Es de las últimas integrantes del Movimiento San Isidro que hoy está en libertad. Una colecta en internet busca ayudarla a comprar una casa y darle un respiro en la fuga nómade junto a su hijo a la que la fuerza la dictadura.
Por infobae.com
“Un hogar para Afrik3 y su hijo” es el título del crowdfunding que un grupo de amigos del exilio se ingenió para ayudar a Yenisleidys Borroto. Yenisleydis tiene treinta años y un hijo de tres. Es soltera, negra, poeta, rapera y solo su familia la llama Yenisleydis. El resto de Cuba la conoce por su nombre artístico: Afrik3 Reina.
En la foto en blanco y negro de la campaña de recaudación aparece mirando con una sonrisa amplia a su hijo Nayad, que carga en sus brazos, y Nayad a su vez mira a cámara con otra sonrisa. En la iniciativa se lee: “Integrante del Movimiento San Isidro, artista de Spoken Word (un tipo de perfomance poética que mezcla canto y algo de actuación) y madre soltera, se ha visto forzada a mudarse al menos siete veces en los últimos dos años debido al acoso de la Seguridad del Estado, brazo represor de la dictadura. A su hijo de tres años, no puede proveerle hoy seguridad ni estabilidad, solamente por alzar su voz en contra de la opresión que se vive en la isla”.
Un mes después de haber lanzado el crowdfunding, los amigos de Afrik3 han recibido la donación de 118 personas que se han solidarizado con la causa. La suma asciende a 4279 dólares y el objetivo es llegar a los 6000. Eso le garantizará a Afrik3 comprarse alguna pequeña casita de una habitación en alguna parte de la periferia de La Habana y así, por primera vez en mucho tiempo, de noche podrá colocar su cabeza en la almohada y quedarse dormida al lado de su hijo sin la preocupación de que al amanecer tendrá que recoger todas sus cosas y salir a buscar otro techo donde pasar el día siguiente.
“…el paredón de los prejuicios/el compromiso en las palabras/volar siempre al Sol…” es una estrofa de una de las obras de Afrik3 Reina que resume a la perfección lo que ha sido su vida en los últimos años. Levantarse en el reparto Cojímar y desempacar más tarde en Centro Habana. De Centro Habana a Marianao. De Marianao al Vedado. Del Vedado de vuelta a Mayabeque, la provincia donde nació. De Mayabeque al Cerro. Y, ahora, del Cerro para dónde encuentre. Ese ha sido el intempestivo itinerario que ha tenido que cursar Afrik3. Una travesía forzosa producto de una de las estrategias que la Seguridad del Estado emplea para doblegar a los activistas de la sociedad civil, los periodistas independientes y los opositores que radican en La Habana y no tienen domicilio propio en la ciudad: agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil citan a los arrendatarios de alquileres o a los amigos que acogen a estos ciudadanos y los amenazan con tomar represalias con ellos si no expulsan a sus huéspedes de sus viviendas. Los agentes alegan que estos ciudadanos son mercenarios pagados por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) o por gobiernos extranjeros y que intentan “derrocar a la Revolución”. Por lo tanto, si ellos no contribuyen sacándolos de sus casas, estarían siendo cómplices de esas supuestas operaciones encubiertas y podrían ser llevados a los tribunales por ello.
Por supuesto, que en la mayoría de los casos, a no ser que la amistad sea a prueba de bala, los arrendatarios o los amigos deciden acatar la advertencia de los agentes. Así la gente como Afrik3 que hace arte contestatario o que abiertamente manifiesta su oposición al castrismo, no solo tiene que vivir sabiendo que en cualquier instante puede ir a la cárcel, sino que su cotidianidad se desarrolla en una especie de desamparo, una zozobra que implica ni siquiera poder contar con la tranquilidad de arrendar un espacio minúsculo por un tiempo, donde de puertas para adentro los tentáculos del totalitarismo no alcancen a llegar.
Por eso, en 2019, cansada de la inestabilidad que genera este asedio y de no poder ofrecerle un poco de sosiego a su hijo, que tenía un año en ese entonces, no le quedó más remedio que tomar la justicia por sus manos: decidió ser una okupa.
Había escuchado que en el barrio de Miramar, la zona más acomodada de La Habana, varias familias se habían adueñado de residencias abandonadas y las autoridades estaban siendo permisivas con los okupas para evitar que el suceso, que envolvía a decenas de familias, saltara a la prensa independiente o que le incomodara la placentera tranquilidad que transcurre en el barrio donde están enclavadas la mayoría de las embajadas del país.
Durante cuatro días Afrik3 Reina se dispuso a patrullar de arriba abajo Miramar, pero no divisó ninguna propiedad vacía donde pudiera introducirse. En ese momento, estaba rentada en un pequeño apartamento en el Vedado, cuya dueña, de manera sorpresiva, le había notificado que tenía que marcharse porque lo iba a vender. Detrás de aquella noticia estaba la mano oscura de la Seguridad del Estado. Fue la primera vez que se quedó en la calle junto a Nayad. No encontrar un potencial sitio donde vivir en Miramar, la hizo moverse en su exploración hacia el reparto Kohly, un barrio colindante al anterior.
Caminando por allí, identificó una casona enorme de 1950 con ventanas de madera. Con un cuchillo forzó la puerta y entró. Dentro se topó a una señora entrada en años que llevaba ya varios meses viviendo en la residencia. La señora había llegado también como okupa y le dijo que el lugar, aunque estuviese abandonado, pertenecía a la Universidad de La Habana y que a ella, las autoridades, le habían permitido la estancia. De hecho, esos mismos funcionarios del gobierno, para evitar la dichosa repercusión mediática del asunto, le habían levantado una pared dentro de la enorme vivienda para que la señora se ciñera a un espacio en concreto. Algo así como “te vamos a dejar estar aquí en este pedazo, pero no te puedes pasar de la raya”.
Afrik3 llevaba a Nayad en un coche de bebé y debajo, en el compartimento para colocar los pañales desechables y los biberones, cargaba un colchón de esponja, una escoba y una bolsa con otras cosas imprescindibles. Un amigo, que se quedó a dormir la primera noche, la acompañaba. Después de acomodarse en una de las habitaciones de la casa abandonada, Afrik3 dejó a su hijo con su amigo para salir a la calle a buscar algo de comida y agua. Salió y entró con sumo sigilo para no llamar la atención y en ese trayecto perdió su teléfono móvil. Lo que la dejó aislada, pues solo ese amigo sabía dónde estaba y, en caso de que la descubrieran e intentaran desalojarla, no iba a poder presionar en redes sociales con una denuncia o no iba a poder llamar al resto de los integrantes del Movimiento San Isidro para que le dieran una mano. Una semana estuvo en ese lugar. Piensa que el llanto de Nayad tiene que haberla delatado con los vecinos y estos a su vez deben haber llamado a la policía, que fueron los primeros en llegar.
Dos policías bajaron de una patrulla y tocaron a la puerta la tarde que la descubrieron. Desde la ventana Afrik3 les respondió: “Soy una de las tantas madres de este país que no tiene donde vivir con su niño”. “¿Y dónde está el padre de tu hijo?”, ripostó uno de los dos agentes uniformados. “El padre de mi niño no existe”, dijo Afrik3. El diálogo lo interrumpió un hombre que, por detrás de los policías, se presentó como el administrador de la Universidad de La Habana. El señor iba acompañado de una camada de agentes de la Seguridad del Estado. Primero, los agentes le pidieron a Afrik3 que abriera la puerta, a lo que se negó. Luego le dijeron que tenía solo dos opciones: “O sales por las buenas o te sacamos a la fuerza”. Además, una señora que se identificó como “jefa de enfrentamiento político ideológico de La Habana” agregó: “Y si te sacamos por la fuerza, tu niño va para una institución del Estado que correrá con su custodia”. Afrik3 abrió la puerta y se entregó.
Con Nayad en brazos, la montaron en una patrulla policial y la depositaron en los bajos de la casa de alquiler de la que ya había sido expulsada por su dueña. Los agentes no tenían otro lugar a donde llevarla. En esa escalera, Afrik3 y su hijo estuvieron 24 horas como homeless. Hasta que una vecina del edificio los vio y se compadeció. “A esa mujer le agradezco la vida”, dice Afrik3 sobre la señora que le brindó dos semanas la sala de su casa. En realidad durante ese tiempo lo único que hizo en esa casa fue dormir y bañarse, porque no quería molestar a la señora y a su marido y por eso se pasó esos días sentada o en las paradas de ómnibus o en los parques de la ciudad. Y ya cuando estaba cayendo la tarde, llegaba para bañar a Nayad y acostarlo directamente. Además, el día se le iba en la calle buscando un nuevo lugar donde alquilarse. Uno de esos días en los que iba tocando puerta por puerta en Centro Habana para ver si daba con alguna renta, un auto le frenó en seco delante. Afrik3 se desplazaba con el coche de bebé donde estaba Nayad dormido. Miró con ganas de matar al chofer del auto y descubrió que era uno de los agentes de la Seguridad del Estado que la había desalojado de la casa abandonada en Kohly. El hombre la estaba siguiendo y quiso hacérselo saber.
Cuando Afrik3 Reina conoció al artista visual Luis Manuel Otero Alcántara, su arte cambió. “Luis hizo que el bichito del activismo político me picara” dice Afrik3, que conoció en casa de un amigo en común a él y a Yanelys Nuñez, una historiadora de arte que era pareja del artista en 2016. Desde que los tres intimaron, surgió una química increíble que los volvió inseparables.
Meses después de conocerse, Luis Manuel y Yanelys le comunicaron a Afrik3 que iban a fundar el Museo de la Disidencia en Cuba, un repositorio histórico online para perpetuar la memoria de quienes se han opuesto al poder en la isla. Si bien Afrik3 no formó parte del proyecto, si lo acompañó desde su inicio al escuchar de sus fundadores las ideas que pretendían materializar. Una información que la ayudó a ir conformando una conciencia política mucho más crítica y activa que la que tenía.
