Friso de Orange no había aprendido a caminar cuando sus padres, los entonces príncipes Claus y Beatriz, lo llevaron por primera vez a la nieve en la estación de esquí de Lech. La familia real holandesa amaba esa pequeña localidad austríaca. A pesar de que en invierno casi un millón de turistas la visitaban, sus pobladores eran discretos y amables. Cuatro décadas después Friso, convertido en un experto esquiador, seguía disfrutando de esas mismas pistas nevadas de su infancia. Lo que no sabía es que en ese lugar su destino se convertiría en tragedia. Un alud acabaría con ese príncipe culto y alegre que renunció a los derechos dinásticos por amor y obligó a su madre, en su afán por salvarle la vida, a ignorar sus propias leyes.
Por Susana Ceballos | Infobae
Juan Friso Bernardo Christian David de Orange Nassau, nació el 25 de septiembre de 1968. Como buen príncipe la infancia no la pasó en un monoambiente sino en el castillo de Drakensteyn, en la comuna de Lage Vuursche, cerca de Utrecht. No fue un “niño rico con tristeza”, al contrario vivió una linda niñez. Creció junto a sus hermanos Guillermo y Constantino, la diferencia de edad era apenas de un año lo que les permitía compartir juegos y complicidades. Su mamá, Beatriz era la heredera al trono, pero recién accedería en 1980 por lo que lograba un buen equilibrio entre el tiempo que le dedicaba a su familia y las actividades protocolares. Para sus hijos Beatriz era solo una mamá con un trabajo diferente. El príncipe Claus también era un padre muy presente. Los holandeses lo habían aprendido a querer pese a su pasado en las Juventudes Hitlerianas, pero Beatriz impuso su deseo de casarse por amor y logró que lo aceptaran, previo realizar una huelga de hambre por tres días.
Friso estaba muy unido a sus padres. Aunque tímido se distinguía por su humor divertido y punzante. Cierta vez que su hermano mayor hizo una travesura, sus padres quisieron reprenderlo. Friso medió con esta frase “Le pueden dar una buena paliza, pero por favor sin matarlo porque entonces me tocaría a mí ser rey”. La frase se transformó en un latiguillo que enojaba al futuro soberano de los holandeses. Años después Friso repetiría esa broma ante los periodistas que lo escuchaban asombrados.
Los hermanos pasaron su infancia en el castillo de Drakenstein hasta que su abuela, la entonces reina Juliana, abdicó en favor de Beatriz. La familia se trasladó al palacio Huis ten Bosch, en La Haya, y todo cambió. Cada paso de los príncipes era seguido por fotógrafos y curiosos, algo que les molestaba muchísimo y lo demostraban poniendo malas caras y sin jamás acceder al pedido de “sonreír para la foto”. La timidez de Friso quedó grabada en una entrevista de la televisión pública. Los príncipes estaban en la primaria y acompañaron a su madre a un programa. Pese al esfuerzo del conductor, Friso contestaba con monosílabos y se lo notaba más interesado en el cable del micrófono, en cómo funcionaban las cámaras que en las preguntas que debía responder.
La secundaria la hizo en el liceo Eerste Vrijzinnig Christelijk de La Haya. Era notoria la diferencia con su hermano mayor. Aunque ambos eran inteligentes, Guillermo no era muy dedicado a los estudios, pero Friso a su inteligencia natural le sumaba una gran responsabilidad por lo que su desempeño era brillante.
Al terminar el secundario le llegó el turno de realizar el servicio militar pero resultó exento por sus problemas de asma. Lejos de tomarse un año sabático o recurrir a ayuda profesional para saber qué hacer con su vida demostró que sabía lo que quería. Se marchó a Estados Unidos a estudiar ingeniería mecánica en la Universidad de California, en Berkeley.
No conforme con esos estudios en 1988 se inscribió en ingeniería aeronáutica y aeroespacial en la Universidad Tecnológica de Delft, y se graduó en 1994. De forma paralela entre 1990 y 1995 estudió en la Universidad Erasmo de Róterdam, donde obtuvo un máster en economía de la empresa. Dos años después, se graduó de sus estudios de MBA realizados en el Instituto Europeo de Administración de Empresas (INSEAD) de Fontainebleau (Francia). Lo que se dice un hombre preparado o un verdadero bocho.
