El 12 de abril de 2020 Infobae reproducía una nota sobre el documental periodístico que ponía en duda el relato oficial del régimen chino sobre el origen del coronavirus y que fue censurado por diferentes plataformas digitales. Hasta esa fecha, la pandemia por coronavirus no había provocado la tragedia actual, aunque se encaminaba en ese sentido. Sin embargo, diversos árbitros de redes sociales cuestionaron las versiones sobre un origen no natural del virus y decidieron sancionar a aquellos medios que habían decidido darle a su público una alternativa al mensaje de Beijing.
Por infobae.com
Ayer, una de las más importantes redes sociales anunció que ahora sí daría espacio a los trabajos periodísticos que hablaran sobre la posible filtración humana del virus al resto de la población a partir de un accidente -o no- en el Instituto de Virología de Wuhan. Fue luego de que el presidente Joe Biden anunciara que había encargado a sus agencias de inteligencia un informe sobre los orígenes del COVID-19.
A continuación el texto completo de aquella nota:
Según un nuevo documental que indagó en el origen del nuevo coronavirus, que al 11 de abril había causado casi 1.800.000 casos de COVID-19 en el mundo, con casi 110.000 muertes, es improbable que la causa de la pandemia que ha detenido el planeta se halle en el mercado de animales de Wuhan, como ha insistido en presentar el Gobierno de China. En el trabajo, que puede verse completo en el canal de YouTube Crossroads, del periódico The Epoch Times, el periodista Joshua Philipp trazó un camino alternativo que conduce al laboratorio de bioseguridad nivel 4 del Instituto de Virología de esa ciudad, donde, como agravante, el SARS-CoV-2 podría haber sido un diseño o recombinación de fragmentos de distintos virus para facilitar su ingreso a los humanos, parte del estudio que realiza la científica Shi Zhengli.
De acuerdo a Philipp -quien “escribe sobre subversión, guerra sin restricciones y el espionaje manifiesto de China”, según su perfil de Twitter– antes de que saliera del mercado —donde por otra parte no se venden murciélagos, presunto portador primero del coronavirus— el virus tendría que haber entrado allí, ya que hay pruebas científicas, desde el comienzo de los contagios, de que existieron casos que no se vinculan con ese lugar, además de distintas manifestaciones del intento de Beijing por controlar la narrativa de la trayectoria del COVID-19.
Como parte de una investigación para el periódico que se publica en varios idiomas, fundado por John Tang y otros ciudadanos estadounidenses de ascendencia china vinculados al movimiento espiritual Falun Gong y bloqueado en China continental, Philipp comenzó por rastrear la primera comunicación oficial, un documento del 30 de diciembre de 2019 de la Comisión Nacional de Salud, que hablaba de “ocurrencias sucesivas de casos de neumonía de origen desconocido” y solicitaba a los centros de salud que denunciasen casos similares. Al día siguiente se mencionó el Mercado de Huanan, en Wuhan, que el 1 de enero de 2020 fue clausurado, mientras otro documento gubernamental hablaba de “pruebas evidentes de transmisión entre humanos”.
Tras la desinfección del lugar, algo que en El origen del coronavirus de Wuhan Philipp comparó con “la destrucción de la escena del crimen”, el Instituto de Virología del Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades de China (CCDC) anunció: “33 de las 585 muestras ambientales del Mercado de Huahan revelaron contenidos del ácido nucleico del nuevo coronavirus, y el virus fue exitosamente aislado, lo cual sugiere que el virus se originó en animales salvajes que se vendían en el mercado”.
Eso equivalió a la conclusión oficial del Partido Comunista Chino (PCC): el virus comenzó en un centro de venta de vida silvestre para el consumo humano.
