“Nos mandaron a desalojar por el conflicto armado que hay allá”, dijo la venezolana Yerli Mangual, al resumir lo que describió como los momentos más difíciles de su vida a causa de los enfrentamientos entre la Guardia Nacional Bolivariana y la disidencia de las FARC en la frontera colombo-venezolana.
Por Jair Díaz / vozdeamerica.com
Los enfretamientos entre guerrilleros organizados en el ahora conocido Frente Décimo Martín Villa y guardias venezolanos, empezaron el 21 de marzo pasado, generando el desplazamiento de 6.000 venezolanos del estado Apure a Colombia.
“Las familias que mataron en ese día, los sacaron de la casa, de su hogar y se los llevaron y los asesinaron. Es una situación muy dolorosa”, cuenta Yerli.
Estos choques armados entre la Guardia Nacional Bolivariana y los grupos ilegales colombianos han generado la ejecución de personas, detenciones arbitrarias, el procesamiento de civiles ante tribunales militares, y torturas contra los habitantes acusados de colaborar con grupos armados.
En 2019, los presidentes Nicolás Maduro e Iván Duque rompieron relaciones diplomáticas y, hasta el momento, se mantiene la tensión, por lo que de acuerdo con expertos se dificulta aún más la resolución del conflicto.
Entre tanto, el río Arauca sigue siendo la ruta de comunicación y de escape de los habitantes de La Victoria en Apure, que huyen de los combates. Estas aguas, que separan a Colombia y Venezuela, son el puente por el que cruzan decenas de ciudadanos venezolanos buscando alimentos, refugio y un mejor mañana.
Ante la situación de inseguridad, y más allá de la política, los venezolanos que ahora viven en albergues en Arauquita en Colombia, dicen que lo que más desean es retornar a su rutina, de la que añoran, hasta las cosas más sencillas.
“A la semana que ya estábamos aquí, regresé por los animales porque estaban solos allá, aguantando hambre; la lora, el loro, el perro. La gata la tenía aquí, pero la llevé otra vez a la finca porque no caminaba, solamente amarrada”, dijo Carlos Javier Soteldo.
Con el pasar de los días, la esperanza puesta en volver a casa se llena de incertidumbre. Así lo cuenta Soteldo, de 20 años, y quien salió junto a su esposa huyendo de los disparos y las amenazas. Ahora encara su presente con entereza, y dice que extraña la vida de antes.
“Estar allá de nuevo, porque estar aquí estamos bien; pero a la vez estar retirado de su casa, de su hogar, de su tierra, de sus animales, es difícil. Se me murieron las gallinas, los patos, el resto de gallinas cuando voy, les echo comida, pero se han perdido muchas cosas”, relata Soteldo.
Aún así, los más de 6.000 venezolanos que se encuentran en los albergues de Arauquita, no pierden la esperanza de regresar a su hogar.
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