Gehard Cartay Ramírez: El Régimen de las mentiras

Gehard Cartay Ramírez: El Régimen de las mentiras

En Estados Unidos analistas y periodistas contabilizaron y publicaron las mentiras que habría dicho Trump durante su gobierno. Si aquí se hiciera algo así con respecto a las mentiras de Maduro habría material para varios volúmenes gruesos.

Es que la mentira es un asunto genético para este régimen. Forma parte de su propia naturaleza. Se han publicado testimonios según los cuales el teniente coronel Hugo Chávez Frías engañó a cientos de soldados el 4 de febrero de 1992 y se los llevó a Caracas con la mentira falaz de que había que afrontar problemas de orden público. Ya se sabe que centenares de ellos murieron en los enfrentamientos, junto a civiles inocentes, mientras el jefe de la asonada se ocultaba en el museo militar.

Pero las mentiras eran también “políticas” e “ideológicas”. Quien lea hoy el manifiesto que los golpistas de 1992 publicaron el 24 de junio de ese mismo año para justificar su felonía criminal, encontrará mentiras de todo tipo: desde la exageración según la cual el gobierno del presidente Pérez “había devenido en una dictadura, que como tal se arroga todos los poderes del Estado”, pasando por la invención de que entonces en Venezuela “no existía separación alguna entre las ramas del Poder Público”, sin faltar la falacia de que su intentona golpista estaba dirigida a “asegurar la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y las leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación”(¡!). (Al año siguiente, estas mentiras de los golpistas de 1992 fueron desmontadas con el juicio y la posterior destitución de CAP.)





Por esta misma compulsión mentirosa, en la campaña electoral de 1998 el candidato Chávez inundó los medios de comunicación masivos -que entonces se le abrieron como un paraguas- con otras falsedades de grueso calibre y desvergüenza absoluta, anzuelo que le permitió pescar unos cuantos votos de los ingenuos que las creyeron. Fue así como prometió que si ganaba sólo estaría cinco años en la presidencia; que si no cumplía sus promesas renunciaba al cargo; que era contrario a la reelección presidencial; que respetaría la propiedad privada; que atraería y estimularía la inversión nacional y extranjera; que Cuba era una dictadura condenable; que garantizaría la libre actividad de los partidos políticos, los medios de comunicación, los gremios y los sindicatos; y un largo etcétera de embustes que pueden buscarse en los archivos escritos y audiovisuales de la época.

¿Puede extrañarnos entonces que durante estos 22 años la mentira sistemática haya sido su sustento fundamental? ¿Puede asombrarnos la lluvia de mentiras de Maduro desde que asumió el poder? Por razones de espacio no podremos referirnos a todas ellas. Pero hay una larguísima cadena de embustes que ha sido denunciada varias veces en las redes sociales, con informaciones de la propia prensa del régimen y videos aparecidos en la televisión estadal y la que lo apoya. Son mentiras recicladas que datan del 2013, y que se repiten siempre ofreciendo que el año próximo “la economía venezolana va a mejorar” y que “le va a torcer el brazo al dólar imperialista”. Lo ha dicho luego en 2014, en 2015, en 2016, en 2017, en 2018, en 2019 y en 2020. Pero la economía está cada vez peor y la dolarización del país es ya un hecho irrebatible. Y así como esta mentira refrita cada año, son miles las que ha venido repitiendo.

Pero donde este muestrario ha resultado insuperable es en lo concerniente a la pandemia del Covid19. El 29 de diciembre pasado Maduro anunció la compra de 10 millones de vacunas rusas y dijo entonces que tres meses después, o sea, este pasado 29 de marzo, se les estarían aplicando a igual número de venezolanos. No creo que haya necesidad de decir que fue una mentira más, pues los hechos, por si solos, lo demuestran. A estas alturas se dice que han llegado al país alrededor de 300 mil vacunas y, hasta ahora, sus beneficiarios han sido la privilegiada cúpula del régimen, comenzando por Maduro -que tuvo el tupé de trasmitir “en vivo” su vacunación por TV-, sus familiares, los infaltables “enchufados”, testaferros y amigos, así como un reducido sector del personal de salud, porque la gran mayoría no ha sido aún inmunizado.

Las mentiras posteriores han sido de igual calibre, aunque buena parte de los venezolanos las hayan tomado a guasa, a pesar de todo. Figuran allí, en principio, una supuesta “molécula” que fue anunciada “urbi et orbi” como una cura definitiva del Covid19, aunque luego de varios días no la volvieron a mencionar. Algún tiempo después anunció otra cura –“unas gotitas milagrosas”-, pero, al igual que la anterior solución, la comunidad científica nacional e internacional no les otorgó ningún reconocimiento, y menos aún los organismos mundiales que tienen que ver con la salud.

Y uno se pregunta si todas estas falsedades que se emiten desde el poder, en medio de esta terrible tragedia que sufrimos, no son otra burla más a los venezolanos, al igual que la vergonzosa ineptitud del régimen frente a la epidemia y el insólito hecho de que hoy nuestro país se encuentre entre los últimos que aún no han iniciado la vacunación masiva de sus habitantes, también castigados por el Covid19 y su legión de muerte. Estamos a la zaga de casi todos los países del continente americano y de Europa, y, peor aún, por detrás de muchos países africanos que, en medio de su pobreza, han hecho esfuerzos singulares para vacunar a su población.

Aquí, en cambio, estamos en presencia de un genocidio.