Estás últimas pataletas de Maduro y sus socios, no deberían porqué sorprender a nadie que esté al tanto de la seguidilla de arbitrariedades que se vienen cometiendo en Venezuela, desde que Hugo Chávez asumió el control de los poderes públicos. Desde entonces la diplomacia, seria y equilibrada, trocó en una alocada carrera de carritos chocones dispuestos a atropellar las buenas relaciones que tradicionalmente Venezuela cultivó con países amigos y democráticos del mundo. Está el caso de la OPEP, ente que tiene la marca de fábrica venezolana y en cuyo seno la postura o la línea estratégica, siempre delimitaba la incursión de los representantes del país, para evitar tomar partido en las diatribas propias de los países del medio oriente. Pero eso se acabó una vez que Chávez metió sus manos en esos conflictos, para “echarle más leña al fuego” y hacer de Venezuela, desde entonces, un país con un gobierno entrometido en esos asuntos de los cuales lo lógico, correcto y, sobre todo, conveniente para los interese de la nación era ser lo más discreto y ponderado posible.
No menos significativo fue la manera como Hugo Chávez embistió contra la comunidad judía en el mundo. Eso fue realmente patético y aún se siente el mal gusto en el paladar de los israelitas, cada vez que recuerdan las maldiciones que el dictador venezolano dirigía hacia el Estado de Israel. Desde entonces, se malograron unos vínculos históricos, además bien se sabe que en Venezuela han echado raíces muchas familias que vienen de ese tronco y que fueron muy afectados espiritualmente por semejante agravio.
Con Colombia, nuestro vecino, los pleitos son parte de ese menú que no se agota a la hora de sacar de la carta cualquier pretexto para ordenar que se movilicen los tanques de guerra y los aviones de combate para intimidar a los hermanos colombianos. Eso lo hizo Chávez y lo continúa haciendo Maduro, con el agravante que ambos son los que más protegen las andanzas de los disidentes de la narcoguerrilla en territorio nacional, los capos que dejaron plantados a los líderes del mundo que hace unos años se entusiasmaron con el acuerdo de paz que se redactó en Cuba y que fue firmado, en medio de grandes expectativas en Bogotá.
Esa es una pequeña muestra de la manía conflictiva que caracteriza a esta era en que Venezuela dejo atrás su prestigio como país promotor de la concordia, no sólo en nuestro continente, sino en todos los escenarios del mundo. Con España las peleas han sido un derroche de patanería, al extremo de provocar aquel famoso “por qué no te callas” que le espetara en su propia cara a Chávez, el rey Juan Carlos de Borbón. Con los Secretarios Generales de la OEA no han faltado los insultos en las peores formas y mal uso del lenguaje. La lista de diputados, embajadores, periodistas, ex presidentes y directivos de ONGs, que han sido sacados de hoteles para ponerlos a las puertas de un avión en Maiquetía, para que los saquen de Venezuela, es muy larga. Por eso nada que nos sorprenda ahora por esta arremetida contra la representante diplomática de la Unión Europea en Venezuela. Esa es la naturaleza de estos tiranos. Son intolerantes, son agresivos y carecen de decencia.