Aunque los hombres son la cara histórica del crimen organizado, las mujeres también han estado presentes a la cabeza de los grupos delictivos desde hace más de 100 años, recalcó una especialista al Financial Times.
Un ejemplo claro es el caso de Emma Coronel Aispuro, recientemente arrestada en Estados Unidos por su presunta participación en tráfico internacional de drogas, pero “su arresto habría pasado desapercibido, si no hubiera sido identificada como la esposa del narcotraficante mundialmente famoso Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán Loera”, recalcó Cecilia Farfán Méndez, académica del Centro de Estudios Mexicanos-Estadounidenses de la Universidad de California en San Diego.
La “paradoja de la invisibilidad”, como la nombró la especialista, beneficia a los grupo criminales y el ejemplo perfecto de ello es Emma Coronel. “La cobertura de su arresto no fue sobre su papel en actividades delictivas, sino sobre su matrimonio con ‘El Chapo’”.
En artículo “Women make good crime bosses too” publicado en el Financial Times, Farfán Méndez recalcó cómo los estereotipos de participación femenina dentro de la delincuencia organizada hacen que las mujeres aparezcan como “una excepción y no como una regla”.
Bajo este argumento, el que las mujeres sean posicionadas públicamente como un acto excepcional o como resultado de lazos románticos o familiares, solo “oscurece las funciones gerenciales que desempeñan” dentro del crimen organizado.
María Dolores Estévez Azuleta, mejor conocida como Lola “La Chata, fue otra de las figuras femeninas que llegaron a lo más alto del mundo del narco en la primera mitad del siglo pasado. Fue pionera en infiltrarse en los cuerpos de inteligencia mexicanos para sobornarlos y pagaba grandes sumas de dinero a empresarios y policías para que la dejaran trabajar.
Otro ejemplo es Ignacia Jasso, “La Nacha”, quien se colocó en la cumbre de los capos del narco por haber creado el primer cártel trasnacional mexicano. Ella habría establecido las primeras rutas de abastecimiento hacia los Estados Unidos, mismas que actualmente son utilizadas por el Cártel del Pacífico, de Juárez, el de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) para trasladar sustancias ilícitas.
Pero, a pesar de estos antecedentes, el papel de las mujeres “está vinculado a estereotipos de género que asumen que las mujeres ‘normales’ o ‘reales’ no son violentas, y mucho menos delincuentes”, escribió Farfán Méndez.
Socialmente, explicó, parece no reconocerse que las mujeres también deciden optar por las actividades delictivas . “Las organizaciones criminales a menudo victimizan a las mujeres. Pero la cuestión es que las mujeres pueden ser tanto perpetradoras como víctimas”, aseguró la académica.
Una de las consecuencias de abordar a las mujeres en el narco desde ese punto de vista, puntualizó Farfán Méndez, es que se genera un trato desigual ante la ley y la sociedad. “Como víctimas, las mujeres pueden carecer de igualdad de acceso a la justicia. Como perpetradoras, las mujeres deben rendir cuentas de sus acciones”, advirtió.
En la actualidad, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito ha encargado un documento enfocado en aquellas cuestiones de género que puedan afectar a la Convención contra la Delincuencia Organizada, “En otras palabras, significa trascender la percepción de que Coronel es principalmente la esposa de tú-sabes-quién”, finalizó.