Francisco Santos: Afganistán, fin de una era

Francisco Santos: Afganistán, fin de una era

Un trillón de dólares tarde Estados Unidos abandona Afganistan. Y con ese símbolo, similar el de Saigon, se pone fin a un siglo de liderazgo americano.

No es solo que esta debacle política y militar se hace aún más relevante en este nuevo mundo bipolar donde el auge de China como gran competidor de Estados Unidos genera inquietudes inmensas en las democracias mas débiles del mundo. Es también la desatención del mayor poder democrático del planeta frente a los nuevos retos del siglo 21, las nuevas batallas geoestratégicas y las verdaderas zonas de influencia a las que normalmente debería prestar real atención.

Estados Unidos hoy tiene una administración y una política exterior del siglo 20. Aún no se da cuenta que el sudeste asiático y Africa hoy están perdidos en materia geopolítica, el primero por razones geográficas y el segundo por la desatención política y económica de los últimos 30 años. Triste decirlo pero si yo soy un demócrata en Taiwan estaría empacando maletas pues nadie cree, y están en lo cierto, que la independencia de la isla sobreviva ahora que China logró acabar sin costo alguno la política de un país dos sistemas con lo sucedido en Hong Kong. Es apenas cuestión de tiempo.





¿Qué queda en disputa? India y algo de latinoamérica. Y digo algo porque en los últimos diez años China ha crecido enormemente su influencia en este continente. Hoy es el socio comercial más importante de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú. Y en Colombia aterrizaron nada mas y nada menos que con una de las obras de infraestructura mas grandes del continente: el metro de Bogotá.

Hoy vemos una administración Biden distraída por decir lo menos frente a latinoamérica, pensando que los problemas del continente son los migrantes centroamericanos. La verdad lo hace por puro cálculo electoral pues la migración es uno de los mas candentes temas en la política norteamericana. No han entendido, y eso no es exclusivo de esta administración, que América Latina puede y debe ser su gran socio comercial y su gran aliado en la lucha por los valores occidentales de libertad y democracia.

¿Se imaginan que la mitad de ese trillón de dólares que quemaron en Afganistán, para no hablar del otro trillón botado a la caneca en Iraq, se hubiera invertido en nuestro continente? No en ayuda que nunca resuelve los problemas sino en inversión, en infraestructura, en fortalecimiento institucional o educación para el mundo digital en que vivimos. Para entender la dimensión del despilfarro, la inversión en el Plan Colombia fue de 10 billones de dólares, el 1% de lo malgastado en Afganistán. Y salvó a Colombia de ser un estado fallido, situación que estuvo a punto de suceder en el año 2000.

Pero eso requiere foco, compromiso, socios que pongan carne en el asador, como fue Colombia, políticas y visión de largo plazo y unidad de criterio tanto en el gobierno como en el Congreso. Esa lección la dejó el plan Colombia, el mayor éxito en política exterior de Estados Unidos en la región en los últimos 50 años. Desafortunadamente, hoy la mayoría de funcionarios que toman decisiones en este ámbito parecen no entender o peor aún reafirmar el statos quo en la política hacia la región. Reaccionar a la crisis y jugar a la defensiva es hoy por hoy la política exterior de Washington en América Latina.

El entorno político interno y la polarización que existe en Estados Unidos no ayuda. Si bien en el Congreso aún existen temas de consenso bipartidista y hoy todavía hay senadores y congresistas con vasta experiencia en política exterior, las fracturas ideológicas que viven ambos partidos y la misma sociedad norteamericana hacen cada vez mas difícil que ese país tenga una política coherente y de largo plazo para enfrentar los retos de este siglo.

Hoy, más que nunca, Estados Unidos necesita de un George Kennan, el autor de la política de contención contra el expansionismo de la entonces Unión Soviética. Aunque no me cabe duda sería marginado por los debates ideológico internos que vive ese país y acabaría en algún think tank teniendo impacto limitado como tristemente en su vida le sucedió.

Así que poco debemos esperar de Estados Unidos en la región. O nada distinto a lo que hoy hay. Y la pregunta del millón para los países del continente es, ¿cómo administrar las relaciones con China entendiendo que su ímpetu económico siempre tiene un costo político anexo a la inversión? ¿Como contener a Rusia y su accionar desestabilizador de la democracias?

Sin liderazgos claros en America Latina y con un continente cada vez más dividido ideológicamente, China y Rusia tienen el camino libre para expandir su influencia, conquistar nuevos mercados y de paso cercar a su histórico rival, Estados Unidos, en su patio trasero que tristemente ellos siempre vieron así.


Este artículo se publicó originalmente en El Tiempo (Colombia) el 16 de agosto de 2021