En agosto de 1937 se tenía la sensación de que el mundo volvería en poco tiempo más a estar envuelto en otra gran conflagración. Las graves señales se expresaban fundamentalmente en Europa. España, desde un año antes, se encontraba sumergida en una guerra civil.
Por Juan Bautista Tata Yofre / Infobae
En este teatro de operaciones, la Argentina –cuya flota de guerra era la séptima en importancia en el mundo— mandó dos buques de la Armada para garantizar la vida de los ciudadanos argentinos y realizar tareas humanitarias, el gobierno de Agustín P. Justo envió a España al crucero “ARA 25 de Mayo” y luego al destructor “ARA Tucumán”. El primero llegó a Alicante en agosto de 1936, al mando del Capitán de Navío Miguel A. Ferreira, y rescató 250 personas aproximadamente. Luego fue reemplazado por el “ARA Tucumán” al mando del capitán de Fragata Mario Casari y su segundo comandante era el Capitán de Corbeta Eduardo Aumann. El “ARA Tucumán”, logró rescatar 1240 personas en una docena de viajes entre Alicante y Marsella (Francia).
No solo le salvó la vida a ciudadanos argentinos, también se prestó a rescatar a muchos españoles de uno y otro de los bandos en pugna. Por ejemplo al progermano concuñado de Francisco Franco, Ramón Serrano Suñer, que más tarde ocuparía las carteras de Interior, Gobernación y Asuntos Exteriores (fue embarcado con uniforme de marinero y “lucía” borracho para que no hablara). También a Niceto Alcalá Zamora, ex presidente de España (1931-1936). De entre los cientos de mujeres que salvaron su vida, dos son muy recordadas. Una es Clara Campoamor Rodríguez, política defensora de los derechos de la mujer y Republicana. La otra no estaba ni en un lado ni en otro pero era de una gran belleza. Se llamaba Margarita Carmen Cancino y el planeta entero la conocería como “Rita Hayworth” (según el testimonio al autor del capitán de Navío Ricardo Aumann). También salvaron la vida al político y escritor Federico Fernández Castillejo, diputado “nicetista”, es decir, partidario de Alcalá Zamora.
Contemporáneamente, mientras se realizaban tareas humanitarias con navíos de Francia, los Estados Unidos, Portugal, Gran Bretaña y la Argentina, en ese mismo tiempo, el “Führer” Adolfo Hitler presidia, en el jardín de invierno de la Cancillería, en Berlín, una cumbre secreta de la que participaron Herman Göring, los generales von Blomberg y von Fritsch, el almirante Erich Raeder, el canciller von Neurath y el coronel Friedrich Hossbach, el encargado de tomar notas. De allí que quedaría para la historia el denominado “Documento Hossbach” y que fue presentado en el Juicio de Nüremberg de 1946.
Las actas de esta reunión revelan que, hacia el final de 1937, la política del régimen nazi ya estaba claramente definida. Austria y Checoslovaquia debían ser tomadas a la fuerza. Los dos países proporcionarían Lebensraum (espacio vital) y mejorarían la posición de Alemania con vistas a futuras operaciones militares. Aunque es cierto que los acontecimientos reales se desarrollaron de forma diferente a lo perfilado en esta reunión, en esencia se alcanzaron los objetivos previstos en ella: “Hitler explicó a los presentes las posibilidades y las necesidades de expandir su política exterior y solicitó, que estas declaraciones fueran consideradas, en el caso de su muerte, como su testamento”.
En esos mismos días, a 500 kilómetros de Berlín, nacía el 7 de agosto de 1937 en Munich, la capital del nazismo, Monika Ertl. Según cuentan su historia sus admiradores, era hija de Hans Erlt, uno de los principales camarógrafos de la cineasta nazi Leni Riefensstahl, la que revoluciono el cine de propaganda político con “El triunfo de la voluntad” (1934) y las escenas sobre las Olimpíadas de Berlín de 1936. Más tarde, Hans se convertiría en el camarógrafo personal del mariscal Erwin von Rommel, comandante del Afrika Korps.
En ese mundo transcurrió la niñez de Monika, hasta que con el final de la Segunda Guerra Mundial su padre, tras un proceso de desnazificación, en 1948 emigró a Bolivia donde compró un campo de tres mil hectáreas en Chiquitania, a 100 kilómetros de Santa Cruz. Al establecimiento lo llamó “La Dolorosa” y, por casualidad, su vecino era el militar Hugo Banzer Suárez, más tarde presidente de Bolivia. En 1953 lo siguió la familia y en ese tiempo Monika lo acompañaba en sus tareas agrícolas y fílmicas. En 1958. Monika se casó con un alemán (otros dirán boliviano descendiente de alemanes) y se instaló en el Norte de Chile, cerca de las minas de cobre, donde vivió y observó las pésimas condiciones en que vivían los obreros. A su vuelta a La Paz, donde su padre tenía una gran casa, comenzó sus contactos con la izquierda boliviana, tras separarse de su marido. Algunos observarán que en la ciudad capital abrió un hogar para huérfanos y que con esa excusa tomó contacto con los alemanes comunistas en busca de fondos. Su hermana Beatrix dirá que Monika tenía “un amplio abanico de contactos”.
La presencia del comandante Ernesto “Che” Guevara en Bolivia y su trágica muerte, el 8 de octubre de 1967, la impactará porque lo consideraba “un Dios”. Así, en 1969 se integra al Ejército de Liberación Nacional y ayuda a reconstruir la fuerza guerrillera en el plano logístico. No era combatiente. Es la época en que el Departamento América del Partido Comunista de Cuba retoma la idea de volver a la lucha armada en Bolivia, esta vez comandado por Guido Álvaro Peredo Leigue (a) “Inti” y también vuelve también a rearmarse la sección argentina del ELN que inicialmente era para apoyar al “Che” (al año siguiente se dividen y dan origen al ERP, FAR y Montoneros). Pero el proyecto de guerrilla con “Inti” Peredo no funciona por varias razones. Primero, porque por decisión de Fidel Castro ningún miembro de las FAR de Cuba iba a participar; no quería arriesgar miembros de las FAR (cubanas) en operaciones “aisladas” de guerrilla y no deseaban tener problemas con Moscú. También porque en un momento “Inti” pide que todos vayan para Bolivia y los “muchachos” (argentinos) se niegan. Finalmente, porque los servicios de Inteligencia bolivianos estaban en estado de alerta y, el 9 de septiembre de 1969, “Inti” fue muerto en un enfrentamiento armado.
Según algunos historiadores, Monika Ertl tuvo un romance con “Inti” Peredo. Su hermano “Coco” Peredo ya había muerto en combate en 1967. Los dos intervinieron militarmente en la Argentina junto con la guerrilla de Ricardo Masetti, en Orán, Salta. Durante el balance sobre el fracaso del Che Guevara, el argentino Ricardo Rodrigo, miembro del ELN, les va a contar a sus íntimos que el “guerrillero heroico” estaba infiltrado por “Tania” (Tamara Bunke) y Myriam, dos agentes de la inteligencia comunista alemana (Stasi) y que “los cubanos lo sabían”. Al decir de hombres de Inteligencia “eran dos Julietas”, mujeres entrenadas para infiltrarse a “cualquier costo…cama incluida.” Eran “Julietas” porque los “Romeos” eran los agentes varones.
Para los miembros del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia el coronel Roberto “Toto” Quintanilla Pérez fue el responsable de seccionar las manos de Guevara para garantizar su identificación, aunque en realidad las manos fueron cortadas por orden del jefe del ejército boliviano, general Alfredo Ovando Candia. En ese momento, Quintanilla era el jefe de Inteligencia del Ministro del Interior, Antonio Arguedas, y se encontraba en la zona de operaciones. También le cargaban a Quintanilla la muerte posterior de “Inti” Peredo. Por lo tanto, el militar figuraba primero en la lista de “blancos”. Por esta razón, en 1970, temiendo por su vida, el gobierno lo envía a Hamburgo, Alemania, como cónsul general.
