Abraham Lincoln, quien ejerció como decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, además de político, abogado y ser recordado por preservar la Unión, abolir la esclavitud, fortalecer el gobierno federal y modernizar la economía de su país, fue además un creador e inventor, que diseñó un sistema para poner a flote y levantar botes o barcos atascados o encallados en bancos de arena o bajos, que patentó y el cual que le acredita como el único presidente norteamericano en haber sido titular de una Patente de Invención.
Fue así como Lincoln, afirmó pocos años después en una serie de discursos que dedicó a las invenciones y descubrimientos, al referirse a como el sistema de patentes que apareció por primera vez en Inglaterra en 1624 y adoptado por la Constitución de los Estados Unidos, cambió lo que tradicionalmente ocurría hasta entonces, cuando cualquiera podía favorecerse utilizando y replicando la invención de cualquier otro, sin que el inventor obtuviese alguna ventaja por su invención, al asegurarle al inventor por un periodo de tiempo determinado, el derecho de exclusiva sobre su invento, convirtiéndose ello en el combustible del ingenio, para crear y producir cosas nuevas y útiles.
Con precedentes como el descrito, no es una casualidad que el sistema de patentes de los Estados Unidos se haya instituido como el sistema de referencia global en la materia, pero además en el destino soñado de todo creador, no solo por lo que representa como mercado, sino porque además es un territorio donde se promueve, protege y respeta efectivamente ese derecho de exclusiva que otorga a su titular una patente de invención. De hecho, resulta más que relevante, el hecho de que un país como EUA, con poco menos de una cuarta parte de los habitantes de China, sea después de éste, el mayor receptor de solicitudes de patentes, casi duplicando al tercer lugar que es Japón, o triplicando al tercero que es Corea del Sur.
Pese a los antecedentes y no obstante lo que podría esperarse en materia de propiedad intelectual e invenciones en una crisis de salud que como la del COVID-19, y ante la extraordinaria respuesta de la ciencia y la industria farmacéutica en la producción ya de múltiples opciones de vacunas en tiempo record, la administración de ese país gendarme de la defensa de los creadores e inventores, ha dado lo que algunos califican como una gran sorpresa, con la firme posición expresada por el Presidente Biden, al apoyar la exención o levantamiento temporal de protecciones por la vía de patentes a la tecnología asociada a la producción de vacunas contra el coronavirus, bajo el argumento de que una situación extraordinaria como la que representa la pandemia, demanda respuestas y soluciones extraordinarias.
Paradójicamente, el apoyo dado por la presidencia de Biden a relajar la propiedad intelectual relacionada con las vacunas, decisión que no pocos problemas y críticas le traerá en su país, justamente no beneficia para nada a los Estados Unidos, que a la fecha ya cuenta con poco más de la mitad de su población vacunada, sino que más bien es un espaldarazo a la necesidad de acelerar la producción y distribución de vacunas a países con porcentajes muy bajos de inmunizaciones, impulsado este hecho además por la grave crisis que ha detonado en India durante las últimas tres semanas, cuyo brote representa actualmente al menos el 45% de los contagios globales.
Para aquellos que demonizan a la propiedad intelectual, lo que se asoma en la materia ante la crisis de la pandemia y la posibilidad de alcanzar una masificación nunca antes vista en cuanto se refiere a vacunación, nos permite extraer algunas lecciones, comenzando por el hecho de que el ingenio se nutre de la expectativa de un derecho de exclusiva sobre la invención, y continuando con la extraordinaria realidad de que la solución para situaciones de graves amenazas a la salud pública, las provee el mismo sistema de patentes, que permite excepciones como la planteada por India y Suráfrica ante la Organización Mundial de Comercio, respaldada ahora por los Estados Unidos.
El reto de la administración Biden y en general de las economías poderosas, fieles defensoras y promotoras del respeto a los derechos de propiedad intelectual, es asegurar a la también poderosa industria farmacéutica, gracias a la cual el mundo cuenta hoy con varias opciones de vacunas contra el coronavirus, que el levantamiento y exención a la exclusividad sobre sus tecnologías, se limite a lo estrictamente necesario sin que ello se traduzca en un abuso de derecho, pues solo así tendremos garantías de que una probable situación futura similar, tenga una respuesta como la que brindó la ciencia en tiempos insuperables.
Abogado. Especialista en Propiedad Intelectual.
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC) y Director de GR LEX Américas
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