En ese momento, Cuba, acostumbrada a la inmovilidad a la que se había visto sometida en décadas a causa de la estrangulación de la ciudadanía por parte del castrismo, comenzaba a cambiar en algo. El restablecimiento de las relaciones bilaterales con Estados Unidos y un paquete de reformas socioeconómicas, que incluían la apertura de la propiedad privada y el acceso a internet, fueron el cimiento para que naciera una nueva sociedad civil y luego se empoderara.
Sobre todo internet fue la génesis de ese cambio de fisionomía de la sociedad cubana que permitió, por ejemplo, el surgimiento de una nueva generación de medios de prensa independientes y que en las redes sociales los ciudadanos comenzaran a contar, junto a esos medios, las zonas de la isla que se habían mantenido a oscuras hasta ese momento. De alguna manera, el gobierno se propinó un disparo en el pie al otorgarles acceso a internet a los cubanos, pues la decisión significó que ya no contaran con el absoluto monopolio de la información con que habían vivido durante las últimas seis décadas. A partir de entonces, la verdadera realidad de la nación comenzó a aflorar y, a su vez, eso provocó también que emergiera una nueva generación de jóvenes disidentes, como Luis Manuel y Yanelys.
Esos primeros aires de cambio que se respiraban en Cuba, sobre todo en La Habana, Afrik3 se los perdió, pues tuvo que regresar a su provincia natal, Mayabaque. Salió embarazada de un hombre que no quiso asumir la responsabilidad. Los médicos le habían comunicado que esta era su única posibilidad de tener un hijo y decidió no perdérsela. Asumir la barriga sola “fue un black out”, dice Afrik3, que se vio obligada a pedirle ayuda a su familia y para ello tuvo que regresar con ella.
“Me demoré en regresar a La Habana porque no había superado el tema emocional que fue el embarazo. Quería centrarme en mí y en mi niño, no quería estar reciclando emociones”, dice.
Durante ese tiempo que estuvo alejada de la capital, su amigo Luis Manuel Otero desarrolló la “Bienal 00”, un evento de artes visuales alternativo e independiente del Estado como respuesta a la suspensión de la bienal de arte en Cuba. El suceso logró reunir a cien artistas cubanos y extranjeros en galerías y espacios artísticos independientes y fue quizás el punto de partida sin retorno de la represión y el acoso por parte de la Seguridad del Estado hacia Otero, que demostró ser un líder aglutinador dentro de la nueva isla.
Después que Nayad cumplió su primer año de vida, Afrik3 decidió regresar. Luis Manuel y Yanelys Núñez fueron a darle la bienvenida con unos pañales desechables como regalos. Sus amigos le contaron que habían comprado una casa en el barrio de San Isidro en La Habana Vieja y que querían convertirla en la sede de un movimiento artístico que sirviera de plataforma para “cambiar las cosas en el país”. “No te tengo que decir que estás asumida en el movimiento” le dijo Otero a Afrik3.
Así nació el Movimiento San Isidro. Su primera batalla fue contra el Decreto 349, una disposición que intentaba regular las actividades artísticas y culturales en el país instaurando de manera legal la censura. Los miembros del movimiento se movilizaron: presentaron demandas en el Ministerio de Cultura, en la Fiscalía, organizaron eventos teóricos para rechazar el decreto y se citaron con dirigentes del gobierno para expresar el descontento. Además, promovieron en espacios independientes propuestas artísticas que dinamitaban la idea de crear bajo la lógica del régimen cubano.
La bulla fue tal, que de manera inusual, al gobierno no le quedó de otra que frenar la aprobación del decreto, lo que se asumió como una nueva victoria de esa sociedad civil naciente. El castrismo, acostumbrado a siempre salir victorioso, no se quedó de brazos cruzados ante la derrota y respondió al éxtasis social con represión. Desde 2018 y hasta la fecha, el acoso y la persecución a artistas y activistas civiles se volvieron la única estrategia del gobierno para evitar que el país se le escurra entre las manos.
Obviamente, dentro de la ciudadanía disidente, el Movimiento San Isidro pasó a ser uno de los focos de atención del régimen. Sus integrantes pasaron a vivir bajo un constante asedio que tuvo su punto de clímax en noviembre de 2020 cuando un agente policial violó el domicilio del rapero Denis Solís para entregarle una citación policial. El miembro del movimiento transmitió la escena en vivo en Facebook, lo que provocó que la arbitrariedad saliera a la luz mientras transcurría. Durante la transmisión, Solís ofendió al policía que estaba dentro de su casa sin permiso. Unas horas más tarde, el rapero fue brutalmente golpeado en plena calle, esposado y encarcelado. Denis Solís fue sancionado a 8 meses de prisión dos días después en un juicio exprés.
El resto del movimiento se citó en la estación policial donde supuestamente tenían detenido a Denis Solís para reclamar su liberación. Pero ni siquiera eso permitió la Seguridad del Estado, que decidió llevar a calabozo a toda persona que llegara a esos predios a preguntar por el rapero. Los artistas lo hicieron durante tres días seguidos y terminaron detenidos durante largas horas esos tres días. Abortaron esa idea de ir a reclamar a la estación policial y se dispusieron a leer poesía en la vía pública, de donde también fueron sacados a la fuerza. No tuvieron otra opción que apertrecharse en la sede del movimiento San Isidro, aquella casa que Luis Manuel Otero le había dicho a Afrik3 que había comprado, para desde allí presionar al gobierno con una huelga de hambre y sed.
