El presidente estadounidense, Joe Biden, viaja el miércoles a Europa para tranquilizar a sus aliados y mostrarse firme ante Rusia, una visita que abarca una cumbre del G7, una de la OTAN y otra con la Unión Europea, antes de una reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin.
Para su primer viaje al extranjero, el 46° mandatario de Estados Unidos eligió destacar los vínculos transatlánticos, sometidos a fuertes tensiones durante la presidencia de su predecesor, Donald Trump.
“Mi viaje a Europa es una oportunidad para que Estados Unidos movilice a las democracias de todo el mundo”, escribió, presentándose como un actor central en lo que describió como un enfrentamiento ideológico con las “autocracias”, lideradas por China.
Desde su llegada a la Casa Blanca, Biden insiste en que Estados Unidos volvió a la mesa del multilateralismo, decidido a desempeñar un papel clave, desde la lucha contra la pandemia de covid-19 hasta la del cambio climático.
Pero más allá de un verdadero alivio tras los desencuentros e invectivas de los años de Trump, se percibe una forma de impaciencia en el lado europeo.
Para Benjamin Haddad, del centro de reflexión Atlantic Council, aunque el tono es claramente más constructivo, es palpable una cierta “decepción”.
“Se habla mucho de ‘America is back’ (Estados Unidos ha vuelto), hay una retórica positiva, pero ahora es el momento de actuar”, dijo a la AFP.
Para muchos, la distribución de vacunas estadounidenses a otros países ha sido demasiado lenta. La falta de reciprocidad de Washington tras la decisión de la Unión Europea (UE) de reabrir sus puertas a los viajeros estadounidenses causó descontento. Y la forma en que se anunció la retirada de Afganistán, sin ninguna consulta previa real, no fue apreciada en las capitales europeas.
Esta situación puede explicarse por factores coyunturales relacionados con las prioridades del inicio del mandato. Pero también hay razones más profundas. “Fundamentalmente, Europa es mucho menos importante en la política exterior estadounidense de lo que era hace 20 o 30 años”, dice el investigador francés.
– Las “dudas” de los aliados –
Además, el mandato de Trump, que llegó a calificar a la OTAN de “obsoleta”, dejó heridas.
“Los aliados siguen teniendo dudas y tienen en cuenta las fuerzas que llevaron a Trump al poder en 2016”, dice el diplomático estadounidense Alexander Vershbow, ex número 2 de la Alianza Atlántica.
Tras su llegada el miércoles por la noche a Cornualles, en el suroeste de Inglaterra, Biden asistirá a la cumbre del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) tras un encuentro cara a cara con el primer ministro británico, Boris Johnson.
El domingo, junto con la primera dama Jill Biden, visitará a la reina Isabel II en el Castillo de Windsor.
Con la excepción de Lyndon B. Johnson, la monarca se habrá reunido con todos los presidentes estadounidenses en sus 69 años de reinado.
A continuación, volará en el Air Force One a Bruselas (cumbre de líderes de la OTAN y cumbre UE-EEUU), antes de finalizar su viaje de ocho días en Ginebra con una esperada cumbre con Putin.
Ucrania, Bielorrusia, el destino del opositor ruso encarcelado Alexéi Navalni, los ciberataques: los debates con el líder ruso se prevén duros y difíciles. La Casa Blanca, que alterna mensajes conciliadores y advertencias, insiste en que sus expectativas son modestas.
El único objetivo planteado es hacer que las relaciones entre ambos países sean más “estables y predecibles”.
– El recuerdo de Helsinki –
La presidencia estadounidense dio muy pocos detalles sobre el desarrollo de este encuentro, sugiriendo únicamente que una conferencia de prensa conjunta de los dos mandatarios no estaba en la agenda.
La que tuvo lugar entre Trump y Putin en Helsinki, en julio de 2018, sigue en la mente de todos en Washington.
Aquel día, en una extraña rueda de prensa que provocó protestas incluso en su bando republicano, el presidente pareció darle más valor a las palabras de Putin que a las conclusiones unánimes de las agencias de inteligencia estadounidenses sobre la injerencia rusa en la campaña presidencial de 2016.
El equipo de Biden asegura que el tono esta vez será muy diferente. “No vemos una reunión con el presidente ruso como una recompensa para él”, subraya Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional.
¿El motivo principal de la cumbre? “Poder mirar al presidente Putin a los ojos y decirle: aquí están las expectativas estadounidenses”, añadió.
“El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, insistió en que el diálogo con Rusia no es un signo de debilidad.
Y en una secuencia cuidadosamente coreografiada, dos días antes de abandonar Washington, Joe Biden invitó a su homólogo ucraniano Volodimir Zelenski a visitarle en la Casa Blanca durante el verano boreal.
Para la ciudad de Ginebra, la reunión tendrá un sabor especial: en 1985, acogió una cumbre entre el presidente estadounidense Ronald Reagan y el líder soviético Mijail Gorbachov.
AFP