Es bien sabido, por lo que se sufre en Venezuela, que Nicolás Maduro pasa por encima de las leyes mientras usurpa los poderes públicos. Se cree estar en condición de no someterse a ningún código legal, por eso abusa constantemente de su superioridad, haciendo uso de esa fuerza bruta para aplastar a quienes luzcan como disidentes ante sus designios. Sin embargo, hay que admitir, que ese poder absoluto no opera en el caso venezolano en donde Maduro tiene que compartirlo con otros socios, de allí que no estamos equivocados afirmando que en nuestro país funciona una peligrosísima corporación criminal a la que bien le encaja la aplicación de La Convención de Palermo.
Cuando uno desmenuza, nombre por nombre, las personas que ocupan las instituciones secuestradas en Venezuela, puede perfectamente hacer la distinción entre los que son piezas de Maduro y los que están adscritos al clan de Cabello, al de los hermanitos Rodríguez o las misceláneas que le conceden a Tarek El Aissami. Por eso también se puede hablar de una mafia, la Cosa Nostra vernácula o de La Garduña criolla, porque así se mueven esos socios cuando se reúnen secretamente en Miraflores, en el Fuerte Tiuna o en cualquiera de esos escondites que tienen habilitados como guaridas. En esos enclaves deciden a quien ejecutar mediante sentencia dictada por el TSJ, sin pruebas, pero con expedientes urdidos con la basura que mascullan entre risotadas, gozando, mientras van acordando las masacres políticas que ponen en marcha. También es en esos cenáculos en donde resuelven a quienes inhabilitan por intermedio del Contralor de marras o desde la Fiscalía de facto.
Por eso es que cuando escuchamos a Maduro hablar de Jesucristo, elevando oraciones a Dios, clamando por la paz, no podemos dejar de ver en ese saco de carnes y huesos al mismísimo impostor. Ese personaje que es capaz de sacar sus dotes histriónicas para, entre lágrimas, invocar al Papa Francisco, rogar por una entrevista en el Vaticano, cuando segundos antes había instruido a sus secuaces proseguir torturando a los militares que tiene secuestrados en los calabozos de la Dirección de Inteligencia Militar. Así es La naturaleza de Maduro, siniestro personaje formado para aparentar la verdad que nada tiene que ver con sus desafueros. Por eso un dia lanza florituras a los prelados de la iglesia católica y posteriormente los califica de “bicharracos con sotanas”.
La naturaleza de esos dictadores los convierte en mentirosos compulsivos, por eso no se les mueve un solo músculo de la cara cuando ofrecen lo que saben que no van a cumplir, y si no recordemos las promesas de construir el segundo puente sobre el Lago de Maracaibo con una inversión de mas de 2 mil millones de dólares o la oferta, jurando ante a la virgen María, de que otro puente cruzaría el Orinoco, después de invertir en ese proyecto mas de 2.500 millones de dólares. Las obras no existen, pero el dinero convirtió en millonarios a los asaltantes que se llevaron esos reales.
Son tan crueles que engañan a sus propios seguidores, sino miremos como “dejaron con los crespos hechos” a los militantes del PSUV que eligieron, en primarias, a sus candidatos en Apure, Monagas, Trujillo, y Aragua, por ejemplo, y horas después les cayeron en paracaídas los abanderados elegidos por la mafia.
@alcaldeledezma