El régimen del terror actúa y permite actuar. En Petate, en la Cota 905, en La Vega. Pero también en Apure, en Amazonas, en Táchira, en toda la frontera, y en los llanos, y en Caracas. De pronto nos percatamos que la toma delincuencial del país es muy en serio. No son videojuegos.
La trama del terror funciona. Por encima los capos mayores: protectores de delincuentes internacionales, negociantes por un plus y por un ultra. Perseguidores de disidentes, matadores de disidentes, torturadores de disidentes. Por debajo todo un suburbio del crimen, muy organizado él, pero sin evidentes conexiones entre ellos. La caterva es grande, es enorme, inimaginable: trenes, sí, de exportación, de Aragua y de otros múltiples lugares. Los únicos que se crearon y funcionan en revolución. Pranes, custodiados dentro y fuera de las cárceles. Bandas adueñadas de fragmentos importantes de la ciudad, armadas desde el poder. Protegidas. El Coqui y otros, afamados por delinquir y asesinar. Y las infaltables presencias de guerrilleros-narcotraficantes colombianos.
El terror acrece cuando se nos notifica que, como señala Iván Simonovis, a quien no tengo por qué no creerle porque no va a enlodar su prestigio y su credibilidad, el ataque oficial a La Vega era teatro de calle. Era más bien protección para los consentidos, los otros malandros que funcionan con el malandraje superior. ¿Estado? ¿La descomposición recurrente del Estado? Cobra sentido cuando algunas fuerzas policiales, como el CICPC dice que no los dejan actuar contra delincuentes en bandas organizadas.
El hecho de que desde La Vega se anuncie que van a ir matando ciudadanos inocentes a cambio de que la policía abandone ese territorio y los deje actuar en “paz” es terrorismo delincuencial, pero, amparados, es también, por retruque, terrorismo de Estado. El ciudadano queda inerme ante las balas, pero también inerme ante los cobros de peajes de algunos policías y militares, o en las estaciones de gasolina. Inerme ante la camioneta escoltada que atropella hasta la vista, producto del saqueo y la corrupción. Inerme ante todo.
Recomponer el Estado será una tarea dura, cuando llegue la libertad. Requerirá fortalezas para colocarle cinturón a la debilitada Fuerza Armada, a los cuerpos policiales, para propiciar el desarme de la población, para recuperar el valor del trabajo, de la productividad, de la educación, de la honestidad, del respeto profundo por los otros seres humanos. Recomponer el Estado será una magna tarea indispensable cuando seamos libres.