Una semana duró el plantón. La noche que el régimen decidió acabar con la protesta pacífica, cortó el internet en todo el país para que no salieran a la luz las imágenes de la detención y, con agentes policiales disfrazados de médicos, penetró en la casa de Luis Manuel para sacar a las 14 personas que allí estaban bajo la justificación de una posible propagación de un caso de coronavirus. Un día después del desalojo, cientos de jóvenes -la mayoría artistas- se presentaron en las inmediaciones del ministerio de cultura para exigirle al gobierno el cese de la represión contra el Movimiento San Isidro y los artistas contestatarios, libertad artística y el inicio de un diálogo con la sociedad civil que sirviera de vehículo para cambiar el status quo de la nación. Un diálogo que nunca llegó a concretarse, aunque luego los manifestantes de esa protesta fundaron el Movimiento 27N, cuyas acciones están dirigidas esencialmente a “tener derecho a los derechos en Cuba”.
Lo que sí se concretó fue una colaboración entre músicos urbanos del exilio y miembros del Movimiento San Isidro quienes crearon “Patria y Vida”, un tema que aboga por el fin de la dictadura cubana y que tiene la intención de subvertir la histórica frase “Patria o Muerte” de Fidel Castro. La canción rápidamente se convirtió en el himno del cambio para el nuevo país por el que los jóvenes luchan y su impronta fue tan notoria que el régimen cubano decidió censurarla de los medios de comunicación. En Twitter, varios funcionarios del gobierno profirieron ofensas a los músicos. Mientras en las calles, las fuerzas policiales emprendieron una cacería ciudadana: quien pusiera el tema en su casa, en un auto, en un bicitaxi o donde fuese, era detenido.
Además de Maykel Osorbo y El Funky, raperos del Movimiento San Isidro que intervienen en “Patria y Vida”, Luis Manuel Otero también aparece en el video clip oficial de la canción que en tan solo tres días alcanzó un millón de reproducciones en Youtube. La repercusión internacional de “Patria y Vida” fue el último golpe que el régimen cubano decidió aceptar de parte del Movimiento San Isidro. Meses después la mayoría de sus integrantes o están presos en sus domicilios bajo medidas cautelares o están encarcelados en prisiones de máxima seguridad bajo cargos judiciales construidos o han escapado al exilio. Afrik3 Reina es una de las pocas integrantes del Movimiento San Isidro que sigue en Cuba y que camina libre por las calles de la isla. Si es que a esa condición, se le puede llamar libertad.
Afrik3 Reina nació en Madruga, el último pueblo de la provincia de Mayabeque. Un municipio que se caracteriza por su fuerte tradición en las religiones Yoruba y Palo monte. A sus siete años perdió lo que ella considera su primera fe en la vida: su abuela. La abuela de Afrik3 era una espiritista hija de la deidad Obatalá que la llevaba a todas las ceremonias a las que asistía. Aunque Afrik3 era una niña y no tenía conciencia de a dónde acudían, inevitablemente todos aquellos cantos, rezos y bailes que allí se producían, se les grabaron para siempre.
La abuela de Afrik3 falleció de un cáncer de estómago y a la niña y a su hermanito, de cuatro meses, los llevaron a pasar esa noche en casa de unos vecinos. Porque su familia tiene la tradición de velar a los muertos en casa. Pero Afrik3 quiso despedirse de su abuela con un besito en la mejilla y cuando la dejaron asomarse en el ataúd, la vio como si fuera una reina: “Estaba vestida con un traje hermoso blanco y con una corona”. Afrik3 no sabía que a los religiosos africanos los entierran con los trajes de sus santos.
“A partir de ahí me empiezan a pasar cosas de madrugada. Lo primero fue que mi hermano comenzó a gritar cuando dormía. Eran gritos que daban miedo. Mi hermano era la última obsesión de mi abuela. Entonces, empecé a caminar con los ojos cerrados porque no me gustaba lo que veía”, dice.
Lo que veía Afrik3 era un toro negro de ojos rojos, con grilletes y cadenas en las patas. Un toro que hacía un ruido tremendo porque intentaba zafarse de aquel herraje que lo ataba. Y, por eso, desde que la tarde en Madruga comenzaba a esconderse, la niña Afrik3 no quería estar en su casa. Ella y sus padres vivían en una casa colonial, alargada, donde los bombillos de luz eran amarillos. En todo el barrio solo había un hogar que tenía bombillos de luz fría y ese era el lugar donde Afrik3 prefería estar por temor a la penumbra. Cuando estaba en su cuarto para dormir, saltaba de la cama para caer cerca de la puerta porque sentía que debajo de su colchón había algo que quería atraparla. Toda la madrugaba se la pasaba aguantando las ganas de ir al baño. Nada más asomaba el primer rayito de sol, corría a hacer sus necesidades.
