Porque una simple “i” es un mundo de diferencia para millones de personas dentro y fuera de Venezuela. ¿Legítimo o ilegítimo? O sea, ¿verdadero o falso? Porque, si se hizo Presidente por elección apegado a la norma constitucional, es legítimo, si lo obtuvo engañando y violando reglas, es ilegítimo. ¿Desde cuándo es Presidente legítimo? Porque en estos momentos la oposición venezolana afirma que a Maduro le llegó su hora, se le acabó el tiempo, el CNE debe convocar a unas elecciones transparentes, justas, libres, democráticas, para elegir nuevo Presidente, y en el mismo proceso que sería un “megaproceso” también la catajarra de autoridades regionales, gobernadores, alcaldes, concejales y diputados a los concejos legislativos estadales.
Pero el usurpador dice No; el asunto de premura es la elección de las autoridades locales, el próximo año si la oposición y el CNE se atreven, será la convocatoria de un referéndum revocatorio y sólo en el tiempo constitucional -ya nada es seguro, en fechas y eventos- la convocatoria de elecciones presidenciales.
Que es un calendario diferente, cosa de legitimidades e ilegitimidades. Por ejemplo, si la Asamblea Nacional entre propaganda y vacíos fue proclamada el año pasado, y si es como afirman los electos diputados en 2015, ilegítima, todos sus actos lo son y, en consecuencia, la elección de los miembros del CNE. Que, si es ilegítimo, tampoco puede convocar ni mucho menos realizar, supervisar y definir elecciones.
De donde tendríamos, según unos cuantos partidos políticos y dirigentes, varios millones de electores, decenas de gobiernos y países extranjeros, un Poder Legislativo ilegítimo que a su vez por serlo hace ilegítimo al Poder Electoral que elige.
Es un verdadero lío que incluso podría llevar a preguntarse el origen y realidad de la legitimidad de un Presidente -dicen que interino, otros encargado, que podríamos considerar como tolerado- electo por una mayoría de diputados opositores, incluidos los agazapados alacranes, que se vio en la necesidad de proclamarse él mismo Presidente frente a una multitud en la calle con el asombro de algunos políticos que eventualmente lo traicionarían -como en efecto hoy lo hacen- para luego encaramarse en el techo de una camioneta en plena autopista.
Un problema que también puede llevar a pensar que tenemos no uno sino dos presidentes ilegítimos, uno con armas para reprimir, pero sin respaldo popular, el otro deteriorado con más o menos apoyo ciudadano, pero sin armaduras para hacerlo respetar.
Cuestiones que agravan dudas. Si se considera ilegítimo a Maduro y a la Asamblea Nacional, y se presenta como candidato a gobernador, alcalde en un proceso electoral ilegítimo nombrado por un Poder Legislativo ilegítimo, aceptar la participación no sólo como desconcertado elector sino como consciente candidato, legitima la cadena y llega hasta Maduro. O sea, tendría que abstenerse no sólo de votar sino de calificarse buscando votos para ratificar su denuncia de ilegitimidad. Es decir, que los mismos partidos opositores que están proclamando la legitimidad de Juan Guaidó e ilegitimidad de Nicolás Maduro, están invirtiendo con entusiasmo los términos para ver si conquistan la limosna de puestos burocráticos locales.
Supongamos este nuevo CNE que algunos políticos opositores tachan de ilegítimo de origen nos sorprende, cuenta con precisión, tendríamos una variedad de gobernadores y alcaldes legitimados por votos y digamos que, en su mayoría de oposición, pero a un Gobierno, un Presidente de la República legitimados por los electores y por la misma oposición que hoy los acusa de ilegítimos.
El CNE es un espejismo, su imparcialidad está comprometida, es ilusión y mentira. El cacareado tres a dos es una pendejada, una trampa caza bobos. Su “repunte” quebradizo, satisface solo al aporte provisto por actividades temporales de poca profundidad y simplicidad, en la que emerge la treta, no ofrecen oportunidad sino engaño. Una negociación política para validar resultados electorales, es una locura demencial que locos practican e indica la calidad sombría de sus integrantes. El mandato ciudadano se reverencia y cumple sin demora ni cuestionamiento, hacerlo distinto es una grosería, falta de respeto e insensatez. El chantaje, la extorsión para habilitar a inhabilitados con el compromiso agradecido de participar en la hipocresía electoral, es por decir lo menos, un disparate, un dislate absurdo, incomprensible, disparatado e irracional.
Las grandes interrogantes siguen planeando sobre el escenario sin que se avizoren respuestas claras. La verdad esta fugitiva. Venezuela se encuentra en una encrucijada y los desafíos siguen en pie, inmutables.
Lo único que continúa siendo legítimo en esta destartalada Venezuela es el hambre, coronavirus, corrupción e ilegitimidad. En esas verdades no hay diferencias.
@ArmandoMartini