El violador y asesino Daniel Camargo Barbosa nació en en La Mesa, Cundinamarca, en los Andes colombianos, el 22 de enero de 1930. Durante su vida violó y mató a más de un centenar de niñas y adolescentes. Inició sus crímenes en Colombia pero, en su huida para escapar de la justicia, llegó a Ecuador y se llevó la vida de 150 adolescentes, aunque solo reconoció 71 de los casos.
Por Yalilé Loaiza / infobae.com
Un Mayor de Policía en servicio pasivo, que en ese entonces era agente del Servicio de Investigación Criminal de Pichincha y que prefirió mantener el anonimato, cuenta que, el 26 de febrero de 1986, los miembros de la Policía detuvieron a Camargo en Quito, en la Avenida de Los Granados, una calle ubicada en el centro-norte de la ciudad.
Dos policías uniformados lo vieron a Camargo caminado por la avenida. Camargo –que según cuenta el mayor poco antes de su captura había cometido uno de sus crímenes– vio a los policías y empezó a ponerse nervioso. Cuando Camargo intentó escapar, los Policías lo persiguieron y lograron capturarlo.
El mayor fue el encargado de interrogarlo y, para que Camargo confesara, lo amenazó diciendo: “Esos negros te van a hacer lo que tú hacías con las niñas”, haciendo referencia a la ley de la cárcel –una expresión que se utiliza en Ecuador para referirse a que los violadores luego corren la misma suerte en la prisión. Camargo, según cuenta el expolicía, le habría rogado que no lo envíe a ese destino a cambio de contar toda la verdad.
“Él a las chiquitas las engañaba mostrándoles la biblia, les decía ‘quiero que entiendas que soy una persona sana, tranquila’”, explica el mayor al describir cómo Camargo atrapaba a sus víctimas. En su discurso, Camargo les pedía a las niñas que lo acompañen al lugar donde supuestamente iban a “construir una iglesia”. Cuando las pequeñas accedían, las llevaba a algún sitio donde podía violarlas y asesinarlas.
Francisco “el pájaro” Febres Cordero es escritor ecuatoriano. En los relatos que se escuchan sobre Camargo, se cuenta que solo le daba entrevistas al “Pájaro”. El escritor ha relatado que hubo chicas que lograron salvarse y que lo pudieron identificar.
Una de las noticias que reposa en el archivo del medio televisivo Ecuavisa de Ecuador confirma lo señalado por el escritor Febres Cordero. En el video se escucha el testimonio de una joven que logró salvarse. Ella cuenta: “Él era extraño y me convenció de tal manera de que él lloró y me dijo: ‘señorita, se lo pido en nombre de nuestro señor, porque yo soy un evangélico que no le hago mal a nadie’”.
La memoria de Camargo era excepcional. Febres Cordero relata que a veces las madres de las niñas se resistían a creer que sus hijas habían sido violentadas y asesinadas por Camargo, pero el criminal “les daba detalles increíbles”, por ejemplo, les decía si la víctima tenía alguna marca en el cuerpo como un lunar o les mostraba alguna prenda o accesorio, como unos aretes. “Como fetichista cogía ciertos elementos de las chicas”, cuenta Febres Cordero.
El mayor de Policía también confirma lo anterior: “De las chicas violadas en el Ecuador se sabía los nombres”, relata.
Las páginas de los periódicos de la época estaban llenas de anuncios de las niñas desaparecidas. En una entrevista realizada en 2014, el periodista Alfonso Espinosa de los Monteros explicó que los padres y madres de familia buscaron por todos los medios las formas de proteger a sus hijas: “hubo pánico general”.
Al inicio de las desapariciones, ni siquiera se creía que una sola persona podía actuar sola, por lo que la teoría que circulaba, según relató Espinosa de los Monteros, hacía referencia a una banda de delincuentes que actuaba en un vehículo “bronco rojo”.
“Se llegó a comprobar que fue Camargo el que cometió estos crímenes”, dijo el periodista. Eso fue una sorpresa, según cuentan las notas periodísticas de la época, la ciudadanía no quería aceptar que ese hombre flaco y viejo era el autor de los atroces crímenes aunque el propio Camargo se declaró culpable. “Todos querían saber quién era este monstruo, cómo cometía sus delitos y qué se iba a hacer con él”, relató Espinosa de los Monteros.
Camargo, según cuenta Oscar Bonilla en algunas entrevistas, el psiquiatra que lo atendió, vivía según un precepto atribuido a Osho: “Si no vives peligrosamente, no vives. La vida sólo florece en el peligro. La vida nunca florece en la seguridad. (…) Cuando todo está yendo a la perfección, fíjate, te estás muriendo y no pasa nada”.
Bonilla indica que Camargo tenía una personalidad psicopática y que correspondía al tercio de psicópatas que son criminales irrecuperables: “son delincuentes sistemáticos”, dice el psiquiatra.
De acuerdo a quienes conocieron a Camargo, este cometía sus delitos porque tuvo una niñez traumática. Febres Cordero cuenta que la madrastra de Camargo lo obligaba a vestir como una niña para ir a la escuela. Por su parte, Bonilla indica que Camargo vio cómo el sacerdote de su parroquia embarazó a una de sus hermanas y, en otras ocasiones, observó que el sacerdote de su colegio abusaba de niños. “Basta un detalle para cambiar el destino (…) Aquí había traumas y traumas”, indica Bonilla.
Cuando Camargo fue capturado, lo condenaron a 16 años de prisión, esa era la pena máxima en Ecuador. Actualmente, la pena máxima es de 40 años. Una vez preso, Camargo no cumplió con su condena, pues fue asesinado por otro reo en 1994. Su asesino era pariente de una de las víctimas.
A Camargo lo sepultaron en la tumba 798 del cementerio de El Batán, en Quito, a pocas cuadras de la avenida en donde lo capturaron. Actualmente, sus restos yacen en una fosa común.