Días después un artículo de Science desafió esa hipótesis: “El mercado de animales de Wuhan podría no haber sido la fuente del nuevo coronavirus que se disemina globalmente”. El texto citó un estudio publicado en The Lancet, en el cual se analizaban 41 casos de COVID-19 atendidos en el hospital Jin Yin-tan, el primero de la ciudad destinado a esta enfermedad. Sean Lin, ex director de la rama de virus del Instituto Militar de Investigaciones Walter Reed (WRAIR), interpretó el trabajo para el documental de Crossroads: “Tiene información importante, como que el comienzo de los síntomas en el primer paciente fue el 1 de diciembre y no tuvo relación con el Mercado de Huanan“.
Dijo el experto a Philipp: “El hallazgo principal es que en este estudio se contaron 41 pacientes, y 14 de ellos resultaron no estar relacionados con el mercado de animales, lo cual representa más de un tercio. Y nadie vende murciélagos en el mercado de animales, además”. El estudio llevaba la firma, como autor principal, del vicedirector del hospital Jin Yin-tan, Chaolin Huang.
Otros trabajos posteriores realizados sobre más pacientes confirmaron lo mismo, como uno sobre 99 casos, “de los cuales 50 no tenían una historia de exposición al mercado de animales” —sintetizó el periodista—, o el análisis de Daniel Lucey, epidemiólogo de la Universidad de Georgetown, quien consideró que “si los datos eran precisos, el primera caso de infección por el virus sería de noviembre de 2019, dado el período de incubación; es decir, que el virus tendría que haber llegado al mercado antes de haber salido”.
No obstante, “los criterios que emitió el hospital [donde se realizó esa primera comprobación] para determinar si un paciente tenía el nuevo coronavirus fueron: 1) una historia de contacto con el mercado de Huanan; 2) fiebre; 3) secuencia completa del genoma”.
Gordon Chang, experto de Asian Affairs, evaluó, sobre el contexto general: “Las cifras que recibimos de China sobre nuevas infecciones y muertes son, simplemente, muy sospechosas”. Agregó: “Sabemos que Beijing suprimió información sobre la epidemia durante seis semanas en diciembre y enero y luego, cuando oficialmente lo reconocieron, el 21 de enero, comenzaron una campaña de eliminación de información”.
El brigadier general Robert Spalding, ex director de estrategia del Consejo Nacional de Seguridad estadounidense (NSC, por sus siglas en inglés) e investigador del Instituto Hudson, agregó que en 2003 él estuvo en China cuando fue el brote del síndrome respiratorio agudo grave (SARS), y que la respuesta actual, en perspectiva con lo que vivió entonces, “es exactamente la misma”.
Tras terminar la primera parte del documental, “La historia del mercado de Wuhan”, la segunda, “La misteriosa secuencia genética”, analizó detalles científicos que indicarían que el virus no fue de transmisión natural de una especie a otra ni de origen espontáneo, sino sintético. El 11 de enero, Zhang Yong Zhen, del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghái, de la Universidad Fudan, publicó un análisis en Nature en el que notó que el causante de la neumonía atípica de Wuhan “se vincula mucho a los dos virus (CoVZC45 y CoVZXC21)“. El documental agregó que esos virus fueron hallados en murciélagos en Zhoushan como parte de una investigación del ejército chino en 2018.
El equipo de Zhang, en realidad, había aislado e identificado la secuencia completa del genoma el 5 de enero, y lo había comunicado a las autoridades. Solo ante el silencio gubernamental la publicó el 11 de enero en Nature. El laboratorio de Zhang fue cerrado poco después.
Para entonces numerosos investigadores internacionales habían utilizado la plataforma BLAST, del Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados Unidos, y confirmaron esos hallazgos: el virus tenía un 88% de similitud con esas cepas de murciélagos, mientras que mostraba un 79% con el SARS y alrededor de un 50% con el causante del síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS). También se encontró que la proteína de la punta del nuevo coronavirus, que le permite ingresar al cuerpo humano, mostró la peculiaridad de ser igual a la del SARS.
