El principal objetivo de las vacunas frente al SARS-CoV-2 generadas hasta la fecha no es otro que protegernos de desarrollar la enfermedad y de fallecer. Pero, ¿Conseguimos la misma protección vacunándonos que infectándonos de manera natural? ¿Es necesario vacunar a quienes en algún momento han dado positivo para SARS-CoV-2?
Por ABC
Antes de responder a estas preguntas, conviene aclarar algunos conceptos. El primero de ellos, que la inmunización frente al SARS-CoV-2 se puede conseguir de dos maneras: mediante una inmunización pasiva, consistente en la inoculación de anticuerpos frente al virus; o mediante una inmunización activa, ya sea como consecuencia de la infección o a través de la vacunación.
Mientras la inmunización pasiva es efímera, la activa es completa y perdurable. Se debe a que estimula la proliferación de linfocitos B, productores de anticuerpos específicos frente al virus, y la de linfocitos T, que inducen el ataque específico a células infectadas.
De qué depende la memoria inmune
Lo interesante del asunto es que una parte de esos linfocitos estimulados prevalecen en el tiempo. Eso significa que actúan como memoria inmune adaptativa que se reactiva tras la infección por el mismo virus u otro similar. En el caso de ser estimulados de nuevo, estos linfocitos reaccionan más rápido y de forma más contundente que la primera vez que se enfrentaron al virus, previniendo la enfermedad.
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