Sarkozy llevará brazalete electrónico mientras recurre su ingreso en prisión

Sarkozy llevará brazalete electrónico mientras recurre su ingreso en prisión

El expresidente francés Nicolas Sarkozy, tras la sentencia de su juicio por corrupción y tráfico de influencias, en el tribunal de París, 1 de marzo de 2021. REUTERS/Gonzalo Fuentes

 

La trigésima cámara correccional del Tribunal de París condenó el lunes a Nicolás Sarkozy, expresidente de la República, a un año de prisión firme y dos años con remisión de pena, tras ser declarado culpable de delitos de corrupción y tráfico de influencias.

Por abc.es

Se trata de un bombazo político: un ex jefe de Estado, abogado en ejercicio, miembro de varios consejos de administración de grandísimas empresas, conferenciante internacional, confidente político de Emmanuel Macron, presidente en ejercicio, condenado a una severa pena de cárcel, es un acontecimiento sin antecedentes en la historia política contemporánea.

En el modelo judicial francés, las cámaras / tribunales correccionales son los responsables de juzgar ‘por lo penal delitos de gravedad media’. En este caso, la trigésima cámara correccional del Tribunal de París ha sentado un precedente excepcional, condenando con severidad a un ex jefe de Estado que aspiraba a ser el hombre de la derecha tradicional en la próxima elección presidencial, dentro de catorce meses.

Corrupción de alto nivel
A juicio del Tribunal de París, Sarkozy, su abogado defensor y un alto magistrado cometieron varios delitos íntimamente ligados: violación del secreto de una instrucción penal, intercambio de ilegales favores profesionales, corrupción activa y pasiva al más alto nivel del poder político y judicial del Estado.

El expresidente deseaba conocer información judicial sensible, sobre otros escándalos de corrupción. Y pudo ofrecer una promoción ‘laboral’ a un magistrado dispuesto a violar el secreto profesional. El abogado defensor de Sarkozy ofició de ‘intermediario’, violando elementales normas procesales y profesionales.

Sarkozy no irá a la cárcel inmediatamente. La presidenta del Tribunal, Christine Mée, ha aceptado que el expresidente acepte llevar un brazalete electrónico, que permita su localización permanente. Ese brazalete carcelario permitirá la libertad bajo control policial, evitando la prisión inmediata. ‘Benevolencia’ que tiene mucho de humillación atroz. Sarkozy, por su parte, presentará un recurso eventualmente suspensivo, esperando un nuevo proceso y una nueva sentencia.

El Tribunal de París dictó a primera hora de la tarde del lunes su triple sentencia con severidad ‘ejemplarizante’, al más alto nivel político, jurídico y penal.

Al más alto nivel político de Francia, se condenan tráficos de influencias y corrupción relativamente ‘menores’ pero altamente simbólicas: el jefe del Estado, Nicolas Sarkozy, pidió y consiguió, personalmente, y a través de su abogado, en 2014, que un alto magistrado violase el secreto de la instrucción de un proceso en curso, prometiendo y ofreciendo una suerte de ‘ascensión profesional’.

Al más alto nivel judicial, Gilbert Azibert, el magistrado corrompido por ofrecer información y servicios al presidente de la República, ha sido condenado a cuatro años de cárcel: uno, en firme; tres, con remisión de pena. Thierry Herzog, el abogado de Sarkozy, ha sido condenado a las misma pena: un año de prisión firme; tres de cárcel con remisión de pena.

Rosario de escándalos
La condena castiga severamente las carreras del magistrado y el abogado, pero ‘solo’ es un nuevo capítulo de un esperpento político que todavía tiene por juzgar varios escándalos igualmente temibles para el expresidente.

Nicolas Sarkozy deberá presentarse ante la justicia dentro de dos semanas, inculpado en un otro escándalo por estos presuntos delitos: corrupción pasiva, financiación ilegal de campañas electorales. Trece años después, la justicia francesa comenzará a jugar la financiación presuntamente ilegal de la campaña presidencial del 2007.

Nadie piensa que Sarkozy pudo ‘enriquecerse’ o ‘distraer’ fondos destinados a la financiación de su victoriosa campaña electoral de hace trece años. Por el contrario, varios jueces estiman que el expresidente y su guardia pretoriana hicieron ‘mangas y capirotes’ para financiar una campaña de manera presuntamente ilegal.

Tras el proceso de la campaña presidencial del 2007, Nicolas Sarkozy todavía tendrá que responder a la acusación del presunto delito de ‘asociación de malhechores’, por haberse beneficiado de fondos públicos libios, ofreciendo generosamente por el difunto coronel Gadafi. Se trata de uno de los presuntos escándalos más rocambolescos de la historia política reciente. Claude Guéant, antiguo secretario general del Elíseo y ministro del Interior, es acusado de recibir, llevar y traer maletas de billetes de curso legal con fines ‘electorales’.

Hace apenas dos meses, el 15 de enero pasado, varios jueces especializados en delincuencia financiera decidieron abrir una investigación especial, sospechando que Nicolas Sarkozy pudo cometer varios delitos de ‘tráfico de influencias’ y ‘blanqueo de dinero de origen crapuloso’, trabajando como ‘asesor’ de varias empresas rusas, años después de abandonar la presidencia de la República.

Antes de la condena del lunes y los juicios por venir, Sarkozy ya fue juzgado y declarado no culpable en otros procesos que dieron mucho que hablar, durante varios años: favores y dinero negro nunca recibido de la mujer más rica de Francia, sondeos electorales presuntamente pagados por el Elíseo, gastos de campañas electorales

Desde antes de ser presidente, durante su presidencia y durante los años que siguieron al abandono oficial de la política, Nicolas Sarkozy ha sido un personaje odiado con violencia por sus enemigos (izquierda y ‘centristas fofos’) y admirado y venerado por sus fieles, partidarios de una derecha ‘fuerte y orgullosa de su conservadurismo’.

Durante unas semanas, los dirigentes más tradicionalistas de su partido, Los Republicanos (derecha tradicional) esperaban su absolución judicial, para presentarlo como ‘hombre providencial’ que podría ganar a Emmanuel Macron y Marine Le Pen la gran batalla de la próxima elección presidencial, dentro de catorce meses.

Sarkozy presentará un recurso a su sentencia. Y podrá esperar un nuevo juicio, una nueva sentencia, atado al brazalete electrónico que le evitará un año de cárcel firme. Pero el calendario electoral corre el riesgo de acelerarse: todo es posible en una larga e imprevisible carrera electoral de catorce largos meses. Ni Sarkozy ni su esposa, Carla Bruni, se dejarán abatir por una condena a tres años de cárcel. Pero necesitarán mucha suerte para poder escapar al pozo sin fondo conocido del laberinto judicial, siempre abierto e inquietante.

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