“Es difícil ver una proteína que sea 100% idéntica cuando un virus pasa de una especie a otra”, interpretó el hallazgo Lin en Crossroads. “Eso puede sugerir que quizá el virus fue generado por un proceso de ingeniería inversa”. Con él coincidió Judy A. Mikovits, bióloga molecular y ex directora del Laboratorio de Mecanismos Antivirales del Instituto Nacional de Cáncer (NCI) de los Estados Unidos, quien agregó: “No es posible que sea una mutación natural. Casi con certeza es un evento de recombinación de laboratorio”.
Entonces, evaluó la investigación de The Epoch Times, el SARS-CoV-2 presentaba, por un lado, enorme similitud con dos coronavirus de murciélagos que no se habían pasado a los humanos, los CoVZC45 y CoVZXC21 y, por otro lado, con el SARS, que causó una epidemia en humanos.
El Comité de Salud de la provincia de Hubei, de la cual Wuhan es la capital, ordenó: “Se deben destruir las muestras actuales del virus. Queda prohibida la publicación de información sobre las muestras, estudios y datos asociados”. Tras una Carta de Notificación Nº 3 de las autoridades sanitarias nacionales, “la comunidad científica china, antes activa, quedó en un silencio misterioso”, dijo Philipp.
La tercera parte del documental, “Los descubrimientos de la doctora Shi Zhengli”, postula la posibilidad de que el SARS-CoV-2 sea un producto de laboratorio que, por error, se escapó de su ámbito de contención. Shi lleva años de investigación de murciélagos y coronavirus, y es la persona que halló cómo pasan de otras especies —entre ellas, los murciélagos— a los humanos. Desde 2015 trabaja en el Instituto de Virología de Wuhan en el área de virus sintéticos y su laboratorio cuenta con los recursos para la manipulación de estos microorganismos, según Philipp.
Tras analizar varios estudios de Shi, realizados entre la epidemia del SARS 2003 y el presente, se centró en uno de noviembre de 2015, publicado en Nature junto con el equipo de investigación del mayor experto en coronavirus de los Estados Unidos, Ralph Baric, de la Universidad de Carolina del Norte (UNC), “en el que se discutía la creación sintética de un virus capaz de autorreproducirse, que tenía como estructura el SARS-CoV, con la proteína de punta reemplazada por una hallada en un coronavirus de murciélagos”, resumió el periodista, lo cual le daba una gran capacidad de infección entre especies.
El aislamiento de tres virus de murciélagos, “uno de los cuales tenía una proteína de punta que interactuaba con los receptores humanos de la [enzima convertidora de angiotensina] ECA”, causó polémica entre los científicos. Simon Wain-Hobson, del Instituto Pasteur de Francia, advirtió en Nature: “Si el nuevo virus se filtrara, nadie podría predecir su trayectoria”.
Según Mikovits, la investigación de Shi “prueba o apoya con fuerza la hipótesis de que no es posible que [el coronavirus causante del COVID-19] se haya generado en una transmisión zoonótica natural, sino que tuvo que provenir de un ambiente hospitalario, de laboratorio, casi con certeza las instalaciones de investigación con nivel de bioseguridad 4 en Wuhan”.
En 2018 Shi dio una conferencia sobre coronavirus de murciélagos e infecciones interespecies en la Universidad Jiao Tong de Shanghái; sin embargo, “los registros se borraron del sitio web” de la institución, halló Philipp al buscarlos. Quería analizar otro elemento llamativo, que, tras el brote de Wuhan, un grupo de investigadores de la India encontró en el SARS-CoV-2.
Los científicos publicaron un estudio preliminar sobre la proteína de punta del nuevo coronavirus y hallaron “cuatro secuencias insertadas que no estaban en el SARS” original, sino que provenían del virus de la inmunodeficiencia humana, VIH. “Shi los desacreditó”, sigue el documental. Pero no ofreció una negativa oficial a la afirmación de que el microorganismo causante del COVID-19 pareciera tener fragmentos de material que vive en murciélagos y fragmentos de material que vive en humanos.
“Trabajan en el desarrollo de un coronavirus para huéspedes humanos, lo cual nos lleva a la pregunta de por qué alguien crearía un coronavirus que puede infectar a los humanos”, planteó Spalding. “¿Cuál sería el propósito de esa investigación? ¿Es para un arma? ¿Es para luego vender una vacuna de la cual ser los únicos beneficiarios?”.
