El cinabrio caracteriza su última morada, el cual es un material que se empleaba para conservar los restos humanos, además de componerse de sustancias tóxicas provenientes del mercurio y del azufre. Quienes la imaginen podrían emularla como una figura que se encuentra bajo una luz roja a tonos magenta que la hace ver más rojiza.
Su descubrimiento fue en 1994 en el “Templo de la Calavera” en Palenque, mismo que sirvió como su tumba en la que se encontró el sarcófago que contenía sus restos a tonos rojos y cuyo sepulcro aseguran que fue en el siglo XIII.
Quien la ha admirado, sabe de la exhuberancia de la diadema de jade que rodea su cráneo, así como de la belleza de la máscara de malaquita, del cinturón (también de jade), los collares, las pulseras y las navajitas de obsidiana que la acompañan en la eternidad.
Impresionante es también la máscara funeraria de malaquita que en ella se encuentra, pues pareciera que tras ella yace aún viva la Reina Roja de labios brotantes y lujoso ajuar, quien siempre acompañaría a Pakal I, cuya cripta se encuentra justo a lado de la suya, quizá a manera de homenaje o de perpetua compañía al ser ésta su esposa.
Cabe mencionar que la máscara de malaquita que viste la Reina Roja representaba un objeto que llevaría a su otra vida, ornamento que en tras ser hallado en 1994 fue restaurado por el arqueólogo Arnoldo González Cruz, quien fue además el primero el contemplar lo que había al interior del templo de la aristócrata maya.
La pieza estuvo expuesta en el Museo Metropolitano de Nueva York y en julio de 2018 comenzó a exhibirse en el Templo Mayor de la Ciudad de México hasta el 9 de septiembre de ese mismo año. Ahora su ajuar está de vuelta a sus tierras como parte de la colección permanente del Museo Arqueológico de Palenque en Chiapas.
La mujer de la realeza maya se encontró sumida en un sueño sin fin, rodeada de 700 piezas de jade y en un contexto histórico lleno de serios conflictos en el estado, un marzo de 1994, en medio del movimiento zapatista, bajo lo que se denominó como “Proyecto Especial Palenque”, dirigido por Arnoldo González Cruz.
Gracias al hallazgo de la Reina Roja, también se ubicaron tres cámaras ocultas y se desveló el ritual maya en el que la gobernante fue honrada bajo un sarcófago de piedra caliza al centro de la habitación. También se dio nota de un psicoducto, que conforme a las creencias de aquel entonces era una salida para el alma, fue a través de él que los arqueólogos introdujeron las primeras cámaras para fotografiar a la misteriosa habitante, misma que también estaba acompañada de dos cuerpos a manera de sacrificio, éstos pertenecientes a una mujer y a un niño.
Los nobles, en aquella época eran enterrados con sus sirvientes: parecía la escena de un crimen; en un principio se pensó que se trataba de la madre o de la abuela de un rey, aunque gracias a las pruebas de ADN que se le realizaron se supo que no había relación con los cuerpos que se encontraban a su lado.
Hasta el momento la teoría que se sostiene es que se trata de Ix Tz’akbu Ajaw, una soberana que llegó de una ciudad cercana de Palenque para contraer nupcias con Pakal y unir a ambos reinos.