La compañía brasileña acaparó durante años los monumentales contratos para obras de infraestructura que debían convertir a Venezuela en una potencia. Pero los delirios de Chávez dieron paso a la realidad del país, una vez más. Tras el colapso del emporio entre escándalos internacionales de corrupción, y su retirada consiguiente, los campamentos del área metropolitana donde antes estuvieron a resguardo las maquinarias, materiales y el personal de esos proyectos -sobre todo de trenes de cercanía, en los que se invirtieron miles de millones de dólares- se convirtieron en escombreras y baldíos prestos para las pobladas invasoras. Un cuartel de policía y un huerto de ajíes son algunos de los reciclajes improvisados que florecieron en su lugar.
Por MARÍA ANTONIETA SEGOVIA / armando.info
El 11 de septiembre de 2019, una comitiva liderada por el ministro de Transporte Terrestre, Hipólito Abreu, tomó por sorpresa el campamento El Vivero en Los Dos Caminos, en el noreste de Caracas, desde donde Odebrecht centralizaba la operación técnica de las obras en proceso de ejecución en Venezuela por parte de la otrora gigante brasileña de ingeniería.
Allí, y como quien quiere arreglar de un plumazo la posible pérdida de millones de dólares y horas de trabajo, el ministro anunció: “Estos contratos pasarán a manos del ministerio por instrucciones del Presidente de la República, Nicolás Maduro”, y aseguró que ese mismo día, de manera simultánea, estaban siendo ocupados otros 56 campamentos de la compañía “en unión cívico-militar”. De acuerdo a Abreu, las 17 grandes obras de infraestructura que Odebrecht dejó inconclusas en el país cuando colapsó, lastrada por el escándalo del caso Lava Jato en Brasil y sus réplicas en otras naciones, serían puestas “en manos de la clase trabajadora” para su culminación.
La ofensiva de la clase obrera no avanzó de allí. Tuvo que pasar un año y medio para que fuera el propio Nicolás Maduro, el reciente 21 de febrero, quien tuviera que anunciar otra vez la reactivación de los trabajos de construcción de las obras civiles y equipamiento de una de las obras inconclusas de Odebrecht, la Línea 5 del Metro de Caracas. La línea, planificada para drenar el volumen de pasajeros de la original Línea 1 -en servicio desde 1983-, cubriría un trayecto de 7,5 kilómetros desde la estación Zona Rental hasta la estación Miranda II.
Maduro admitió que no dispone de los recursos suficientes para culminar los pendientes de Odebrecht, empresa que en determinado momento llegó a manejar contratos simultáneos en Venezuela por 30.000 millones de dólares. “A pesar de que no se cuenta con los más de 382 millones de euros para ejecutar todas las obras”, expresó con fe el mandatario venezolano, “se puede comenzar con la reactivación de varias importantes”. De hecho, en la jornada aprobó una exigua asignación de poco más de cinco millones de euros para el reinicio de los trabajos en la nueva ruta del Metro.
Durante el anuncio, el mandatario estuvo acompañado por el Viceministro para el Transporte, Claudio Farías, quien aseguró que los esfuerzos serían destinados solo a la construcción de un tramo de 1,8 kilómetros, para culminarlos en ocho meses.
Farías puso también las cosas en el terreno del voluntarismo: la propia C.A. Metro de Caracas y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana quedaron a cargo de terminar la obra. algo que nunca han hecho. “Podemos hacerlo y lo vamos a lograr”, proclamó.
Aún con las apuestas en su contra, la obra de la Línea 5 puede que sea la que corra con mejor suerte entre todas las edificaciones que Odebrecht llevaba a cabo pero dejó a medias.
Los sitios de construcción, en particular los campamentos aledaños, quedaron primero a merced del abandono para luego ser presas de las invasiones. Cultivos artesanales de ají, pimentón y cilantro, cooperativas de reciclaje y viviendas improvisadas, y hasta un cuartel de policía, ocupan las áreas en las que Odebrecht erigiría los sueños de la Venezuela Potencia que Hugo Chávez abrigó y persiguió, a un costo prohibitivo. Es lo que se comprueba sobre el terreno, durante un recorrido por algunas de las obras convertidas en tierra de nadie tras la deserción de los brasileños en el área metropolitana de Caracas.
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