“Estuve dos años así. Hasta que hicieron una misa en la casa cuando tenía nueve años. En la misa vino el espíritu de mi abuela y me dijo que no tuviera miedo, porque cuando sintiera alguna sensación cerca de mí o en el pelo, era ella la que estaba ahí. Además, me explicó que el toro que veía era un fundamento de más de cien años que estaba desatendido en mi casa. Un fundamento o ganga es un caldero de la religión Palo monte donde hay vibraciones materiales y espirituales, tiene desde palos del monte hasta huesos de personas o animales, todo eso hace una vibración de energías relacionadas con el agua, el hierro o el fuego”, cuenta.
La primera vez que Afrik3 se acercó al arte, fue en la secundaria básica. En ese momento, se acercó a un grupo de muchachos que consumían rap norteamericano y que se hacían llamar “moñeros”. El grupo logró que en una galería de arte de la comunidad le abrieran un espacio dos veces al mes para que allí escucharan ese género musical y además mostraran las coreografías que veían en las películas norteamericanas y que luego imitaban. En ese grupo escuchó por primera vez rap cubano.
“Mi abuela quería que yo fuera artista y yo quería ser cantante. Mi padre era percusionista de un grupo aficionado y andaba con él en sus conciertos, me subía al escenario. Mis profesores y mi papá querían que hiciera las pruebas para ingresar en la escuela vocacional, pero yo quería irme a una escuela de arte. El día que tenía que examinar Historia, era el mismo día que eran las pruebas para la escuela de instructores de arte, a donde fui. Fue la primera vez que enfrenté la ley y cuando regresé y le conté a mi padre, la gritería fue tremenda”, cuenta Afrik3.
“No vas a ir a la vocacional, pero tampoco vas a estudiar arte”, dijo el padre de manera descompuesta y envió a su hija a un preuniversitario convencional. En esa escuela Afrik3 estuvo un mes donde entró en una depresión profunda: llegaba a su dormitorio y regalaba toda la comida que traía de casa para la semana, no comía absolutamente nada, lo que le provocaba vómitos continuos. Adelgazó de una manera antinatural y la menstruación se le dislocó. Al ver el estado de su hija, el padre decidió llevarla a matricular a la escuela de instructores de arte.
Las escuelas de instructores de artes formaron parte de la “Batalla de ideas”, un proyecto ideado por Fidel Castro a inicios de este siglo que contemplaba más de doscientos programas educativos y patrióticos. La intención de Castro era venderle la imagen al mundo de las capacidades de los cubanos pese a sufrir, entre otros contratiempos, las amenazas del gobierno de los Estados Unidos. Muchos de esos programas apuntaban a construir números y no un efecto real en la población. Números para vender, números para maquillar la realidad de la isla, números para engordar la Cuba ficticia. Por ejemplo, en el caso de los instructores de artes, Fidel Castro mencionaba con autosuficiencia todo el tiempo en sus discursos la cantidad y calidad de graduados anuales de esas escuelas, que salían de las aulas directos a las comunidades a enseñar arte. Pero Castro olvidaba aclarar lo que verdaderamente motivaba a esos jóvenes volverse “instructores de arte”.
“Mucha gente entraba sin vocación y lo hacía porque estar allí les garantizaban a los hombres que le acortaran el servicio militar obligatorio. Además, no se daban las ciencias como asignaturas. Y lo más importante era que por graduarte, te ofrecían la carrera universitaria de humanidades que quisieras sin ni siquiera hacer pruebas de ingreso”, cuenta Afrik3, quien sí accedió a la escuela por vocación y no por beneficiarse. De allí salió especializada en canto coral y en enseñanza especial. Luego la ubicaron a trabajar en una escuela en El límite, un pueblo intrincado que se ubica entre las provincias de Mayabeque y Matanzas.
Era una escuela de enseñanza especial donde había unos cuarenta alumnos que podían tener desde cinco años hasta veinte. “Fue una experiencia difícil porque las escuelas especiales en Cuba son mixtas y la enseñanza no está parcializada. Se aplican herramientas generales, lo mismo para síndromes de Down, autistas, que niños con retardo grave y moderado. Los agrupaban por edad y no por sus características. En las clases de canto tenía que improvisar con palos, cajas, porque no había instrumentos para ellos. Cuando nos graduábamos de la escuela, lo que nos daban para trabajar era una grabadora y una memoria flash”, dice.
Tras pasar dos años en esa escuela, a Afrik3 la seleccionaron presidenta de todas las brigadas de instructores de arte en su provincia. Un ascenso que la llevaría a enfrentarse con quienes determinaban el objeto social de esas brigadas en el territorio: los dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC). Afrik3 defendía la idea de que los instructores estaban para enseñar arte y no para hacer política. Y la UJC quería que los instructores de arte fueran quienes montaran la parte artística de los actos políticos del gobierno de Mayabeque. Esa posición de enfrentamiento hizo que a Afrik3 la expulsaran de su puesto laboral. Decidió entonces irse a dar clases de historia del arte en la Universidad de San José de las Lajas y a una primaria.
Su expulsión de las brigadas de instructores de artes le confirmó a Afrik3 Reina que la única manera de sobrevivir en Cuba es acatando las órdenes del poder. Aquel percance le dio fuerzas para lanzarse a la aventura que siempre había soñado: vivir en La Habana. Encontró un trabajo como profesora de canto en una compañía lírica y se mudó a casa de una prima que la acogió por un tiempo.
