menos aún acobardada. Lo que sucede es que el régimen emplea toda su maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su autoridad y poder. Se ha dedicado a la fragmentación de cualquier esfuerzo unitario que se pueda producir… llámese MUD, FRENTE, o hasta Redes Ciudadanas. Frente a eso se impone reencontrarnos, reorganizarnos, confiar en lo verdaderamente confiable, romper el miedo y seguir luchando.
Y de nuevo lo repetimos: Esperar la recapacitación de los demás, es de algún modo permanecer en ese aletargado cansancio que nos debilita, nosotros somos “los demás” para los otros, acaso no es válido entonces preguntarnos ¿cuál es nuestra parte en esta sempiterna lucha? ¿En qué podemos contribuir para mejorar estas condiciones del país que nos ha tocado vivir?
Lo más importante es sentirnos formando parte de un grupo social con todo lo que ello implica: compromiso y mucha responsabilidad. Desde una perspectiva pragmática se entiende que las personas en general participan en la medida en que se sientan afectadas por una situación… Y ya todos estamos, en menor o mayor grado, bien enterados de cuanto nos ocurre como país. Tanto los partidos políticos como la sociedad civil organizada deben hacer una sincera revisión del pasado y eso no es tan fácil, porque nos podemos perder en la búsqueda de culpas…y culpables. No tiene sentido aupar o abonar espacios pretéritos que serán utilizados por la sempiterna manipulación del régimen.
No podemos simplificar este delicado problema con la inclemente formula que sentencia que la culpa es de los políticos pues TODOS son deshonestos y ambiciosos; luego todo lo que habría que hacer es cambiarlos por unos políticos correctos y buenos. Pero como eso no los parece posible porque -dicen- _”todos los políticos son iguales”,_ entonces el problema pareciera no tener solución. En épocas de crisis de las sociedades como la que estamos transitando, los líderes carismáticos adquieren particular relevancia, pero cuando las aguas turbulentas vuelven a su cauce y las sociedades se estabilizan, el juego político necesita ser institucionalizado por organismos como los partidos políticos.
Por supuesto no es tarea fácil el plantearnos una “unidad de hermanos” en tanto no logremos, más que una identidad compartida, un sentido de compromiso bien definido para una tarea que si es común: el rescate del país. Y es que precisamente, si no logramos reconocernos – caramba, volvernos a conocer- aceptando nuestros errores y diferencias- es porque el régimen, que a pesar del desmoronamiento, si se mantiene como un bloque, si sabe actuar, accionar y manipular el espacio de la ruindad y el cinismo; es el que tiene esa aceitada y perversa maquinaria, que no descansa y trabaja sin cesar para que NO se de ese vital y necesario reencuentro de venezolanos de buena voluntad, pues el rescate de nuestra democracia y con ella, de nuestro país, depende de todos.
Depende de nosotros que la nuestra no sea una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas…
Manuel Barreto Hernaiz