Nicolás Maduro trata de escabullirse ante las acusaciones internacionales por la violación sistemática de los Derechos Humanos en Venezuela. La ONU posee diferentes organismos que trabajan la problemática de esos derechos. Entre ellos el Consejo de Derechos Humanos. Integrado por países que dejan mucho que desear en la materia, por ejemplo: China, Rusia, Camerún; incluidas Cuba y Venezuela. Nada menos.
Así que la Organización de Naciones Unidas debería revisar con seriedad su manera de organizarse y su funcionamiento. No solo lo demorado, tardío, de sus intervenciones y resoluciones. Ya que, por un lado, acusan al régimen terrorista venezolano de sus crímenes, en diversos organismos, con informes lapidarios, mientras, por otros le dan tribuna pública mundial para expresar sus continuadas falsedades sin miramiento. Y lo admiten en este Consejo. Uno se pregunta acerca de qué puede ser posible que este régimen aconseje en la delicada materia. Y la respuesta resulta cruelmente jocosa.
De nada valieron las movilizaciones, buscando impedir esa intervención, propinadas por Diego Arria, siempre activo en la vida internacional contra Maduro y sus secuaces y la discursiva contrariedad presentada por María Corina Machado. Maduro habló y acusó de nuevo a los Estados Unidos. País al que la ONU, en otra de sus jugarretas incomprensibles, fustigó por otro lado con un largo y sesgado informe, acusándolo de ser el causante del daño humanitario que padecemos los venezolanos. Cuando dentro y fuera del país se conocen los detalles de las causas revolucionarias de todas nuestras desgracias.
La Organización de Naciones Unidas ante estos hechos se parcializa en lamentables oportunidades hacia quienes detentan el poder, por ser un órgano integrado por representantes de gobiernos. De algún modo los protegen y defienden. Contradictoriamente, tienen la obligación de abogar por los ciudadanos de esos países atormentados. Juega de un lado y del otro, a cumplir funciones. Como lo ha manifestado en repetidas ocasiones Michelle Bachelet.
Sin embargo, con Arria y María Corina Machado, queda demostrado que hay una oposición real en Venezuela, que busca atacar permanentemente, en todo terreno, las actuaciones desmedidas del régimen del terror que nos domina. Una oposición que no se acobarda ni se vende ante los poderes de quienes pretenden continuar sojuzgando.