El problema con mostrar una vida perfecta es que, cuando la ilusión se rompe, la caída parece mucho más estrepitosa. En la última década, Bill Gates construyó una imagen como filántropo global y visionario, que desde el estallido de la pandemia de COVID-19 lo puso en el centro de la escena internacional como uno de los mayores y más comprometidos expertos en el tema. También, de la mano de su ahora ex mujer, Melinda French Gates, aprendió a mostrarse como un nerd amable, y se convirtió en un referente admirado de la ascendente cultura geek: hasta hizo un cameo en la popular serie The Big Bang Theory.
Por infobae.com
Pero desde que hace dos semanas confirmó su divorcio tras 27 años junto a la madre de sus hijas Jennifer (25), Rory (21) y Phoebe (18), una serie de denuncias en prestigiosos medios amenazan con quebrar ese perfil. Para algunos, el multimillonario cofundador de Microsoft podría convertirse incluso en una especie de Weinstein de la tecnología, un caso testigo de los abusos de los poderosos señalados por el #MeToo en una industria que hace tiempo es señalada por su machismo.
Un extenso artículo de The New York Times publicado el domingo pasado asegura desde su mismísimo título que, aunque haya logrado que no trascendiera, en algunos círculos, Gates ya se había hecho mala fama por sus “conductas cuestionables” mucho antes de su separación.
Acusaciones de acoso, una relación impropia con una empleada, y sus vínculos con el desaparecido financista, pedófilo y agresor sexual Jeffrey Epstein, por los que la propia Melinda –que comenzó su noviazgo con Gates cuando era jefa de Producto de su compañía– no había ocultado su inquietud, son parte del cóctel que podría destruir la reputación del magnate.
El Wall Street Journal sostuvo en una nota del mismo día que la verdadera razón por la que el genio detrás de la revolución de las computadoras personales renunció al directorio de su propia empresa en 2020 radica en las pruebas de su romance con una ingeniera del staff del gigante del software. Sus colegas del board habían encargado a un estudio de abogados una investigación al respecto en 2019, luego de que la mujer alegara en una carta que había sido la amante de Gates durante años. Según trascendió, algunos de los miembros del directorio consideraron que no debía seguir al frente de la compañía en esas circunstancias; pero el multimillonario dio un paso al costado antes de que la investigación terminara y se pudiera tomar una decisión al respecto.
Por lo menos en algunas oportunidades, dice el Times, Gates, de 65 años, intentó salir con mujeres que trabajaban para él en Microsoft y en la fundación que tiene junto a su ex esposa desde el 2000 y en la que ya anunciaron que seguirán compartiendo funciones pese al divorcio. De acuerdo con las fuentes que cita el diario, Melinda tampoco quedó conforme cuando, hace tres años, el contador de toda la vida de su ex marido, Michael Larson, fue acusado de acoso sexual. La víctima, que era gerente de un negocio de bicicletas en Washington, parte del vasto portfolio de inversiones de los Gates que manejaba el contador, le habría pedido ayuda al matrimonio para que resolviera la situación antes de avanzar con acciones legales. Gates prefirió entonces cerrar un acuerdo con la denunciante en privado, pese a que Melinda insistió en que se iniciara una investigación pública. Ahora aquello aparece como una posible muestra de los manejos históricos del magnate respecto de estas cuestiones: el asunto no solo se ocultó, sino que Larson sigue en su cargo.
Cuestionado por generar “un clima de trabajo incómodo”, su vocera, Brigitte Arnold, admitió que la relación de Gates con la ingeniera que lo denunció ante el directorio existió. “Tuvieron una aventura hace veinte años que terminó de manera amigable –dijo–. Pero su decisión de dejar su lugar en el board de Microsoft no tuvo nada que ver con eso”.
Sin embargo, no sería la única empleada de la compañía con la que el entonces CEO tuvo o intentó tener romances.
La propia Melinda conoció a Gates cuando él era técnicamente su jefe. El ya era uno de los multimillonarios más jóvenes del mundo y estaba a cargo de la empresa cuando ella entró a trabajar en las oficinas de Seattle en 1987, tras graduarse en la universidad de Duke. Durante toda su vida pública como uno de los matrimonios más ricos y sólidos del planeta, los dos se encargaron de poner el foco en el lado más tierno y simpático de esa historia: cómo se sentaron juntos en una comida después de una feria en Nueva York en la que ella descubrió que él era “más gracioso de lo que esperaba”, cómo él planeó un encuentro no tan casual en el estacionamiento de la empresa para invitarla a salir “en dos semanas”, y cómo ella conminó a aquel nerd de 32 años a “ser más espontáneo” si pretendía tener algo con ella.
Con los ojos del mundo puestos en las posibles implicancias sociales y financieras de la disolución de la pareja, y sin una socia que lo sostenga, los enfoques sobre el tema están fuera de control. Son muchos los que señalan que, desde que se casó con Melinda en 1994, Gates nunca dejó de perseguir mujeres en el trabajo, algo por lo menos inapropiado para alguien en su posición, y que hace tiempo sus colegas consideraban peligroso teniendo en cuenta que era la cara más visible de una multinacional que cotiza en la bolsa y de una de las iniciativas filantrópicas más influyentes del mundo.
