Y es que damos por hecho que el horror se ha implantado, como si fuera algo novedoso, en Afganistán o en Medio Oriente y que Estados Unidos ha cometido el peor de todos sus errores: retirarse. Una retirada que pone fin al conflicto iniciado en 2002 tras los ataques terroristas del 11-S, pero que además permite hacer reflexiones muy claras sobre lo que ha comenzado en Afganistán, permitiendo incluso una admisión colectiva de culpas sobre la actuación de Occidente en el Medio Oriente y que cuestiona por qué se aplazó durante tantos años una retirada que era casi desde el principio inevitable porque la invasión a Afganistán no iba a ofrecer mejores escenarios (en ningún caso) que los que permitieron que ocurrieran los atentados terroristas que EEUU quiso vengar. Ni Bush, ni Obama ni Trump, menos el recién llegado Biden, lograron ofrecer un resultado distinto tras la invasión de 2002. No valió ser el ejército más poderoso del mundo ni contar con todos los aliados internacionales en el campo de batalla. El regreso de los talibanes era inevitable. Por eso Trump no dudo en pactar con el líder talibán la retirada en este agosto de 2021.
Mientras Kabul caía en muchos países de medio oriente, como Irán, seguían lapidando mujeres por no usar el burka o se asesinaban minorías bajo la sinrazón de una religión llevada al extremo. Antes y ahora ha sido así. Y así ocurre en el otro lado, en el verdadero patio trasero, donde regímenes obsoletos se mantienen aun con vida: Nicaragua, Cuba y Venezuela. Así que el escandalo en mejor moderarlo.
Lo primero que puede decirse entonces es que la tan criticada decisión de Joe Biden tras la caída de Kabul no es sino la confirmación del muy desastroso manejo que a lo largo del tiempo ha hecho Estados Unidos en la política internacional, casos hay a montón como Vietnan (1973), Libano (1984), Siria, Libia y el temible ejemplo de Irak. Hay que poner en la balanza la actitud de Biden y otorgar razón y condena a partes iguales. Afganistán era un caso perdido. La milmillonaria y escandalosa inversión financiera que hizo EEUU a lo largo de estos casi veinte años (US$778.000 millones de dólares) fue en valde, pues como el propio Biden afirmó no había sentido en seguir luchando por aquello en lo que el propio pueblo no luchará y por eso confirmó la decisión que Donald Trump había tomado. El avance del talibán fue indetenible, esto con un teatro de operaciones militares gigantesco y con todos los jugueticos de los que EEUU puede presumir en su rol de policía del mundo. Entonces, con Trump o con Biden la retirada iba a ocurrir. La diferencia entre ambos era el manejo de la crisis y de cómo sacarían todos sus efectivos militares y los pertrechos bélicos de Afganistán. Solo eso.
A un mal como Al Qaeda, al que EEUU armó, financió y entrenó en 1980 para enfrentar a la entonces Unión Soviética, le siguió el Estado Islámico con su fuerte ofensiva en estos años en Irak y Siria, más los atentados en Europa. Son los mismos. Sí, es el mismo monstruo que Estados Unidos usó como marioneta para repeler a los rusos vendiendo la idea de apoyar que sus tierras ocupadas por el insolente extranjero fuesen liberadas, para así proteger el modo de vida tribal de los afganos y pudiesen vivir la religión en su expresión más radical.
Así que la caída de Kabul viene a cerrar otro ciclo del desastroso manejo internacional de EEUU y del cual ellos mismos son víctima. Biden, en este sentido, es el mejor ejemplo. Pero es bueno recordar que este conflicto en Afganistán y la crisis que a continuación ocurrirá por el cambio de modelo que implantarán los talibanes a cualquier precio, con el apoyo de Rusia, China y Turquía, no es la expresión máxima del horror islámico ni de esa anacrónica interpretación de Dios que lo convierte en una entidad de venganza, odio y muerte.
No será más ya la fuerza militar lo que enaltecerá a Estados Unidos. Su liderazgo global no es exclusivo y ahora, en el terreno internacional, le toca lidiar con China, con Rusia y con Turquía que vienen demostrando más capacidad de poder en conflictos en los que EEUU parece no acertar. Estas tres potencias no permitirán que el talibán signifique un régimen de atrocidades porque principalmente no les conviene que Afganistán se convierta en un foco perturbador para el equilibrio que ellos mismos están construyendo, sobre todo a China que hoy controla cómodamente Asia Central y Oriental.
Vendrá el reconocimiento al régimen talibán a nivel mundial. Reconocimiento que el propio Trump inició al pactar la retirada y eso no será el fin del mundo. Los cambios geopolíticos que sufre el mundo son un trance irreversible. Washington cae abatida por sus propios e insistentes errores. Y lo que queda es hacer efectiva la denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos que comenten decenas de países bajo la bandera extremista islámica y que comparten muy buenas relaciones comerciales y diplomáticas con EEUU y casi todo Occidente de forma complaciente.
Solo el reforzamiento del Estado de Derecho internacional, efectivos sistemas de inteligencia militar y una diplomacia inteligente pueden aislar al terror que siempre ha estado presente y seguirá presente en todas partes del mundo. El próximo año en Qatar veremos la Copa de la FIFA, Arabia Saudí seguirá siendo el gran proveedor de petróleo del mundo, Turquía continuará siendo la puerta entre Occidente y Oriente, mientras China y Rusia avanzan en los vacíos que por voluntad propia la potencia menguada del Norte deja. Cada vez menos será que la fuerza militar invada países para enfrentar el horror sembrando más horror. El mundo cambió para siempre.