Fue entonces que ocurrió algo inesperado. En el año 2001, comenzaron a circular rumores sobre una supuesta homosexualidad. El hecho de que no se le conocieran novias mientras que a Guillermo se lo había fotografiado con varias resultó sospechoso. A eso se sumó que mientras al primogénito lo apodaban “Pils” por su afición a la cerveza, al segundo siempre se lo veía medido con un trato atento y elegante. Los medios amarillistas se preguntaban “¿Puede un homosexual ser el próximo Rey de Holanda?”. Cansado del acoso hizo saber que era heterosexual. Las habladurías cesaron.
Aunque por derecho poseía un título de príncipe, Friso priorizó los académicos. Lejos de quedarse en el palacio cumpliendo meras funciones protocolares o disfrutando de un lindo rol de adorno decidió salir de su burbuja. Su primer empleo lo ejerció en Ámsterdam, en la consultora McKinsey. De allí pasaría a Goldman Sachs International, en Londres. Para 2004, era copresidente de la Organización holandesa para la Investigación Aplicada a la Física. En 2006 lo nombraron director, también en Londres, de la inversora privada Wolfensohn&Co y años después ya era el director financiero de la compañía URENCO, dedicada al enriquecimiento de uranio. Aunque era segundo con derecho al trono estaba convencido que la pasaba mejor que el primero. Es que mientras su hermano debía trabajar en lo que debía, él lo hacía en lo que quería.
Con Guillermo las diferencias de estilo eran notorias, pero los dos tenían algo en claro y en lo que se mantendrían inflexibles, al igual que su madre, se casarían por amor. Esa decisión a Friso lo llevaría mucho más lejos.
Cuando conoció a Mabel Wisse Smit quedó impactado. La bella joven contaba con dos licenciaturas “cum laude”, en Económicas y Ciencia Política. A los 27 años ya había dado conferencias en foros y organismos internacionales, trabajado en la Secretaría de la ONU, en Nueva York, en la petrolera holandesa Shell, en Malasia y dirigía varias fundaciones e institutos filantrópicos y a los los 30 el World Economic Forum la consideraba una de los 100 líderes del Futuro y una de las mujeres más influyentes de Europa.
Aguda, emprendedora, bella parecía la candidata ideal. Enamorado, el siempre reticente Friso esta vez se abrió con los periodistas “No conozco a nadie que haya tenido un impacto tan grande en mi vida como Mabel. Cada día con ella es una nueva sorpresa. Jamás pasamos un día en el que nos hayamos aburrido”. Aseguraban que se complementaban perfecto porque mientras él se dedicaba a la economía, ella prefería el campo social.
Mabel tampoco ahorraba elogios para su novio. Decía que inteligente, bromista y que amaba estar con él porque “vive su vida de una forma íntegra. El hecho de que sea príncipe es incidental. Yo me he enamorado de su persona”.
La propuesta de matrimonio llegó de un modo entre romántico y gracioso. Pasaban unas vacaciones en México cuando Friso apareció vestido con un traje mexicano blanco. Mabel pensó que era una de sus habituales bromas, pero no. Él sacó un champagne, un ramo de rosas y le pidió matrimonio.
Una novia bella y preparada, un príncipe feliz y enamorado, una reina que aprobaba a la candidata, sin embargo Mabel guardaba un pasado que el Gobierno holandés consideró oscuro. En su juventud tuvo una relación con Klaas Bruinsma, el gánster más famoso del país, asesinado por sus rivales. La novia aseguraba que solo habían compartido algún paseo en yate, pero la duda estaba instalada.
Los cuestionamientos no se había aquietado cuando un antiguo agente secreto, Frits Hoekstra, contó en sus memorias que la novia de Friso actuó como espía de los holandeses en los años noventa durante las negociaciones que pusieron fin a la guerra de Bosnia. Como frutilla del postre se le adjudicaba un romance con el entonces ministro bosnio de Asuntos Exteriores, Mohammed Sacirbey.
Friso anunció su casamiento en 2003, pero el Parlamento no aprobó esta unión. Sin esa aprobación era imposible el matrimonio de un miembro de la Casa Real.
