Cuando los antiguos griegos inventaron el concepto de democracia, unos trecientos o cuatrocientos años antes de Cristo, imaginaron un sistema político en el cual, además de elegir a sus gobernantes apelando a la voluntad de los gobernados, la discusión pública fuera fundamental para el bien de la ciudad y para la realización personal. Los ciudadanos se reunían y debatían los temas públicos entendiéndose todos como iguales y luego sometían las decisiones al arbitrio de la mayoría. Los venezolanos del presente estamos llamados a aprender un poco de aquellos innovadores griegos.
Entendiéndose que estamos en un proceso de negociación en el cual participa la comunidad internacional, Juan Guaidó y Nicolás Maduro y que sobre la mesa se encuentra el contenido del Acuerdo de Salvación Nacional es esperable, en el mejor de los escenarios, la realización de elecciones libres y justas. Si esto es así, ¿Por qué hay tan poca disposición al debate público por parte de los alcaldes en ejercicio que aspiran a la reelección? ¿Por qué aquellos aspirantes en tarjetas electorales bajo judicialización no debaten, ni exponen ideas, sino que se remiten a sutilezas y banalidades?, de hecho, tal parece que los únicos que estamos efectuando denuncias sobre la insuficiente vacunación, sobre las persistentes fallas de los servicios públicos, sobre la ausencia de transparencia administrativa y, además, efectuamos propuestas serias de políticas públicas somos los que por la judicialización, por ahora, tenemos prohibida nuestra postulación.
En el municipio Libertador, por mencionar el ejemplo que me es más cercano, hay candidatos pero no hay debate público, hay problemas pero solo los partidos integrantes del G4 denuncian. Tal como lo refleja la prensa, a la fecha, solo nosotros hemos hecho públicas nuestras críticas a la crisis ambiental provocada por la explotación del oro, solo nosotros hemos expuesto nuestra preocupación de tener una policía municipal con sueldos de hambre y que tal circunstancia predispone al funcionariado a la matraca generalizada, solo nosotros hemos apuntado hacia las obvias opacidades que dejan entrever la existencia de múltiples obras inconclusas. El resto guarda silencio, como si se guardara la secreta esperanza de ser electos como alcaldes mudos, concejales mudos o legisladores mudos. Esta es la revolución del silencio.
Los ciudadanos merecen conocer sus propuestas, sus ideas y sus iniciativas, aún más, los libertadorenses desean contrastar entre las distintas opciones. Desean saber de parte del actual alcalde que aspira a la reelección ¿Qué opina sobre las obras inconclusas?, la gente también desea saber, de aquellos que trafican con la imagen de Jesucristo, ¿a qué cargo aspiran? ¿si al de alcalde o al de pastor evangélico? Y claro, ¿Qué opinan del principio constitucional denominado “Estado Laico”?. Quizá solo quieren debatir qué cuadro meterán en el despacho municipal si el de Cristo o el de Chávez.
Pues no, el debate no es un cuadro. El debate es la precariedad económica, la falta de gas, la falta de agua, la voracidad fiscal, el cierre de empresas, la perdida de puestos de empleo, la inseguridad ciudadana, la desinversión en equipamiento urbano, la falta de conectividad para el teletrabajo y la educación a distancia, la inexistencia de vacunación, la quiebra del transporte público, la opacidad administrativa, el futuro de la ciudad, la desinversión en el campo y la zona rural. Tantos temas y tan poca disposición al debate hace pensar mal. Es por ello que desde AD – Libertador, nos ponemos a disposición de los diferentes medios de comunicación regionales para debatir con claridad y franqueza con los que quieran (y puedan) debatir y que sea el pueblo, al escuchar las ideas en franca controversia, quién decida al final con su voto en elecciones competitivas.
Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica