Hija de madre mexicana, Lynda nació el 24 de julio de 1951. Fuerte, inteligente y encantadora, se convirtió en un ícono de la cultura pop, pero se alejó de las cámaras de forma abrupta
Por Infobae
Cuando Lynda Carter se convirtió en la Mujer Maravilla por primera vez en la televisión, nadie apostaba por el éxito que tendría el personaje. Ni siquiera los productores tenían fe en que un programa estelarizado por un heroína, en lugar de un héroe, pudiera capturar a las audiencias.
Sin embargo, lo hizo. Después de su estreno en 1975, la serie fue un rotundo éxito. Diana Temiscira, o Diana Prince, como se presentaba para ocultar su verdadera identidad, se convirtió en uno de los personajes más queridos de la televisión y la joven de diminuta cintura, ojos azules y cabellera castaña que la interpretaba en una de las estrellas más importantes de la pantalla chica.
Con la ayuda de un lazo de la verdad, un avión invisible y poderes sobrenaturales, Diana combatía a los villanos en un escenario ubicado en la década de los 70. Pero fuera de la pantalla, Carter libraba otra batalla: el alcoholismo, fruto de un matrimonio infeliz que le costó superar.
Sin embargo, como su personaje, venció todos los problemas que se le presentaron, aunque antes tuvo que luchar para conseguirlo.
De Miss USA a Hollywood
Hija de una madre mexicana y de un padre con ascendencia irlandesa, la belleza de Carter era innegable. Pero su talento floreció lejos del modelaje y de la actuación, como podría pensarse. Con tan sólo cinco años de edad, debutó como cantante en su natal Phoenix, en Arizona, en un concurso de talento.
En la adolescencia se unió a un conjunto musical y comenzó a presentarse en una plaza pequeña en donde vendían pizza. Posteriormente, como parte de la banda The Relatives, Carter emprendió una gira en la que recorrió desde Las Vegas hasta las montañas Catskill, en el estado de Nueva York.
La música era, desde ese entonces, una de las grandes pasiones que la acompañarían por el resto de su vida y con la que logró cosechar múltiples éxitos, pero no sería lo único en lo que brillaría. En 1972, Lynda se convirtió en la ganadora del certamen de belleza Miss USA y posteriormente representó a su país en el concurso Miss Mundo, en donde se colocó como una de las 15 semifinalistas.
Pero en realidad, a pesar del éxito que tuvo en tan poco tiempo, el modelaje y el mundo de los concursos de belleza no era suficiente para Lynda. Su ambición fue mucho más grande y ese fue el empujón que necesitó para mudarse a Los Ángeles, California, en donde estudió actuación, canto y composición.
En Hollywood, consiguió algunos trabajos en series de la época e incluso audicionó para convertirse en la Mujer Maravilla en la película de 1974 que daría origen a la serie; pero en ese entonces Cathy Lee Crosby fue elegida para interpretar el papel. Grave error que después sería enmendado.
Un año después, Lynda audicionó por segunda ocasión para dar vida a la superheroína cuyo mensaje de empoderamiento femenino quedaría grabado en las generaciones siguientes y lo consiguió. Sin embargo, los problemas económicos que tenía como resultado de su mala paga como Miss USA la tenían consternada.
Veintisiete dólares en la cartera
Antes de la fama que la llevó a ser el ícono que es hoy, Lynda tuvo que lidiar con la incertidumbre natural de la industria del espectáculo. Apenas la cadena ABC transmitió el piloto de Mujer Maravilla, el éxito de la serie ya se vislumbraba, pero Carter no tenía nada seguro, pues el proyecto dependía de la aceptación del público.
“Este es mi primer protagónico. Hice dos papeles pequeños antes, e hice una prueba de cámara para el papel. Y en las semanas siguientes esperé, esperé y esperé a que me llamaran”, narró Lynda en una entrevista que concedió a Johnny Carson en 1975, días después del estreno del piloto de la serie.
“Hay una idea equivocada sobre los actores que recién comienzan. Mis amigos me llaman y me preguntan qué hago con todo el dinero que estoy ganando, pero no entienden que sigo desempleada, sólo que ahora gano 90 dólares en lugar de 27, ya que tengo un papel protagónico. Pero las personas no entienden que cuando estás empezando, empiezas como como todos los demás”, recordó con la sencillez que la caracteriza desde entonces.
Aunque el comienzo fue difícil, Carter por fin había encontrado su gran pasión y el papel que a todas luces nació para interpretar. Después de una primera temporada en la ABC, Mujer Maravilla fue adquirida por la CBS en 1977, en donde continuó por otras dos temporadas más, hasta 1979.
Durante ese tiempo, Carter gozó de una época dorada. Pero apenas el show llegó a su final, comenzaron los problemas. Al mismo tiempo que la serie terminó, su primer matrimonio con el productor y representante Ron Samuels, atravesó una importante crisis que desembocó en un fuerte problema con la bebida y que por poco puso en jaque su carrera y vida personal de la actriz.
“Creo que tomaba alcohol porque sentía una infelicidad enorme en mi primer matrimonio y tomaba un trago por la misma razón por la que cualquier persona se tomaría uno. Pero, al pensarlo en retrospectiva, creo que era más ebria que las demás personas. Lo ocultas de todos, pero las personas cercanas a ti lo saben”, recordó Carter durante una entrevista con Oprah Winfrey.
La botella sin fondo y el lazo de la verdad
El problema de Lynda con la bebida se agravó durante los años siguientes; el alcohol era una escapatoria de las “dificultades emocionales” que tenía. Su relación con la bebida era como un sube y baja, en un inicio tomaba grandes cantidades por un largo tiempo y después lo dejaba, según narró a Daily Mail. Hasta que un día ya no pudo renunciar a él.
Apenas probaba un trago, continuaba bebiendo sin poder controlarse. Finalmente, su matrimonio llegó a un inevitable final en 1982 por distintas razones. Una de ellas, el alcoholismo en el que llevaba años sumergida: “El alcoholismo es un abismo y no es una cuestión de voluntad”, expresó Carter.
“Pasó durante un periodo de tiempo. No es como la metanfetamina o la heroína, en donde quedas enganchado. Pero… por un tiempo comienzas a desearlo”.
Dos años después, en 1984, Lynda contrajo matrimonio con quien se convirtió en el padre de sus hijos, el abogado Robert Altman. En esos años, la participación de Carter cada vez fue menor en pantalla y poco a poco decidió dedicarse únicamente a su vida personal, mudándose a Washington, D.C.
Su relación con el alcohol seguía estando presente, aunque fuese de manera intermitente y parara por completo cuando ocurrieron sus dos embarazos. En 1993, Altman enfrentó cargos legales por fraude en relación con la compra secreta de un banco de Washington por el Banco de Crédito y Comercio Internacional.
Cargos de los que fue absuelto, pero que implicaron un cambio profundo en el estilo de vida de Carter, quien después de eso se decidió a abandonar la bebida: “Nos costó todo lo que teníamos y tuvimos que reconstruir”, contó en entrevista con Oprah Winfrey.
“Normalmente esas situaciones logran separar a las personas, pero a nosotros nos unió. Fui a rehabilitación después de eso. Así que él me ayudó y yo lo ayudé a él. Él es mi caballero en su armadura brillante”.
“Soy una alcohólica”, admitió durante una entrevista. Pero eso es todo lo que requirió para recuperarse: un amor que la inspirara a seguir adelante. Poco a poco, Lynda dejó la bebida y 28 años después no ha recaído. Por el contrario, su carrera resurgió sin problema alguno. Tan sólo en 2018 develó una estrella con su nombre en el Paseo de las estrellas en Hollywood.
En el teatro y en la música e incluso en algunos cameos, como en la más reciente cinta de Mujer Maravilla 1984 — ahora con Gal Gadot en la piel de la Princesa Diana— todavía es posible admirar el indiscutible talento y la fulminante belleza de Lynda Carter, quien a sus 70 años continúa siendo todo un fenómeno de la cultura popular.