Comenzó a salir para conocer la ciudad. Pronto descubrió que en la noche la avenida de los presidentes del barrio del Vedado se repletaba de jóvenes que iban allí a sentarse en el césped a cantar, a beber, a drogarse. Esa era una Habana que nunca imaginó encontrar. Se introdujo en ella. Poco a poco fue haciendo amigos y terminó siendo uno de los personajes más pintoresco de esa Habana oculta.
“Yo era la negra sensual con dreadlocks que fumaba tabaco y recitaba poesía de noche en esa calle donde iba toda la juventud. En esos intentos de rap que hacía, como no tenía música detrás que me acompañara, me ponía a jugar con la cadencia. Y eso se parece al Spoken Word. Pero yo no sabía lo que estaba haciendo”, dice.
Alguien de toda esa multitud que rodeaba a Afrik3 mientras rapeaba en las noches, le dijo a Queen Nzinga Maxwell que había visto a la mujer que ella buscaba. Nzinga es una artista visual y de Spoken Word de Costa Rica que estaba en ese momento organizando en la isla “Vientre evolución”, un festival artístico que incluía a Chucho Valdés y otras reconocidas personalidades de la cultura cubana. Para la parte poética, Nzinga no había encontrado a alguien que le gustara realmente, de ahí que fuese a conocer a Afrik3.
“Vientre evolución” era una idea para celebrar el día de la mujer afrodescendiente. Nzinga tenía previsto una peregrinación en Cuba de familias negras con conciencia afrodiasporica, una exposición de instrumentos musicales africanos y grabar un disco de Spoken Word en tiempo real.
Después de verla en acción, Nzinga tuvo claro que Afrik3 era quien ella buscaba para el disco de Spoken Word. “Queen me dijo que yo no sabía qué era el Spoken, pero que podía hacerlo porque era justo lo que yo hacía. Antes que llegara el festival, empezamos a tener unos talleres donde ella me pasaba información y donde yo ensayaba. Al final tuvimos que parar porque el gobierno generó toda una paranoia alrededor de Queen y suspendió el festival. Era porque ella era una presa política costarricense que en su momento había formado parte de un movimiento similar al de las panteras negras”, dice.
Aunque no pudieron materializar sus planes, la amistad entre las dos artistas quedó. E incluso fue Nzinga quien bautizó el nombre artístico de Afrik3: “A mí me llamaban África en la calle por cómo me vestía: llevaba dreads y ropa ancha de colores. Queen me explicó que en el continente africano, muchas mujeres les ponen el nombre África a sus hijas para darle fuerza y espiritualidad. Entonces era una buena idea agregarle al mío la palabra reina. Lo hicimos poniéndolo al revés: para que el reinado sea del continente no de mi persona. El 3 que le añadimos es porque para los antiguos egipcios eso significa esencia espiritual”.
Como mismo Nzinga incursiona en el arte menstrual, Afrik3 Reina también comenzó a hacerlo desde que la conoció. Sobre esa faceta dice: “Forma parte de la reconciliación con el yo femenino, con mi afrodescendencia. Porque las mujeres de la áfrica ancestral se juntaban en sus chozas durante sus períodos de menstruación para celebrar la menarquía de las niñas. Generaban todo un acontecimiento festivo y divino sobre la menstruación. Sangraban sobre la tierra y hacían obras de augurios para la buena reproducción de las mujeres. Era como un instrumento divino, que con la intervención colonialista se demonizó”.
El descubrimiento de esos nuevos horizontes en los que se fue adentrando en La Habana y en el arte, la hicieron reparar en algo en lo que en Madruga, su pueblo natal con tradición africana, no existía: el racismo. A Afrik3 le empezó a pasar con frecuencia que estaba reunida con amigos y la gente pensaba que ella, por cómo vestía, no era cubana. Entonces si venía la policía, a sus amigos negros le pedían sus documentos de identificación en la vía pública en señal de que podían ser potenciales delincuentes. A ella la exoneraban del trámite. En bares, discotecas o fiestas, la gente se le acercaba con la intención de “jinetearle”, el término que se utiliza en Cuba en la calle para la prostitución y el proxenetismo.
Esas escenas incómodas le despertaron la necesidad de volverse una activista racial. Condenar esas prácticas desagradables, más allá de escribirlas en un poema o rapearlas en una canción, pasó a ser su prioridad. Se fue entonces a Cayo hueso, un barrio pobre de Centro Habana, y fundó “Puentes de Sol”, un proyecto para enseñarles a niños de primaria a incursionar en el Spoken Word a través de un taller teórico que trabajaba la expresión corporal y la creación literaria. El espacio se basaba en una sola idea: sean libres con su cuerpo y jueguen con la poesía. Casi todos los niños eran negros. Niños que tenían como costumbre merodear el Callejón de Hamel, un sitio afroturístico, para pedirle dinero o lo que fuese a los extranjeros. Amén de intentar darles herramientas artísticas a esos niños para que salieran de sus vidas calamitosas, lo que Afrik3 verdaderamente pretendía era inyectarles con el Spoken Word una dosis de emancipación.
