Un coma inducido, una reanimación y una muerte: un año después del inicio del brote en el Reino Unido, el país más afectado de Europa, la familia de Darren Buttrick, de 49 años, superviviente del covid-19, hace un repaso de un año “horrible”.
Cuando cayó enfermo en marzo de 2020, el director de ventas no tenía ni idea del calvario que le esperaba. La epidemia estaba aún en sus inicios en Inglaterra.
La primera muerte atribuida al coronavirus se anunció el 5 de marzo y el primer ministro Boris Johnson declaró el primer confinamiento el 23 de ese mes.
Era difícil imaginar entonces que la epidemia iba a contaminar a más de cuatro millones de personas en un año, que causaría más de 125.000 muertes, provocaría tres confinamientos -el último de ellos aún vigente- y que sumiría al país en su peor crisis económica en tres siglos.
Darren Buttrick es atlético y no tiene antecedentes médicos. Sin embargo, tras una prueba positiva de covid-19, pronto se encuentra ardiendo de fiebre y completamente sin aliento.
En el hospital, el veredicto es claro: su nivel de oxígeno es demasiado bajo, sus órganos corren peligro de fallar y hay que conectarlo a un respirador y ponerlo en coma artificial.
“Tiene 15 minutos para llamar a su mujer y a sus padres para prepararlos”, le dice una enfermera. “Esta podría ser su última llamada”.
“Fueron los peores 15 minutos de mi vida, al oír llorar a mi mujer”, recuerda Darren en el porche de su casa en las afueras de Wolverhampton, en el oeste de Inglaterra. Relata su “miedo” de “no despertar nunca” y de no ver crecer a sus tres hijas.
– Disfrutar de la vida –
Tras varios días al límite, sale finalmente del coma y un tiempo después abandona el hospital.
Su esposa Angela cuenta la lenta recuperación de su marido que “no podía caminar ni respirar” correctamente. “Tardó seis semanas en recuperarse físicamente. Pero aún no avanzó emocionalmente”, comenta a la AFP.
Un año después, este “exadicto al trabajo” cree que haber estado tan cerca de la muerte le “dio una percepción diferente de la vida”. Ha revisado su “equilibrio entre trabajo y vida” y pasa más tiempo con su familia.
Muy agradecido hacia el personal sanitario, Darren quiere ahora “devolver lo que le han dado”.
“Donar mi plasma sanguíneo es mi forma de superar el covid-19”, explica, acariciando su barba roja. Con 24 donaciones en diez meses, Darren ostenta el récord británico, y los anticuerpos de su sangre permitirán, según el Servicio Público de Salud (NHS), salvar a unas 50 personas.
Sin embargo, la familia Buttrick aún no estaba fuera de peligro. Con la aparición de una nueva variante más contagiosa a finales de 2020 en Kent, Angela y su padre, ambos de riesgo, también se contagian el coronavirus.
Ángela logró sobreponerse, con mucha dificultad y, como más de 25 millones de británicos, recibió la primera dosis de la vacuna anticovid-19.
Su padre, que murió en febrero, no tuvo tanta suerte.
“Aplastado”, este hombre de 40 años responsabiliza al gobierno de la relajación de las medidas en Navidad.
“Hemos tenido un año horrible, terrible”, reconoce, abrazando a su pequeño perro blanco. Pensando en el último año -“un capítulo de mi vida”- Darren quiere utilizarlo para tomar conciencia de los riesgos de un virus “que ataca al azar”.
“Ojalá no hubiera tenido covid-19”, dice. “Pero creo que hizo de mí una mejor persona”, concluyó.
AFP