Muy particularmente, esa renta iba en gran medida a pagar por favores en la etapa preelectoral (capital comercial y bancario), pagar nómina de los partidos políticos y manejar la conciencia de los ciudadanos-electores (relación con la clase política y funcionarios). De aquí surgió la base populista venezolana apalancada en los ingresos petroleros.
Todo comenzó, a partir de que Venezuela se convirtiera en un país petrolero oficialmente, con la perforación del pozo Zumaque 1. Seguidamente, se originó una industrialización obvia para la obtención y procesamiento del petróleo, porque Venezuela no poseía la tecnología ni el conocimiento para hacerle frente a semejante empresa. Ocurrieron procesos sociales devastadores como el desplazamiento del agricultor, llamado también éxodo del campesino (1926-1971 y posterior), del campo a las ciudades; donde se concentraban los recursos económicos, esto con el objetivo de obtener parte de la renta petrolera.
La reforma agraria de R. Betancourt de 1960 trató la eliminación del latifundio, el retorno del agricultor a sus campos de siembra y de cría, así como también, evitar este desplazamiento del campo a la ciudad, proveyendo al campesino de tierras, implementos y equipos de siembra, además de financiamiento; proceso mediante el cual se suponía que se impulsaría la modernización económica y social del campo, y el desarrollo equilibrado de las regiones. Esto no fue así.
Desde 1998 hasta nuestros días, la industria petrolera a pesar de haber tenido un repunte en la producción y aumento de precios del barril de petróleo a niveles históricos, la modernización se perdió del panorama; PDVSA fue utilizada como fuente ilimitada de dinero del gobierno: directamente por la producción, como también por la emisión de bonos, que hasta el día de hoy y por mucho tiempo tendrá en jaque a la economía venezolana. Todo esto dirigido hacia actividades económicas no productivas; es decir, la continuidad macabra del populismo de un Estado rico.
Necesitamos industrializarnos para aumentar la producción de bienes en proporciones suficientes para abastecer el 80% del consumo interno y para exportar en la mayor cantidad de rubros posibles. También, incorporar o adaptar los procesos de manufactura o transformación; pasar sólo de la explotación y venta de materias primas de origen mineral o natural. En el caso de productos agrícolas y pecuarios, por ejemplo, no necesariamente grandes instalaciones, pueden ser unidades acopladas in situ, en pequeñas granjas agrícolas, y de una vez convertir a los municipios en exportadores.
El cambio de paradigmas en Venezuela que nos lleve a una República Liberal, no es ni siquiera una opción, es completamente necesario, para transitar, mantener y aumentar, las libertades económicas, hacia la industrialización. Para cumplir este objetivo, todos los ámbitos de la sociedad deben abandonar la idea del Estado como se ha conocido: la corrupción, el populismo como forma de hacer política, el gasto público más allá de las funciones y capacidades, que se permite un Estado rico, deben desaparecer.
@abrahamsequeda