“El miedo que tiene la gente a expresarse, a luchar por una causa, la gente negra lo tiene triple en Cuba. Porque tienen miedo a perder, porque históricamente nos han puesto a perder y les han metido en la cabeza que deben su existencia a la Revolución y, por tanto, deben asumir una posición de agradecimiento y de silencio como si no fueran parte de la cultura, del país. Todo el tiempo hay un pensamiento colonizador en el comportamiento del gobierno”, dice Afrik3 Reina.
Luis Manuel Otero quiso celebrarle en abril de 2021 el cumpleaños a un niño pobre del barrio de San Isidro. Ese niño es como su hijo adoptivo porque no tiene padre y su madre tiene tres hijos más a los que logra mantener con un esfuerzo encomiable. Al artista se le ocurrió que, tomando ya como motivo el cumpleaños del niño, el Movimiento San Isidro podía aprovechar la ocasión para hacer un cumpleaños colectivo en el barrio y regalarle golosinas, libros de cuentos, crayolas y juguetes al resto de los niños del vecindario, que en su mayoría no tienen cómo acceder a esas cosas.
Tres días antes del cumpleaños, los medios de comunicación oficiales cubanos comenzaron una campaña mediática, a partir de que la Seguridad del Estado interviniera de manera ilegal las comunicaciones de los integrantes del Movimiento San Isidro, para sembrar la matriz de opinión en la población de que “los artistas mercenarios” pretendían apoderarse del 4 de abril, fecha que en la isla se celebra el día de los pioneros. Además aseveraron que todos los juguetes y dulces que regalarían a los niños del barrio habían sido comprados con dinero de organizaciones norteamericanas que buscan “derrocar a la Revolución”.
Antes que llegara la fecha, el régimen decidió organizar una feria popular en San Isidro para “demostrar su preocupación por los que ahí viven”. Luis Manuel Otero salió a transmitir en vivo en Facebook el performance del gobierno cubano. Solo se detuvo delante de un estante de libros y varios agentes lo atacaron por la espalda y se lo llevaron esposado. Su casa quedó abierta y fueron unos vecinos quienes tuvieron que cerrarla. Minutos después de la detención arbitraria, Afrik3 Reina llegó al barrio y retomó la trasmisión de Otero. En las imágenes se ven a todos los niños del barrio en las puertas de sus casas acompañados de sus padres mirando a niños desconocidos que jugaban y comían en la calle. Los niños desconocidos eran los hijos de los agentes de la Seguridad del Estado que los acompañaban como parte del circo. Luis Manuel estuvo casi un día entero detenido en un calabozo.
Cuando llegó el día del cumpleaños colectivo, las inmediaciones de la sede del Movimiento San Isidro estaban militarizadas. Agentes vestidos de civil impedían que los niños del barrio llegaran a casa de Luis Manuel. Sabiendo que el régimen no iba a permitir que llevaran a cabo el cumpleaños, el artista y un payaso salieron con jabas de caramelos y libros para al menos tirárselos desde lejos y por encima del cerco a los niños. Los agentes cargaron por los aires a Otero y al payaso y se los llevaron detenidos a una unidad policial.
El resto de los integrantes del movimiento decidió de manera clandestina hacer llegar todo lo que tenían preparado a los niños del barrio, pero la Seguridad del Estado fue casa por casa y decomisó todas las “mercenarias” golosinas, libros y juguetes.
A partir de ese día, la Seguridad del Estado dejó militarizado el barrio de San Isidro, pues se avecinaba el octavo congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) -único partido admitido por ley en el país- donde Miguel Díaz-Canel relevó a Raúl Castro como el número uno del régimen. Una sucesión teórica, pues el propio Díaz-Canel en su primer discurso como primer secretario del PCC reconoció que le iba a consultar a Castro todas las principales estrategias del país.
Veinte y dos días consecutivos estuvo sitiada la sede del Movimiento San Isidro. Todo ese tiempo, la única compañía que tuvo Luis Manuel Otero en su casa fue Afrik3 Reina. “Iba todos los días a verlo. Él tenía un desgaste significativo. Anímicamente estaba quebrado, él necesita de la interacción, estar en la calle. Al principio lo canalizó en el arte y pudo crear algunas obras, pero ya luego no pudo seguir. Entonces me dijo que era el momento del garrote vil, una obra que tenía en mente desde hace mucho tiempo”, cuenta Afrik3.
La obra consistía en estar sentado en un garrote vil ocho horas diarias durante cinco días para exhortar al régimen cubano que llegara al lugar a terminar de ajusticiar definitivamente al artista. Durante esos días las puertas y ventanas de la casa se iban a mantener abiertas en una señal de invitación. La obra transcurriría justo en los días en los que se celebraba el congreso del PCC.
