El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, cumplió hoy 45 años en prisión, donde cumple dos años y medio de condena desde febrero pasado en un caso considerado fabricado por sus partidarios y Occidente.
“Gracias. Un abrazo para todos. Que lo celebre (el cumpleaños) entre rejas, no tiene importancia”, escribió Navalni en Twitter.
Su mano derecha, Leonid Vólkov, aseguró que Navalni “es el hombre más libre en Rusia”, aunque sea un “rehén personal” del presidente, Vladímir Putin.
“El último año (Navalni) ha vivido varias vidas. Cinco meses en Alemania y cinco en la cárcel. Dieciocho días en coma y 24 en huelga de hambre. Un año de locos”, escribió Vólkov en Twitter.
Esta semana la Justicia rusa rechazó el recurso presentado por Navalni contra su estatus de “reo proclive a la fuga”, que implica controles nocturnos que le impiden dormir con normalidad.
Navalni mantiene que las revisiones nocturnas a la que es sometido en su cárcel en la región de Vladímir, a unos 200 kilómetros de Moscú, “constituyen una tortura” mediante la privación del sueño.
El opositor aún se está recuperando de una huelga de hambre de tres semanas que declaró en marzo en protesta por la negativa a ser examinado por sus médicos de confianza.
La oposición mantiene que con el envenenamiento de Navalni con el agente químico Novichok en agosto de 2020 el Kremlin dio inicio a una campaña de “persecución judicial” y “purga política” de cara a las elecciones legislativas de septiembre.
A su regreso de Alemania en enero, Navalni fue detenido y condenado, lo que provocó protestas multitudinarias, en las que fueron detenidas miles de personas.
Desde entonces, varios opositores han sido detenidos y condenados, foros de diputados independientes cancelados y varios medios críticos con el Kremlin están amenazados de cierre tras ser declarados “agente extranjero”.
Estados Unidos y la Unión Europea han demandado insistentemente la liberación de Navalni, asunto que podría ser tratado durante la cumbre que Putin y el presidente de EEUU, Joe Biden, celebrarán el 16 de junio en Ginebra.
EFE