En el 2020, el régimen “recuperó” la A.N. “para devolvérsela a Chávez” en un proceso electoral absolutamente manipulado y fraudulento que no reconoce la oposición ni el mundo democrático. La abstención, tan criticada sirvió para “salvar” al gobierno del presidente (e) Guaidó y su alianza parlamentaria, que sigue siendo una “unidad” política, precaria si se quiere, pero que ha “funcionado”. De haber participado en el fraude, se hubiera perdido este logro, efecto de la unidad opositora del 2015 y debilitado el importante y vital apoyo internacional logrado y que se mantiene.
En el escenario del 2021, el régimen no ofrece otra novedad que su sobrevivencia en el desastre y acumulando sus propias limitaciones, insuficiencias y contradicciones. No están caídos, pero no son tan “fuertes” como se empeñan en aparentar. Hay un evidente desgaste político, un escuálido apoyo popular y en la “caja negra” que es el sector militar, lo menos que puedo decir, es que prevalece la desconfianza interna. En el sector económico emergente de los “nuevos ricos” o burguesía chavista hay indicios que quieren un “arreglo”; regularizar sus riquezas y tranquilidad para disfrutarlas con sus familias. Además está el hecho que los “capitales e intereses” de antes y de ahora, se han ido mezclando. El sector económico, sin distingos, quiere “tranquilidad y seguridad” para invertir. Por otro lado, el resto de la población, está ansiosa por recuperar una relativa normalidad económica y social. Sin tantos apremios y necesidades y que el nivel de incertidumbres disminuya. Guaidó y su alianza política, acaban de demostrar en la práctica que su gobierno es “real”, maneja recursos, es necesario para “manejar y resolver” ciertos problemas, como en este caso, el de las vacunas para controlar la pandemia. Sería decisivo para resolver el problema de la gasolina y sería decisivo para las “ayudas” internacionales. Ahora todo esto pasa por una negociación seria, con acompañamiento y garantías internacionales y elecciones libres, a partir de un CNE que genere confianza y respeto a los resultados (donde gane un opositor, nada de “protectores” ni saboteo de gestión). Entiendo que la Comisión Noruega de Paz está o estuvo en el país. Es una buena oportunidad para empezar a construir una nueva posibilidad de solución política y la principal responsabilidad es del régimen, con el nombramiento del nuevo CNE y en anular la absurda pretensión de reducirnos a todos los trabajadores a una sola nómina de empleados públicos mendicantes y con ello terminar de anular la Autonomía Universitaria que es un derecho constitucional así como acosan e intervienen la educación privada católica que tiene 31 años vigente, vía Convenio entre AVEC (Asociación Venezolana de Educación Católica) Fe y Alegría y el gobierno. Chávez respetó el Convenio y el propio Maduro, hasta ahora. De insistirse en el atropello, sólo puede entenderse, como que el proyecto castro-comunista sigue y ello anularía todo lo que una negociación seria intentaría lograr, una vía racional y práctica para una transición democrática.
La mayoría de los partidos políticos se están preparando para participar, sus bases se lo están exigiendo y muchos dirigentes, sin dejar de presionar por las condiciones electorales. La política se define en la realidad y en su complejidad y en una especie de física del-poder. El gobierno no está caído, pero la oposición sigue, no se ha rendido, a pesar de amenazas, exilios y cárceles y está demostrando fuerza y voluntad de resistencia y aunque de manera insuficiente, que también es gobierno y tiene sus fortalezas: recursos financieros y económicos; apoyos internos y externos y quizás lo más importante, el descontento y el deseo general de un cambio de gobierno y políticas con sus respectivas oportunidades de progreso personal y colectivo. Es hora que entienda el régimen, que su proyecto es inviable e insostenible, los tiempos cambian, sólo les queda la represión y ésta también tiene sus límites. En la historia abundan los ejemplos y un marxista debe conocer la canción “cuando la tortilla se vuelva”. Mientras más dilaten la “solución” pacífica y democrática, peor para todos, incluidos ellos que aumentan sus riesgos y peor para el país. Apostamos por la locura y la destrucción o prevalece el sentido común. En lo personal, aspiro a lo último.