La penúltima parte del documental, “El secreto del laboratorio P4 de Wuhan”, analiza, que tras el aislamiento de Wuhan el 23 de enero, Shi publicó en Nature un artículo que apuntó a una fuente natural del coronavirus, los murciélagos, en consonancia con la versión de las autoridades chinas sobre el mercado donde se vendían animales salvajes para gastronomía.
“Al mismo tiempo las autoridades restringieron el acceso a todas las muertes del virus, lo cual impidió que los expertos internacionales se unieran a la investigación, y usaron la televisión nacional para calumniar a los médicos, como [fue el caso de] Li Wenliang, quien reveló el brote, por difamar rumores”, recordó Philipp al médico que murió por COVID-19. Y a diferencia de otros episodios de contención de otros virus en los años recientes, el Instituto de Virología de Wuhan no participó en los esfuerzos.
El periodista destacó que mientras varios científicos “denunciaban, con su nombre real, que el [mal] control de peligro del laboratorio de Shi Zhengli podría haber hecho que el virus de Wuhan se filtrara”, la experta principal en armas bioquímicas de ejército chino, Chen Wei, asumía el control del laboratorio P4. También corrían rumores de que una investigadora del instituto había sido la paciente cero y había muerto, y el presidente Xi Jinping impulsó una ley de bioseguridad, asoció el documental.
En esos días también sucedió algo llamativo, señaló El origen del coronavirus de Wuhan: el Instituto de Virología solicitaba preventivamente una patente para el uso del remdesivir en el COVID-19. Uno de sus directores, hijo de un importante miembro del PCC, Jian Zemin, tiene intereses privados en una compañía farmacéutica, que encabeza otro hijo de la élite comunista.
Fue precisamente en los años del Jian en el poder que dos militares chinos publicaron un informe titulado “Guerra sin restricciones”, donde se discuten “estrategias para que una nación menos fuerte que otra pueda combatirla en el contexto de la guerra moderna”, resumió Philipp. Citó a uno de los autores, Qiao Liang: “Luego de la primera crisis del estrecho de Taiwán comprendimos que si había un combate directo entre las fuerzas armadas de China y de los Estados Unidos, estaríamos en desventaja. En consecuencia, necesitábamos una nueva estrategia para ayudar a que nuestros militares torcieran el equilibrio de poder”.
Eso sería la guerra sin restricción, detalló el documental: “Podría estar asociado a lo militar, incluidos guerrillas, terrorismo y guerra bioquímica, o podría no ser militar, como el tráfico de droga, envenenamientos, destrucción ambiental y diseminación de virus informáticos”.
En su último tramo, “Enfrentar la pandemia”, el trabajo de Philipp analizó que “el impulso de propaganda, que ha escalado en las últimas semanas, apunta principalmente a desviar la culpa del manejo chapucero que el régimen chino hizo del del virus de Wuhan, sembrar el desacuerdo internacional y presentar la imagen de que el régimen ha contenido el brote”. Los mismos científicos chinos que revelaron información o hicieron denuncias se negaron a los pedidos de entrevista de The Epoch Times, lo cual se describe en la película como “una red gigante de censura del PCC arrojada sobre los virólogos del mundo”.
Ante las pruebas de que “el PCC violó las regulaciones internacionales de salud, los Estados Unidos y la comunidad internacional deben recuperar su sentido y tomar medidas”, concluyó El origen del coronavirus de Wuhan. “Cada vez que [el coronavirus] vuelva —porque va a volver, porque va a estar con nosotros permanentemente ahora, y va a regresar— cada persona que mate, cada persona a la que dañe, será directamente atribuible al PCC”, le cedió el cierre a Spalding, tras recordar que ya desde marzo distintas naciones han comenzado acciones legales y en organismos internacionales para exigir que China pague compensaciones por el daño multimillonario causado a las economías por el COVID-19.