Como si se tratase de un gran logro, Nicolás Maduro anuncia al país, con boca llena, que después de estas “elecciones” que el régimen tiene pautadas para noviembre, se elimina la figura del protectorado de los estados y municipios en Venezuela.
Una expresión más de su autoritarismo; la demostración palpable ante el mundo, reconocida en la voz de quien se dice mandatario nacional, de la tiranía que dirige el poder público en Venezuela. Los poderes. En ninguna parte de la Constitución Nacional aparece la figura del protector o del protectorado. Es uno de los tantos inventos del despotismo para esquivar resultados cuando le han sido desfavorables. Los ciudadanos eligen un gobernador o un alcalde y al lado le colocan otro de ellos. Ha ocurrido en Miranda en el pasado y se impuso como moda después de la última elección regional.
Así el funcionario público supuestamente a cargo del poder ejecutivo se endilga la potestad de elegir sus representantes en gobernaciones y alcaldías, para timar los deseos democráticos expresados por los ciudadanos a la hora de una elección. No dice: “los elimino como figura despreciable desde ahora”, no, sino que lo usa como gancho para pretender embobar a nuestros coterráneos con la supuesta elección de noviembre. Otra demostración de la no separación de poderes que existe en Venezuela y del desconocimiento más burdo de la Constitución que hayamos conocido desde que ¿somos? República.
El mensaje fue expresado con mucha claridad con todas sus repercusiones. Es como si le hubiéramos escuchado decir, repetir: “hago lo que se me dé la regalada gana”. No tiene que decirlo. La muestra de estos años es evidente. Sin nadie, en ninguno de los demás poderes (el legislativo ilegítimo, por ejemplo) que tenga el atrevimiento de sugerirle siquiera que no marque tanto su carácter tiránico.
Pero los ciudadanos venezolanos no queremos escuchar eso sino algo como: “Producto de la negociación, me retiro para permitir una transición”. O: “Todos los presos políticos que han sido vulnerados por mi régimen quedan en libertad plena y serán resarcidos por las penurias físicas, materiales o psicológicas que les hemos hecho pasar”. O: “En noviembre vamos a megaelecciones verdaderas, incluyendo la de la presidencia de la República”. Pero no. En público, ante el mundo reconoce y vocifera uno de sus mayores desmanes. Luego le disgusta que le digan “tirano” y que a su accionar gubernamental lo denominemos, suavemente, “régimen”.
Alí queda manifiesta ante el mundo, de su propia voz la tropelía contra la institucionalidad toda de un país cuya democracia ha sido arrasada todos estos años. Esas palabras, ese accionar, debe merecer el más amplio desprecio y repudio de todos dentro y fuera del país. La legítima Asamblea Nacional y todos los partidos políticos con sus líderes, deben pronunciarse de inmediato ante este otro atropello público al concepto de democracia, a las elecciones, a la institucionalidad, a la libertad.