Desapareció el mandón pero su huella sigue marcando la pauta. Mientras venezolanos pernoctan en una cola o pagan el soborno que le exige un uniformado para tener acceso a unos litros de gasolina, el régimen, sin explicación alguna, despacha regularmente a Cuba tanqueros con el escaso combustible de que dispone. Es su voluntad y punto.
Tal conducta no tiene límite. Ahora se trata de disponer a capricho, nada menos que de la vacuna contra la Covid-19 de la cual depende la vida de millones de venezolanos. Ignorando el criterio aceptado universalmente y pautado por los organismos internacionales de la salud, en cuanto al orden de distribución de la vacuna, el Golem gobernante anuncia con total desparpajo que, antes que segmentos de alto riesgo, como mayores de 65 años, pacientes sometidos a inmunosupresores, diabéticos y otros, aquí tendrá prioridad: el personal militar, “militantes chavistas que protegen a la gente en las calles”, gobernadores, alcaldes, policías. Juntando cinismo y temeridad, desliza que posiblemente también vendrán vacunas vendidas con fines de lucro. Estas últimas, seguramente, serán opción para los jubilados con su mesada de cuatro dólares.
Se quedó corto Cabrujas, su vaticinio no llegaba hasta la impudicia.