¿A qué se parecerá la vida cuando casi todos estemos vacunados? Israel señala el camino hacia el final de la pandemia

¿A qué se parecerá la vida cuando casi todos estemos vacunados? Israel señala el camino hacia el final de la pandemia

Clientes disfrutan de un almuerzo en un restaurante en Jerusalén.ABIR SULTAN / EFE

 

 

 

Prácticamente no hay Gobierno o epidemiólogo en el mundo que no tenga un ojo puesto ahora mismo en Israel para saber qué se puede esperar cuando la lenta campaña de vacunación despegue definitivamente en el resto del mundo.

Jorge Millán // 20 MINUTOS

¿Se vaciarán los hospitales y nos olvidaremos para siempre de las curvas? ¿Volverán las fiestas masivas, las discotecas, los conciertos? ¿Lograremos la tan ansiada inmunidad de grupo? ¿Arderán hogueras de mascarillas por las calles para celebrar el fin de la pandemia?

Aunque todavía es muy pronto siquiera para imaginar un mundo postpandemia, Israel, donde la mitad de la población ya ha sido vacunada por completo, puede darnos alguna pista sobre qué cosas podrían cambiar (y cuáles seguir igual) cuando en España se generalice la vacunación -actualmente la cobertura con dos dosis apenas llega al 5%-.

El acceso a la vacuna es tan común que no es raro encontrarse puestos ambulantes donde recibir un pinchazo sin cita previa en zonas de ocio.

En este pequeño país de casi 9 millones de habitantes ya han recibido las dos dosis prácticamente todos aquellos que lo han querido. Si se excluye a los menores de 16 años -en quienes aún no se ha probado la vacuna- y a las personas en las que el fármaco está contraindicado, más del 90% de la población ‘vacunable’ ya ha recibido su primera dosis.

Al país hebreo apenas le ha tomado tres meses completar su campaña de vacunación, una velocidad sin igual en todo el mundo que solo ha sido posible por una serie de factores muy específicos: poca población repartida en poco territorio, un sistema sanitario altamente digitalizado y lo que es más importante: un acuerdo exclusivo y confidencial entre Pfizer y el Gobierno que ha permitido al país heleno recibir dosis a cambio de ceder a la multinacional farmacéutica datos sobre el proceso.

Y las consecuencias del proceso son palmarias. Los contagios, la positividad, las hospitalizaciones, los ingresos en UCI y las muertes se han desplomado después de haber tocado techo a finales de enero. Además, las cifras no han dejado de caer pese a que el país ha ido levantando poco a poco un férreo confinamiento decretado el 27 de diciembre del año pasado.

Ahora, quienes han recibido las dos dosis de la vacuna o han superado la infección pueden obtener un salvoconducto denominado green pass que se puede llevar en el móvil y con el que acceder a bares, restaurantes, estadios de fútbol o discotecas, eso sí, todavía con mascarilla y con restricciones en aforos y distancias de seguridad.

“La gente se ha echado a las calles con desesperación y con ganas”

“El primer fin de semana que pude nos fuimos a tomar una copa y había una sensación de euforia. Parecía fin de año”, cuenta a este periódico Marcela, residente en Tel Aviv. “Nos encontramos con amigos que hacía meses que no abrazábamos. La sensación es de euforia”, añade.

Pese a que aún hay restricciones en vigor, la confianza entre la población hace que cada vez se cumplan menos. “Cada vez se ve a más gente sin mascarilla, la gente pasa más”, explica Alejandro, un joven veinteañero español que disfruta de una beca del ICEX en esa misma ciudad. “Están todos los bares llenos todos los días. La gente tiene ganas de salir”.

“La gente se ha echado a las calles con desesperación y con ganas. Llevábamos muchos meses de cierre”, cuenta Ludmila, canaria y también residente en Tel Aviv, aunque puntualiza que si un español viajara a Israel quizá no notaría gran diferencia con lo que se vive en la Península. “Ahora hay una normalidad, que no es muy distinta de la que vivís en determinados sitios de España, como Madrid”.

El acceso a la vacuna está tan generalizado en la vida cotidiana que no es raro encontrarse puestos ambulantes donde recibir un pinchazo sin cita previa en lugares como centros comerciales y zonas de ocio. “Vas en coche, te vacunan y continúas tu camino”, explica Jonathan un español de origen melillés residente en Harish, una ciudad situada a poco más de 100 kilómetros al norte de la capital, Jerusalén. “Lo que yo he sentido es que el que no tiene vacuna es porque no quiere”

Los cuatro hispanoablantes con los que ha contactado 20minutos.es se han vacunado. “Después de vacunarme sentí que me saqué un peso de encima”, cuenta Marcela, que ya ve una luz al final del túnel de la pandemia.

“Al principio era un poco reacio [a la vacuna], pero tal y como está la cosa, con la facilidad que tenemos, es ir en contra del sistema. Todavía no sé de nadie que haya tenido experiencia negativa”, defiende Jonathan. “Ese miedo de pensar que te puedes contagiar ya lo tienes un poquito olvidado. Siempre hay casos, pero pensar que puedes contagiarte es como pensarlo de cualquier otra enfermedad”, concluye.

Siguiente paso, el fin de las mascarillas en exteriores

“Hacer frente a la pandemia es un desafío continuo. Es difícil encontrar el equilibrio adecuado entre abrir los comercios y la educación y a la vez mantener cierto nivel de precaución”, cuenta Hagai Levine, profesor de Epidemiogía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y expresidente de la Asociación de Médicos de Salud Pública de Israel.

“Creemos que deberíamos aliviar ya algunas restricciones, como la obligatoriedad de llevar mascarilla en espacios abiertos públicos”, añade el epidemiólogo. “Surgen nuevos dilemas éticos y profesionales, como el green pass: ¿deberíamos abrir ciertas actividades solo a la gente que se ha vacunado y tiene poco riesgo?”, se pregunta.

Exit mobile version