El hijo de Beatriz pateó el tablero y decidió casarse sin el permiso parlamentario. Sin dudarlo anunció que renunciaba a sus derechos dinásticos pero no a su amor. El 25 de abril de 2004 fue la fecha elegida. La boda no tuvo la pompa vivida dos años antes en la ceremonia de Guillermo con Máxima Zorreguieta, pero si en ambas se veían dos parejas genuinamente elegidas y enamoradas. Durante toda la ceremonia, los novios intercambiaron sonrisas cómplices y miradas enamoradas. No había duda, se amaban.
El gran tema de la boda fue el traje de la novia. Para alguno era “bello y original”, para otros “polémico y osado”, todos coincidían que era el modelo menos royals de todas las bodas reales de los últimos tiempos. Se trataba de una creación de los holandeses Viktor & Rolf . Llevaba nada menos que 250 lazos, elegidos por la novia como símbolo del amor eterno, que iban aumentando de tamaño desde el cuello hasta la cola y que le hicieron ganarse el sobrenombre de “la princesa de los moños”.
Sin derecho al trono, Friso y su mujer se instalaron en Londres. Un año después de la boda nació Luana, la primogénita y en 2006, Zaria. Se dedicaron a sus carreras profesionales, pero si la reina Beatriz se los pedía participaban en eventos, fotos protocolares o lo que fuera necesario.
La vida transcurría sin sobresaltos y la familia, como todos los años, decidió ir a esquiar. Como siempre la ciudad de Lech fue la elegida. El 17 de febrero de 2012, Friso experto esquiador decidió deslizarse por una ladera. Una avalancha lo sorprendió y quedó atrapado bajo la nieve durante 20 minutos. Los rescatistas llegaron a él gracias a un aparato que llevaba en su cuerpo y que indicaba dónde estaba. Se le practicó la reanimación cardiorrespiratoria durante casi una hora. Lo llevaron al Hospital Universitario de Innsbruck, donde fue ingresado en estado de coma. Friso el hombre que se distinguía por su inteligencia había sufrido graves daños cerebrales. No volvería a despertar.
Beatriz se desesperó por el cuidado de ese hijo. En marzo de 2012, Friso fue traslado al hospital Wellington de Londres y la reina viajaba todos los fines de semana a visitarlo. Beatriz abdicó en abril de 2013, en favor de su hijo Guillermo dijo que era momento de darle lugar a las nuevas generaciones pero todos sabían que deseaba dedicarse a ese hijo amado.
Antes Beatriz afrontó una gran polémica. La prensa se preguntaba por qué el hijo de la mujer más poderosa de los Países bajos se atendía en Londres. Si bien el centro británico tenía una gran fama internacional, los Países Bajos también contaban con lugares especializados.
Beatriz sabía que la legislación de su país obliga a desconectar a aquellos enfermos que no muestren signos de recuperación en los seis meses siguientes a la caída en coma. Como monarca apoyaba esa ley, como madre se desesperó y decidió su traslado a Londres donde permaneció en un estado de “mínima conciencia”
Luego de varios meses sin cambios se decidió trasladarlo al palacio de Huis ten Bosch, una de las residencias oficiales de la monarquía holandesa, donde se anunció que el príncipe “pasará el verano en compañía de su familia” y bajo los cuidados de un equipo médico.
El 12 de agosto del año 2013 el Príncipe Friso murió. “Pese a que todos lo temíamos, la noticia de su muerte es devastadora. Para la princesa Mabel y sus dos hijas el dolor tiene que ser indescriptible. En estos momentos nuestros pensamientos están con ellas”, rezaba el comunicado oficial de Mark Rutte, el Jefe de Gobierno. “Igualmente, su pérdida supone un gran golpe para la princesa Beatriz. Ver morir a un hijo es lo peor que le puede suceder a una madre. Los reyes Guillermo y Máxima y los príncipes Constantino y Laurentien pierden un hermano y un cuñado que siempre les apoyó. También para ellos nuestro recuerdo en este triste día”, continuaba la nota.
Friso no tuvo un “funeral de estado” sino otro íntimo y familiar. No lo despidieron como a un príncipe sino como a el hombre bueno que fue, de esos que te generan una sonrisa aunque ya no la puedan ver.