En los últimos días fueron liberados (no excarcelados porque no son delincuentes) dos presos políticos, Yovanny Salazar y Gilberto Sojo, pero quedan decenas tras las rejas, algunos con graves problemas de salud, y lo que es peor, todos inocentes.
Y entonces, el mandatario chavista se encarga de decir públicamente a un inefable periodista y compañero de partido por Venezolana de Televisión: “No va a haber impunidad, ni en México ni en Marte. Va a haber justicia severa, por todo el daño que se le hizo (sic) a las familias venezolanas. Yo sueño con el día en que haya justicia, que todos estos delincuentes paguen por lo que le hicieron a Venezuela”.
No pueden decir que esta entrevista fue improvisada, que surgió en un momento espontáneo, que lo agarraron fuera de base y, como decía aquel personaje mexicano (precisamente), se le “chispoteó”. Es lo que lleva haciendo desde 2013, y lo que es más, lo que hizo su antecesor, el creador de la pesadilla: perseguir a todo el que se le opone y culparlo de eso que los chavistas a la ligera llaman “traición a la patria”.
Entonces ¿de qué paz habla? ¿Cuál es la estrategia? ¿Para qué mandó una delegación a México? ¿Para quedarse en Caracas y llamar imbéciles a los opositores y amenazarlos con la cárcel? Si le preocupara tanto el bienestar de los venezolanos como el cutis de Juan Guaidó, otro gallo cantaría. Sus insultos caen en saco roto, no así las penurias de la población a la que creen ayudar con el bono Diálogo por la Paz que comenzaron a entregar por el sistema Patria y que equivale a la fabulosa suma de 1 dólar.
Otra cosa que al parecer olvida es que lo que realmente no va a quedar impune es cómo él y toda su gente han dilapidado millones y millones de bolívares -mejor hablemos de dólares, porque la moneda nacional la pulverizaron- durante más de 20 años; o los que han jugado con la necesidad de la gente y los han dejado sin socorro. Pero muchos de esos delitos son clasificados de lesa humanidad y no prescriben, y para eso sí habrá tiempo y justicia.
En lo que se debe insistir es que estas reuniones en México no pueden ser solo para sentarse a tomar café y verse las caras, sino como bien han dicho muchos altos funcionarios de gobiernos amigos de Venezuela, la más reciente la vicepresidenta y canciller de Colombia: “Tenemos que ser muy claros en que si el objetivo de la negociación es un diálogo, eso no va a conducir realmente a un cambio profundo”, que es lo que requiere el país para solucionar sus problemas.
Si los países aliados como el vecino y Estados Unidos están claros en este objetivo, ¿por qué desviarnos del camino?
Este artículo fue publicado originalmente en El Nacional el 6 de septiembre de 2021