Irrumpían a la fuerza en casas de judíos y les obligaban a desnudarse, les medían las narices y les sacaban fotos como si fueran meros objetos. Fue el trabajo de dos antropólogas al servicio de las ideas racistas de los nazis en la Polonia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.
Bajo el título “La mirada helada”, el museo vienés Casa de la Historia de Austria muestra ahora más de 2.000 fotografías de 565 mujeres, hombres y niños judíos, tomadas por las investigadoras austríacas Maria Kahlich y Elfriede Fliethmann en el gueto de Tárnow en 1942.
La exposición contrasta esas imágenes con otras anteriores de cerca de cien familias y sus biografías, reconstruidas en décadas de investigación, pues de los fotografiados solo 26 personas sobrevivieron al Holocausto y pudieron contar lo ocurrido.
“El título fue escogido porque estas fotografías fueron sacadas sin ninguna empatía. Ellas, como antropólogas, degradaron los cuerpos de mujeres, hombres y niños a ‘materiales'”, explica a Efe Margit Berner, una de las comisarias de la exposición.
UNA CIENCIA AL SERVICIO DEL CRIMEN
Kahlich y Fliethmann viajaron a Tarnów en marzo de 1942, en el marco de un proyecto de “investigación racial” sobre los “judíos orientales típicos”, un “estudio” que evidentemente debía confirmar el racismo de Adolf Hitler y su régimen nacionalsocialista.
Situada en el sur de Polonia, cerca de Cracovia, esa ciudad estaba entonces ocupada por el Tercer Reich. Antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial tenía unos 40.000 habitantes, de los cuales casi la mitad eran judíos.
Berner recuerda que, tras años de convivencia pacifica entre grupos de diversas religiones, el régimen nazi convirtió en un infierno la vida en Tarnów, y en especial la de los judíos, a quienes despojó de sus viviendas y de todas sus pertenencias.
Luego los obligó a hacinarse en un gueto antes de trasladarlos al cercano campo de exterminio de Auschwitz o asesinarlos allí mismo. Los pocos que pudieron sobrevivir, revela Berner, lograron esconderse en los tejados de algunos edificios y luego huir.
Para tomar sus “muestras”, Kahlich y Fliethmann llegaron “justo a tiempo”, tres meses antes de la gran masacre en la que fueron asesinados casi la mitad de los habitantes de la ciudad, y poco antes de la desaparición total de los judíos y su gueto.
Durante semanas, explica la experta, ambas mujeres invadían sin previo aviso los hogares y no se limitaban a tomar fotografías de quienes allí vivían, sino que para medir las dimensiones de sus cuerpos los obligaban a desnudarse.
“Algunos supervivientes recuerdan estas intervenciones porque supusieron traumas que les dejaron en estado de shock”, relata la investigadora.
En los informes, muy detallados, de sus mediciones, las científicas se refieren a esas personas, que identificaban solo con números, como “objetos” o “muestras” sin valor humano, subraya.
COMPLICIDAD IMPUNE
Ambas vivieron tras la guerra completamente impunes, a pesar de pisotear los derechos de esas personas y ser cómplices de los crímenes contra la Humanidad del régimen nazi.
La única consecuencia que tuvieron que asumir, una vez acabada la guerra, fue dejar sus empleos públicos y pasar al sector privado.
Kahlich trabajó como perito forense y colaboró con la Universidad de Viena, ciudad en la que murió en 1970, mientras que Fliethmann se empleó como trabajadora social en Berlín Occidental, donde falleció en 1987.
LA LARGA RECONSTRUCCIÓN
Fue Berner quien, en 1997, trabajando como conservadora del Departamento de Antropología del Museo de Historia Natural de Viena, encontró las fotos “frías” en unos almacenes, dentro de una caja con la inscripción “Tarnów Judíos 1942”.
A pesar de que necesitó décadas, la científica describe su trabajo de investigación como un “reto gratificante” que le permitió reconstruir gran parte de más de 500 biografías.
También consiguió imágenes “reales” de las víctimas, tomadas por amigos y allegados en sus vidas anteriores a la persecución nazi.
“Esto fue muy importante. Los familiares nos ayudaron a encontrar fotos ‘cálidas’ para poner en contraste con las ‘frías'”, comenta la experta austríaca.
Esta exposición, abierta hasta el 14 de noviembre, intenta así rescatar la humanidad de las víctimas, reflejando cómo vivían su día a día antes del Holocausto.
ADVERTENCIA PARA EL FUTURO
Para Berner, este oscuro capítulo de la historia debe servir también para reflexionar sobre la función de la ciencia.
“Los propios antropólogos podemos cuestionarnos cómo trabajamos en nuestros estudios e investigaciones. Es un rincón del que todos podemos aprender algo”, comenta la comisaria.
Con la exposición, la Casa de Historia de Austria, en colaboración con el Museo de Historia de Viena, la fundación Topografía del Terror y la Fundación en Recuerdo a los Judíos Asesinados en Europa, busca asimismo rendir homenaje a las víctimas del Holocausto en Polonia.
EFE