Cada invierno, los cuerpecillos de miles de pájaros marinos naufragan en las playas de Estados Unidos o Europa, ahogados tras una exhaustiva lucha contra los violentos ciclones, un ciclo natural que un reciente estudio acaba de desentrañar.
Cada año los frailecillos, los mergulos atlánticos y los araos abandonan sus nidos en la zona ártica para desplazarse más al sur, a las costa de Terranova, Islandia o Noruega.
Las condiciones son más clementes, las temperaturas más altas y hay más comida. Pero esas zonas se encuentran también en la trayectoria de ciclones de gran intensidad, que pueden durar días.
“Sospechábamos que esas tempestades matan a los pájaros. Pero era un misterio saber dónde y cómo”, explicó a la AFP David Grémillet, del Centro de Investigaciones Científicas (CNRS) francés, que coordinó el estudio publicado el martes en Current Biology.
Para llevar a cabo la investigación, un importante equipo internacional decidió seguir el rastro de cinco especies, surgidas de 39 colonias, representantes de la comunidad de pájaros del Atlántico Norte: los frailecillos, los mergulos atlánticos, las gaviotas tridáctilas y dos especies de araos.
Los científicos equiparon a más de 1.500 ejemplares de esas especies con gelolocalizadores electrónicos GLS (“global location sensor”), colocados en sus patas, en diferentes sitios de nidificación durante el verano, antes de su migración invernal.
Esos aparatos son más ligeros y menos precisos que los GPS de navegación, pero son suficientes para dar la latitud y la longitud del ave durante su vuelo.
Los científicos logran recuperar la mayoría de esas balizas al verano siguiente, cuando esos pájaros regresan a sus nidos.
Durante una década, esos aparatos permitieron estudiar la trayectoria de los pájaros. Y combinar los datos de esas trayectorias con las grandes depresiones atmósfericas de los inviernos en el hemisferio norte.
Un modelo matemático creado específicamente para medir el gasto energético ante las condiciones metereológicas ha descubierto sin embargo algo inesperado: los pájaros no consumen más fuerzas cuando llegan los ciclones.
No mueren de frío ni de cansancio. “La hipótesis es que las condiciones metereológicas son tan espantosas que no llegan a alimentarse”, sugiere David Grémillet.
“Hay que imaginarse vientos de hasta 120 km/hora, olas de ocho metros, turbulencias en la columna de agua que perturban el pláncton y los bancos de peces con los que se alimentan… Los pájaros se ven atrapados en una lavadora gigantesca”, describe este oceanógrafo.
Como no pueden escapar, tienen que capear como pueden el temporal. Sin poder sumergirse en el mar para pescar.
Esos pájaros tienen muy poca reservas de grasa. Un mergulo atlántico “muere si no come en 48 horas”, explica.
Lo que explica la escualidez de sus cuerpos cuando llegan a las playas.
“Es importante comprender los peligros que amenazan a los pájaros marinos”, estima Manon Clairbaux, otra investigadora. Entre otras razones porque su población mundial ha disminuido la mitad desde los años 1970.
AFP