Jovenel y Martine Moïse tenían apoyadas sus caras contra el piso, debajo de la cama donde hacía pocos instantes estaban durmiendo como cualquier otra noche. La estatura de los dos no les favoreció, pues sus pies quedaron al descubierto, lo suficiente para que los mercenarios se percataran de que los dos estaban ahí. Primero le dispararon a ella. La intentaron sacar de donde se escondía, pero la mitad de su cuerpo seguía debajo de la cama. Incluso, alcanzó a decirle al presidente que estaba viva.
Por semana.com
Cada palabra de la mujer estremece, relata el minuto a minuto lo que sucedió la escabrosa madrugada del pasado 7 de julio cuando un grupo de mercenarios entró a la casa presidencial con el objetivo de matar al presidente de Haití.
Cuenta que estaban en su cuarto, ya en la cama, a la una de la madrugada, cuando escucharon unos disparos afuera. En ese momento su esposo y primero al mando de los haitianos le expuso su temor: “Cariño, estamos muertos”, le dijo. Pasaron pocos instantes, Martine corrió hacia el cuarto de sus hijos, les pidió que se escondieran en la ducha, en el baño, y que se aseguraran de cerrar muy bien la puerta. Salió de ahí y regresó al cuarto donde estaba su marido.
Era la crónica de una muerte anunciada. Según la primera dama, personas “con mucho poder” podrían estar detrás del magnicidio, especialmente porque el primer mandatario no iba a renovar muchos de los contratos costosos que solo beneficiaban a personas poderosas.
Tras el disparo que le propinaron a ella, relata que los mercenarios buscaron al otro lado de la cama al mandatario. Lo sacaron de ahí, lo voltearon y empezaron a describirlo: “Alto, delgado, de piel morena”. Las características de Jovenel Moïse no eran parte de una conversación al interior del cuarto, eran los detalles de la víctima que recibía un hombre al otro lado del teléfono que sostenían los mercenarios, y que ordenó su ejecución.
Martine destacó que los mercenarios hablaban español y estuvieron comunicándose por teléfono todo el tiempo.
Ella vio morir a quien fue su compañero de vida por 25 años al lado de ella, sin la opción de poder hacer algo por él, según testificó al FBI. Relata que sobre el cuerpo de su marido descargaron muchos disparos con armas traumáticas. Los asesinos actuaban con odio contra el hombre de 53 años.
Tras haberse cerciorado que el mandatario de los haitianos estaba muerto, regresaron por Martine, quien seguía al otro lado de la cama. La sacaron a la fuerza de ahí. Ella se hizo la muerta. Contuvo la respiración y se aseguró de no moverse; si lo hacía, su muerte estaba anunciada. Uno de los mercenarios se paró encima de ella con sus botas y le alumbró a los ojos con una linterna, quería confirmar que estaba muerta.
Martine Moïse narró que cuando los hombres ejecutaron el crimen, se dirigieron rápidamente a las mesas de noches y el escritorio que tenía el presidente en su habitación. Estaban detrás de algún pedido que les habrían hecho. “Sí, esto es, esto es”, dijeron al encontrar lo que buscaban. Hoy la primera dama no tiene duda de que se llevaron de su casa documentos importantes. Luego, los mercenarios esculcaron las otras habitaciones y al cabo de unos cinco o diez minutos se fueron del recinto.