2. Raúl Castro, en presencia de Chávez, dijo en Caracas (2010) que cada vez Cuba y Venezuela “somos la misma cosa”. La atención ha sido dirigida casi siempre al adjetivo “misma”, para evidenciar la intención de que ambos países se parecieran hasta ser idénticos; sin embargo, se ha descuidado el significado del sustantivo “cosa”. Eso no es una asociación de países, no es una federación, no es una alianza, sino que más allá es “la misma cosa”, un espécimen tal vez inclasificable, en fin, un monstruo que generaron Chávez y Fidel. Lo que pudiera implicar un tejido que no es un país único ni tampoco dos países aliados sino un tejido institucional tumefacto, una excrecencia sistémica con vasos anómalos que hacen de aquello eso sí, una única estructura.
3. Chávez y Fidel no llegaron a ese entendimiento inicialmente por la vía ideológica. Los finales de la década de los ochenta y de la primera mitad de los noventa fueron años en los cuales los principales dirigentes latinoamericanos, César Gaviria, Carlos Salinas de Gortari, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, George H. W. Bush y Bill Clinton, entre otros buscaron promover que Fidel se aviniera a una creciente apertura política. Ni Fidel creía en estos presidentes y las democracias que los hacían posible, ni estos en el líder cubano, aunque se trataban con cordialidad. Tan era así que Fidel condena el golpe de Chávez en febrero de 1992.
4. Sin embargo, Cuba estaba ahogada y Fidel daba brazadas, hacia guiños, dejaba ver que podía aflojar su tiranía, porque el derrumbe soviético los había dejado aún más a la intemperie. Así se inició el Período Especial desde 1989 hasta mediados de los noventa, y los dirigentes cubanos tal vez estimaban que debían hacer algunas concesiones a la comunidad internacional.
5. Estos escarceos se interrumpieron en 1994. Una vez indultado Chávez el 26 de marzo de 1994, este comienza a hacerle carantoñas a Castro. Sin embargo, un elemento anecdótico y decisivo fue que el presidente Caldera recibió a comienzos de ese año al líder del exilio cubano Jorge Mas Canosa, acérrimo enemigo de Fidel. Esto enfureció al jefe cubano quien, en los meses subsiguientes, el 14 de diciembre de 1994, recibió personalmente a Hugo Chávez en el aeropuerto de La Habana y comenzaron los amores.
6. El vínculo entre ambos jefes tuvo un ingrediente sentimental irrebatible. Fidel observó al joven oficial arrobado por encontrar a su héroe de carne y hueso, y Fidel inició el flirteo en el cual fue maestro. Para Chávez era como el muchacho que lee historias de Superman a lo largo de su infancia y, de repente, en visita a la casa de unos familiares en Coro, le abren la puerta y quien lo recibe es Superman en persona; o como los niños, pacientes redactores de cartas a San Nicolás por años y años, van al Tolón y se encuentran en pleno pasillo al viejo barbudo, sentado en una especie de trono y abierto a tomarse fotografías con los críos. Chávez se apeó del avión y encontró a San Nicolás al pie de la escalerilla dedicado a consentirlo de allí en adelante.
7. Claro que no fue solo amor a primera vista sino que la formación ideológica del venezolano tenía el marxismo, la revolución, los planteamientos de Douglas Bravo, los cantos de Alí Primera, los discursos de los cubanos, y otros elementos de similar factura, envueltos en una especie de hallaca argumental, que tenía como masa y hoja de plátano el culto a Bolívar. La indigestión provocada por ese manjar envenenado al lado del abrazo del oso en Rancho Boyeros dieron inicio al romance conocido con consecuencias dolorosas y sangrientas para ambos países: Cuba se chuleó los recursos venezolanos y, a cambio, le dio legitimidad revolucionaria a quien, de no haber mediado Fidel, difícilmente habría pasado de ser un militar golpista latinoamericano clásico.
8. Esta pareja diabólica no solo hizo lo que hizo, sino que procreó esperpentos de similar calibre: dos personajes separados al nacer del mismo vientre catastrófico: Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro. Ninguno calza los puntos de sus mentores en materia de liderazgo y, por tanto, suelen apelar a la mandarria y partir cabezas con más facilidad. Son los Stalin que incuban los Lenin.
9. Sus antecesores y ellos lograron hacer “la misma cosa”, el mismo espantajo que no es más que un poder supranacional que gobierna dos territorios sin que las diferencias nacionales sirvan más que para encubrir la operación de dominio. Cubazuela fue el término que alguien acuñó hace años y es posible que por esa razón, la de un solo bicho con dos cabezas, no haya posibilidad de salir de una tiranía sin salir de la otra. O, lo que es lo mismo, hay que salir de una para que caigan las dos.