“Era el primer día del congreso y el primer día de la obra. Después que terminamos el performance, pusimos música para relajar. Los agentes que nos tenían rodeados pusieron un bafle con música política altísima desde la esquina. Luis salió a la calle y empezó a bailar con la música de ellos. Cuando entró, dos oficiales fueron a la casa en plan conciliador para saber si ya habíamos terminado o íbamos a seguir con la obra ese día. Se van y yo me pongo a cocinar. Luis siguió en la puerta vigilándolos porque olía que iba a pasar algo. De pronto veo a Luis correr hacia adentro a buscar su teléfono y supe que venían por nosotros”, cuenta Afrik3.
Solo para inmovilizar a Luis Manuel Otero entraron siete agentes que lo golpearon hasta tenerlo en el piso con las manos detrás y esposadas. Encima de Afrik3 Reina fueron dos mujeres y un hombre que la vio tratando de filmar la escena y le arrancó su teléfono de sus manos jorobándole la muñeca y uno de sus dedos. A ambos artistas los sacaron esposados, sin mascarillas y descalzos. Afuera los montaron en patrullas policiales separadas mientras una multitud de agentes de vestidos de civil gritaba a toda garganta las consignas de siempre: ¡Viva la Revolución! ¡Viva Fidel! ¡Patria o Muerte! El fogón de la casa se quedó prendido con la cazuela de pollo con vegetales que estaba cocinando Afrik3.
A Afrik3 la trasladaron a la unidad policial del municipio Cerro. Descalza y sin mascarillas la colocaron en un salón apagado. Al rato, un policía prendió la luz, la saludó y se sentó a unos metros de ella a leer una libreta. Descubrió que la pared estaba adornada con cuadros que portaban los rostros de los hermanos Castros y el resto de la cúpula militar del país. Al salón siguieron entrando policías que la seguían saludando como si la conocieran y que la miraban con cara de irresponsable por no llevar mascarilla. Hasta que entró el jefe de la unidad y la sacó de aquella reunión policial que estaba por comenzar donde ella no pintaba nada.
“Me sentaron varias horas sola en un pasillo. Las tres veces que he estado en esa estación, lo mínimo que he estado son ocho horas y nunca me han preguntado si quiero ir al baño. Después me llevaron a interrogatorio. Había dos cámaras y un micrófono. Me trajeron mi teléfono para que les diera la contraseña y me negué. Empezaron, como siempre, a amenazarme con mi hijo. De allí me llevaron hasta mi casa en condición de prisión domiciliaria. Como si yo fuera Bin Laden, me trasladaron en una patrulla que a su vez custodiaban tres motos. Se quedaron debajo del balcón ocho días vigilándome”, dice.
Al otro día, Luis Manuel Otero, a quien también habían liberado, le contó por teléfono que se habían llevado de la sede del Movimiento San Isidro todas las obras que había creado durante los días de encierro. Además, la cocina estaba carbonizada porque la cazuela con el pollo cogió fuego y de milagro la casa entera no se incendió. Y, por ello, comenzaría a salir a la calle para reclamar la devolución de sus obras.
Pero cada vez que Luis Manuel intentó poner un pie fuera de su vivienda, los agentes que custodiaban sus inmediaciones, lo apresaron. La situación se volvió un loop por casi una semana: el artista salía de su hogar, era detenido y luego liberado casi un día después. Hasta que el líder del Movimiento San Isidro decidió emprender una nueva huelga de hambre y sed que llegó hasta los siete días.
Como mismo ocurrió la vez anterior, la Seguridad del Estado irrumpió en su domicilio y se llevó al artista por la fuerza hacia un hospital donde lo mantuvieron incomunicado y apresado un mes.
“Lloro cada vez que tengo que irme de un lugar a otro. Cuando el niño me ve así, me pasa la mano por la cara y me sonríe. Con alegría, él siempre le dice adiós a cada casa que dejamos, a los vecinos, como queriéndome decir: la casa verdadera somos nosotros dos, no esa. Tiene tres años y no habla. Eso tiene que ver con todo lo que hemos vivido”, confiesa Afrik3 a la espera del crowdfunding que sus amigos gestaron para ayudarla desde el exilio.
Ahora su pelea se centra en intentar sacar a sus amigos de prisión. Meses después que a Luis Manuel Otero le dieran el “alta médica” del hospital en el que estuvo encerrado forzosamente, en Cuba estallaron unas protestas sociales donde miles de ciudadanos en sesenta y dos lugares del país salieron a las calles a pedir el fin de la dictadura. El régimen respondió con violencia y dejó un saldo de alrededor mil personas encarceladas. Entre ellas se encuentra Luis Manuel. Antes del estallido, el rapero Maykel Osorbo había sido apresado mientras almorzaba en su casa. También el comunicador Esteban Rodríguez fue detenido en una sentada pacífica. Los tres miembros del Movimiento San Isidro están en prisiones de máxima seguridad por la sencilla razón de exigir sus derechos en un país donde la libertad individual es una quimera.
La última de las obras de Afrik3 Reina son unos videos arte en los que le canta a sus deidades yorubas pidiéndole piedad por Cuba. Los cantos son un rezo por los presos políticos, un llamado a la compasión, a la paz entre los cubanos. La serie se titula “Manos de bruja” y sobre uno de ellos dice Afrik3: “La magia no es posible frenarla, la luz no se tapa, la palabra no se ata, y el universo es cómplice fiel de lo próspero y justo siempre”.