En 2006, por ejemplo, después de ver la presentación de una de sus empleadas, el entonces presidente de Microsoft le mandó un mail a la oradora apenas dejó la reunión para invitarla a comer. “Si esto te hace sentir incómoda, hacé de cuenta que nunca pasó”, le escribió a la mujer, según las fuentes consultadas por el Times. La empleada que, efectivamente se sintió incómoda –¿Cómo no hacerlo ante un avance del presidente de la firma frente al que acababa de hacer una exposición laboral? ¿Cómo estar segura de que su trabajo, evidentemente subestimado, no estaba en juego?–, hizo de cuenta que aquello nunca había pasado.
Uno o dos años después, según las fuentes consultadas por el mismo diario, en un viaje a Nueva York en nombre de su fundación, Gates intentó seducir a una de las empleadas de la organización que estaban en la comitiva. En un cóctel que era parte de las actividades programadas, se le acercó bajando la voz y le dijo: “Quiero verte, ¿querés ir a comer conmigo?”. Bajo la condición de que su identidad no trascendiera, la mujer confió al New York Times que también se sintió incómoda, y que entonces solo atinó a reírse para evitar darle una respuesta a su jefe.
Por el momento son seis en total las empleadas y ex empleadas de Microsoft, de la fundación que también lleva el nombre de su ex esposa y de la firma que maneja su fortuna, quienes aseguran que estos incidentes se repitieron en el tiempo y que crearon un clima laboral incómodo.
Varios empleados dicen que, aunque hayan desaprobado el comportamiento de su jefe, nunca fue suficiente para considerarlo un depredador sexual: no presionaba a las mujeres para que aceptaran sus avances para mantener sus carreras, y parecía darles espacio para negarse a aceptarlos. Por supuesto que, el hecho de que esa presión no fuera explícita –o de que su autor se cuidara de no explicitarla–, no la hace menos real: siempre se trató de empleadas ante uno de los hombres más poderosos del mundo, que no estaba acostumbrado a recibir un “No” como respuesta, y menos en el trabajo. De cualquier manera, al interior de su compañía, Gates se hizo conocido por la torpeza de sus intentos de seducción, dentro y fuera de la oficina, y los rumores sobre su vida privada se convirtieron en moneda corriente.
Algo que empeoró cuando, en octubre de 2019, salió a la luz su vínculo con Epstein, a quien el genio del software conoció en 2011, tres años después de que el financista acusado de sostener una red de trata se declarara culpable de prostituir a una menor. Como en el caso de su contador, fue un hecho público que Melinda desaprobaba esa amistad. También que, de la misma manera, Gates siguió frecuentándolo, de acuerdo con fuentes que los vieron juntos en varias ocasiones.
En una nota que también publicó The Daily Beast, un testigo de aquellos encuentros asegura que Gates usaba la casa de Epstein en Nueva York como “un lugar de escape de su matrimonio tóxico”, algo sobre lo que los dos magnates bromeaban frente a otros invitados. “A Gates le gustaba la libertad del refugio de Epstein, donde siempre circulaban figuras relevantes y se debatía sobre cuestiones internacionales entre chistes y chismes, en un clima de club de hombres”, dice.
Otro de los participantes de aquellas reuniones “en las que los caballeros siempre estaban rodeados de mujeres jóvenes y atractivas”, dijo en off the record que “Bill y Jeffrey eran muy cercanos”. Y agregó: “Ir a su casa era un respiro de Melinda, lo hacía para alejarse de ella”, por lo que Epstein habría aconsejado a Gates sobre cómo separarse.
La indignación de Melinda pasó a mayores cuando en 2013 conoció al financista en un hotel de Nueva York, a donde la pareja había viajado para recibir un premio. Entonces, le exigió a su marido que dejara de verse con Epstein, en un gesto por el que Gates debería estar agradecido: probablemente con eso lo haya rescatado de una crisis de reputación aún más grave que la que atraviesa hoy. Aunque puso mucho más empeño en salvar la suya: según reveló The Wall Street Journal, fue cuando aquella relación se hizo pública, luego del suicidio de Epstein en la cárcel, que Melinda contrató a los abogados que hace dos semanas cerraron su acuerdo de divorcio.
Ahora hay quiénes se preguntan también si el fuerte compromiso con la agenda feminista que Melinda promovió cada vez más durante los últimos tres años, no fue parte de su estrategia para despegar su imagen de la del padre de sus hijas. En octubre de 2019 –el mismo mes en el que se reveló ante la opinión pública la amistad que había existido entre Gates y Epstein–, la filántropa anunció que donaría US$1.000 millones para impulsar “el poder y la influencia de las mujeres en los Estados Unidos”.
Por entonces, escribió en una columna de la revista Time: “Aunque la mayoría de las mujeres trabaja ahora full-time (o incluso más), todavía nos hacemos cargo de la mayor parte de las tareas de cuidado; enfrentamos discriminación y acoso sexual generalizados; y estamos rodeadas de representaciones estereotípicas que perpetúan esas nocivas desigualdades de género”.
Con los diarios del último domingo, es fácil pensar que aquel mensaje tenía como destinatario a su hoy ex marido.