Nunca se supo qué ruta siguió, ni quién financió su viaje a Hamburgo, pero en marzo de 1971, Monika Ertl, haciéndose pasar por una australiana interesada en viajar a Bolivia solicitó una entrevista con el cónsul. El 1° de abril de 1971 fue recibida por el propio coronel “Toto” Quintanilla. El encuentro duró poco, se sentaron frente a frente y ella sacó de su bolso un revólver Colt Cobra calibre 38 Especial y le descerrajó tres disparos. Más tarde se comprobó que el arma había sido comprada por el editorialista comunista italiano Giangiacomo Feltrinelli. Tras concretar el asesinato, Monika huyo dejando atrás su peluca rubia, sus anteojos, el revólver y un bolso de mano dentro del cual había un papel que decía: “Victoria o muerte. ELN”.
La policía alemana llegó a la conclusión que la autora había sido Monika y así lo repetía la gran prensa. De ahí en más comenzó la persecución de los servicios bolivianos y la CIA. Ella fue vista en Francia y en Cuba y utilizaba un pasaporte argentino, aunque al final volvió a Bolivia.
Si había alguien en La Paz que la conocía bien era “el tío Klaus” y estaba detrás de sus pisadas. Por su relación con su padre Hans Ertl, “el tío Klaus” –así lo llamaba Monika—no era otro que el ex oficial de las SS y la Gestapo Klaus Barbie Altmann, el jefe en Lyon, Francia, que se había instalado en Bolivia con la ayuda de los estadounidenses del “Counter Intelligence Corps”. Desde hacía décadas era buscado por las autoridades francesas y había sido condenado a muerte en ausencia, principalmente, por el asesinato de Jean Moulin, uno de los jefes de la resistencia a la ocupación nazi, considerado el “jefe del ejército en las sombras”. También era buscado por la persecución a los judíos. En Bolivia, Barbie oficiaba de empresario naviero, en un país sin mar, aunque su tarea principal era la colaboración con los servicios de inteligencia de la CIA, Alemania Federal y Bolivia.
Era teniente coronel honorario del Ejército boliviano. En un momento (1980) oficio de colaborador de la Inteligencia argentina, especialmente durante “el gobierno de la coca” del general Luís García Meza y su Ministro del Interior Luís Arce Gómez, cuyo primo era Roberto Suárez Gómez, el “Rey de la cocaína”.
Ella se desplazaba y vivía como clandestina y no fue simple localizarla. En una oportunidad, en pleno centro de La Paz, fue reconocida por Barbie a pesar de que iba camuflada. Lucía como una gitana o una hippie pero la individualizó por sus llamativas piernas y los lóbulos alargados de sus orejas. Inmediatamente puso al “sistema” en estado de alerta y tres días más tarde fue localizada en el barrio El Alto cuando llegaba a una casa de seguridad clandestina acompañada por un argentino. Fue el 12 de mayo de 1973 y resistieron a las fuerzas del orden hasta que se les acabó la munición. Se declaró posteriormente que habían muerto en combate pero su padre denunció que antes de morir había sido torturada.
La familia reclamó su cadáver pero solo recibieron como respuesta que “ella tuvo cristiana sepultura”. Nunca se supo quién era el argentino.
Muchos años más tarde, el ex SS-Hauptsturmführer Klaus Barbie Altmann perdió influencia y en febrero de 1983 fue extraditado a Francia como “criminal de guerra”. Tras ser condenado a prisión perpetua, murió el 25 de septiembre de 1991. En la entrada de uno de los cementerios de La Paz hay una placa que dice: “Aquí yace Monika Ertl”.