El pato de Pekín es un plato para emperadores, un manjar que los miamenses siempre pueden comer bien caliente en un restaurante chino en Doral. Qianlong fue fundada por Yony Moy, un venezolano que aprendió el negocio de su padre y su abuelo, quienes llegaron a Maracaibo desde Cantón en 1958 en busca del éxito en lo que entonces era el país más rico de Sudamérica.
SARAH MORENO // MIAMI HERALD // Traducción libre al castellano por lapatilla.com
“La piel tiene que estar crujiente y la carne tierna”, dice Moy, explicando que el proceso de preparación del pato es largo y complejo. Comienza la noche anterior cuando el pato se lava y se cuelga; al día siguiente se hornea y se baña con una salsa de ciruelas, pepino y cebollino.
En El Palmar, el restaurante del padre de Moy en Caracas, se preparaban 100 patos de Pekín al día y los clientes tenían que inscribirse en una lista para asegurar su pato.
Con plumas blancas y pico anaranjado, los patos de cinco libras que se comían en El Palmar fueron traídos de una finca en Long Island y fueron degustados por presidentes y dignatarios venezolanos que visitaban el país. Hugo Chávez fue el último al que sirvieron, en sus primeros años antes de emerger como dictador.
“¿Ves todas las celebridades que tenemos aquí”, dice Moy, señalando fotos de artistas venezolanos y de Miami y figuras de la televisión hispana de Estados Unidos que han visitado Qianlong. “Mi padre tenía los muros de El Palmar llenos de ministros, embajadores y presidentes”.
Como otro gran lujo, su padre también podía traer chefs de China, dice Moy, indicando que entonces Venezuela tenía una de las mejores cocinas del mundo porque la fuerza del bolívar permitió a los dueños de restaurantes traer chefs de otros países.
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