El exceso de orgullo en los dueños de negocios, es un elemento que puede hacer mucho daño a las organizaciones, porque minimiza la disposición para aprender nuevas cosas, para ser flexibles o tomar mejores decisiones.
De manera casi imperceptible, el ego puede generar una brecha entre la persona y la realidad, cambiando las percepciones acerca de lo que son las cosas y el entorno. Y es que al final, el orgullo es una distorsión de cómo nos percibimos y creemos que los demás nos perciben.
David Elkind, psicólogo infantil que introdujo la teoría piagetiana del desarrollo en Estados Unidos, se dedicó a analizar y estudiar precisamente estos temas. Su trabajo de laboratorio junto al también psicólogo David Rapaport, lo llevó a explorar las teorías de Jean Piaget sobre el desarrollo cognitivo y el egocentrismo en los niños. Y su interés fue tal que desarrollo su propia teoría.
La teoría de Elkind se basa en estos conceptos: La audiencia imaginaria y la fábula personal, que a mi entender calzan a la perfección con el tema en discusión y que, de no controlarse, pueden impactar de forma negativa en tu marca.
Sostiene que la audiencia imaginaria es la obsesión por la imagen que los demás poseen de ti, la creencia de que todo el mundo te está observando, mientras que la fábula personal refiere a esa historia que construimos y que nos contamos a nosotros mismos, basada en la autoafirmación de que somos muy importantes para muchas personas.
Al alardear sobre tus logros o atributos, por ejemplo, tiendes a transformar lo positivo en negativo; la autoconfianza pasa a confundirse con arrogancia, la creatividad es percibida como falta de precisión, la simpatía en abuso de confianza, la bondad en hipocresía; porque todo en demasía, se transforma en una debilidad. Y esa es la gran lección que quiero entregarte en este momento, no alardear, deja que sean tus logros los que hablen por ti, y no el orgullo.
Ahora bien, qué hacer cuando estás frente a un brote de orgullo, cómo debes reaccionar cuando te escuchas a ti mismo alardeando ante los demás, pues corrige, cuestiónate, aterriza y cambia.
Pregúntate, por ejemplo, ¿qué te estás perdiendo cada vez que asumes esa actitud altiva? Y ¿qué ganarías siendo más humilde? ¿Qué verdades ocultas cuando asumes esa actitud de alarde?, cuestiónate y reacciona, recuerda que las preguntas llevan a la reflexión, y la reflexión te lleva a enmendar y a mejorar.
Analiza tu propia fábula, reescríbela, añádele realidad y humildad, controla tu orgullo y no permitas que el poder y el oportunismo te cieguen. Ten en cuenta que el vanidoso solo escuchara elogios, mientras que el humilde siempre estará abierto a la retroalimentación.
Me preguntarás de qué manera, este orgullo y esta fábula imaginaria, puede afectar tu rendimiento frente a tu negocio, para responderte, te invito a que hagamos un ejercicio mental:
Imagina que tú eres el capitán de un gran barco, pero por extrañas circunstancias te quedas sin instrumentos de navegación, bajo una espesa niebla, y sin guías para continuar hacia buen puerto; pero tú, creyéndote el mejor capitán del mundo te niegas a atender las advertencias de la tripulación, sigues adelante y no atiendes ni siquiera la voz de la sensatez. ¿Cuál crees que será el resultado? Pues que el barco encalle, naufrague, o peor, se hunda en medio de la fatalidad. Así de grande es el riesgo que corres tú y corre tu marca, cada vez que te dejas arrebatar por el orgullo y el ego.
Entonces, ahora te pregunto, ¿qué prefieres ser, humilde u orgulloso?