Valera.- La última década se consolidó el sueño húmedo de Chávez. El chavismo como un sistema que preserva el poder sin importar los medios y maquillajes para lograrlo.
Un autoritarismo absoluto, con visos totalitarios que no puede o no pretende desarrollar a cabalidad.
Mucho tiempo atrás dejó de ser un despotismo y rápidamente se volvió una tiranía, veamos porqué:
El primero se vale de estar revestido de alguna autoridad para empezar a abusar.
El segundo no tiene ninguna autoridad, sin embargo, se apropia de ello a la fuerza y empieza sus abusos.
Cuando el voto fue vaciado de poder e impera el corrupto sistema de la revolución, la respuesta resulta evidente.
El único concepto con valía universal que busca conseguir el tirano y su séquito es el de ser “legítimo”. A toda costa busca ser reconocido a plenitud sin importar como.
Efectúa farsas electorales, crea suprapoderes, secuestra con numerosos subterfugios a los poderes públicos, patea mesas, apresa, mata y busca cualquier oportunidad de la comunidad internacional para revestirse como la autoridad única y legítima de Venezuela.
Busca volverse legítimo por el mero ejercicio de la fuerza, buscando el reconocimiento que da el tiempo tarde o temprano.
Es algo que podemos ver cuando estando plenamente conscientes de que Cuba tiene más de 60 años en tiranía, los medios y la mayoría de los países se refieren a los Castro y hoy a Díaz-Canel como “presidentes”.
Lo mismo ha sucedido en Rusia, China, Egipto, Siria, Arabia Saudí, Libia y pare usted de conseguir ejemplos.
Para más pesar, dentro de nuestra misma nación hay quienes diciéndose “opositores”, le confieren la potestad de presidente a un secuestrador.
Los verdaderos demócratas no pueden ser rehenes mentales. Debemos actuar, y una de las primeras opciones es manteniendo el desconocimiento a Maduro y sus usurpadores a todo nivel.
Si capitulamos en la semántica de la legitimidad, entregamos el país a la tiranía.