“Estamos preparados para ganar, no para empatar, ni para heredar este desastre”. Pablo Casado pronunció estas palabras el día que cumplió 3 años al frente del Partido Popular, el pasado miércoles. Para celebrar la ocasión, reunió en el parador abulense de Gredos a la Junta Directiva Nacional, un lugar nada casual y cargado de simbolismo. Fue allí donde se redactó la primera ponencia de la constitución.
Con un discurso centrado en la “agenda reformista” que tiene preparada para gobernar, el líder popular se erigió como la única opción a un Gobierno presidido por Pedro Sánchez que, dijo, “ya es el pasado”.
Pablo Casado ha tardado tres años en encontrar el espacio del PP para convertirlo en la alternativa real que las encuestas dicen que es hoy, y es que su mandato empezó marcado por vaivenes ideológicos hasta recuperar, como él mismo advirtió, “la hegemonía del espacio electoral del centro derecha”.
Un 21 de julio de 2018 fue elegido presidente del PP en el congreso nacional del partido. El voto de 1.701 compromisarios, frente a los 1.250 de Soraya Sáenz de Santamaría, le auparon como sucesor de Mariano Rajoy en un momento nunca antes vivido entre los populares, derrocados en una moción de censura justificada entonces por Pedro Sánchez por la sentencia del caso Gürtel que condenaba al Partido Popular como partícipe a título lucrativo.
La amenaza del sorpasso de Ciudadanos
demás de haber perdido el Gobierno y envuelto en un supuesto caso de corrupción, Casado tuvo que enfrentarse a una profunda fragmentación del centro derecha en la que Ciudadanos se erigía como gran amenaza de los populares. En las elecciones de abril de 2019, el PP cosechó el peor resultado de su historia: 66 diputados, solo nueve más que la formación naranja, que alcanzó, en cambio, los mejores desde su nacimiento: 57 escaños.
No obstante, los errores del entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que contribuyeron al bloqueo a la hora de formar un gobierno socialista, hicieron que los populares recuperaran algo de fuerza por el centro, con 89 diputados frente a los 10 de los naranjas. La nueva amenaza se llamaba Vox, que entró con fuerza en el parlamento tras esa repetición electoral, con 52 diputados.
Con el partido denominado de centro mermado y al borde de la desaparición, los populares marcaron un inicio de legislatura con discurso duro que competía con la formación de Santiago Abascal mediante su portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, cuya portavocía se vio marcada por polémicas intervenciones en los cara a cara con el entonces vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, al que llegó a denominar “hijo de un terrorista” -unas palabras que le costaron la demanda del líder morado-.
En busca del centro
El rumbo de ese PP no convencía entre sus barones, algunos de los cuáles se desmarcaban de la dureza del partido con el Gobierno hasta que en agosto de 2020, solo un mes después de las elecciones en el País Vasco y Galicia -donde Feijóo alcanzó su cuarta mayoría absoluta- Casado decidía poner un punto y aparte. Cayetana Álvarez de Toledo era apartada de la portavocía parlamentaria y ocuparía su puesto la exalcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra.
Las citas electorales que llegaron después de la pandemia fueron directamente responsables de que las encuestas apunten hoy a Casado como futuro presidente del Gobierno. Si bien los comicios en Cataluña no fueron nada buenos para el partido conservador, que apenas logró tres escaños y perdió su grupo parlamentario hasta recaer en el mixto, superado con creces por Vox, el adelanto electoral en Madrid supuso un antes y un después.
La arrolladora victoria de Isabel Díaz Ayuso fue un revulsivo para los populares, que empezaron entonces a dar la vuelta a las encuestas hasta situarse como el partido con mayor apoyo y con opciones de gobernar sumando el apoyo de Vox, como refleja el último barómetro de DYM para 20 minutos.
El líder del PP no ha dejado pasar esta oportunidad para pedir elecciones a Sánchez tras los indultos a los presos independentistas. No obstante, conscientes de la escasa probabilidad de este adelanto electoral, los populares no pierden el tiempo y se encuentran inmersos en un rearme de partido que culminará el próximo mes de octubre en su convención nacional, que tendrá lugar en Valencia y de la que saldrán propuestas para poner en marcha durante los primeros días de Gobierno.
Tres años después de ponerse al mando, Casado no ve amenaza por el centro político -ha absorbido a Ciudadanos en varios territorios y quiere hacerlo a nivel nacional- y afronta los dos dos años que quedan hasta las elecciones con el convencimiento de que las ideas que el PP representa “no admiten ni recambios ni sucedáneos”.