¿Qué recuerdas del escándalo de Mónica Lewinsky que llevó a juicio al presidente Bill Clinton?

¿Qué recuerdas del escándalo de Mónica Lewinsky que llevó a juicio al presidente Bill Clinton?

 

 

 

El expresidente recuerda lo que le llevó cometer una infidelidad, cómo se lo contó a su mujer y las consecuencias que tuvo para la pareja.

Por esquire.com

El ex presidente norteamericano Bill Clinton, de 74 años, se vio salpicado en 1998 por un escándalo sexual con Monica Lewinsky, una de las becarias de la Casa Blanca. Clinton tenía 49 años y Monica, 22, y tuvo tal repercusión que el ex presidente fue sometido por la Cámara de Representantes a un juicio político por perjurio del que fue absuelto. Lewinsky primero negó los hechos pero posteriormente confesó que llegó a tener relaciones sexuales con Clinton hasta en nueve ocasiones entre 1995 y 1997 y la reacción de los medios de comunicación hicieron que Lewinsky se sintiera “la mujer más humillada del mundo”.

Han pasado 23 años del escándalo con Mónica Lewinsky, el caso en el que ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, terminó admitiendo en la televisión pública estadounidense que había tenido una relación inapropiada con una becaria no remunerada de la Casa Blanca a lo largo de dos años. Los que habíamos abandonado la adolescencia en 1998 recordamos que, al principio, Clinton negó la mayor y recordamos también que Lewinsky salió durante el juicio en un reportaje fotográfico en una revista emulando a Marilyn Monroe, algo que no le sentó muy bien al tribunal que estaba llevando el caso (quería ser un reportaje picante, pero ella tenía la tristeza lánguida de Laura Palmer en Twin Peaks, un exquisito cadáver)… y poco más. Bueno, eso y que había una mancha de fluidos seminales del presidente de por medio en una prenda de la becaria que fue determinante en el juicio. Porque, la verdad, no recordamos mucho más. Y hay mucho más. Con información de esquire.com.

Sabemos que afectó a la carrera política de Bill Clinton, queremos recordar el argumento de Primary Colors, la peli de John Travolta (inspirada en un libro de ficción de un periodista que había seguido a Clinton de cerca) en la que da vida a un sosías, un doppelgänger de Bill Clinton, y nos acordamos vagamente de que antes de Lewinsky, al menos, hubo otra mujer que fue acosada por el ex-presidente… y poco más. ¿Qué es exactamente lo que recuerdas tú?

Te decíamos lo de hacerte esa pregunta porque no nos acordamos de que Lewinsky tenía 21 años cuando se produjo el acoso, como tampoco recordamos que donde entró a trabajar como becaria era en la oficina del Jefe de Gabinete del presidente Bill Clinton, Leon Panetta, lo que no es cualquier oficina, ni tampoco cualquier puesto de becario. Tampoco nos acordábamos de que la enchufaron. Me juego lo que quieras, también, a que no recordabas que eran prácticas no remuneradas. Tampoco recordarás que todo ocurrió en junio de 1995, pero que no trascendió hasta 1998, tres años después. Y tampoco que Lewinsky dejó su puesto de becaria para empezar a trabajar en la oficina de Asuntos Públicos del Pentágono.

Lewinsky firmó una declaración jurada en enero de 1998 durante la causa abierta por Paula Jones a Bill Clinton por un presunto caso de acoso sexual que se remontaba a 1994, cuando Clinton todavía era senador de Arkansas (antes había sido gobernador del Estado) en la que negaba rotundamente (y, ojo, por escrito) que no había mantenido ningún tipo de relación con el presidente. Alguien había hecho una llamada anónima a los abogados del caso para contarles la relación de Lewinsky y Clinton. A los abogados de Jones les habría venido de perlas que Lewinsky hubiera declarado a su favor porque les habría ayudado a demostrar que habría un patrón de acoso sexual.

¿Te suena aunque solo sea vagamente el nombre de Kenneth Starr? Era un abogado de la Oficina de Consejeros Independientes designado por el propio Bill Clinton que había estado investigando las irregularidades de la empresa Whitewater, un negocio inmobiliario de Arkansas con varias causas abiertas en la que habían estado involucrados los Clinton. Pues bien, resulta que después de que Lewinsky asegurara a los abogados de Jones que no estaba ni había estado nunca con Clinton, Star va y recibe más de 20 horas de grabaciones de conversaciones telefónicas que contradicen la declaración jurada de la presuntamente perjura Mónica. Las cintas se las pasó Linda Tripp, quien se había hecho amiga íntima de Lewinsky en 1996 mientras ambas trabajaban en el Pentágono.

 

GETTY IMAGES

 

Starr pone al FBI a trabajar. El FBI contacta con Tripp. Tripp consigue que Lewinsky le hable más sobre su relación con Clinton, sin saber, obviamente que han entrado en juego los federales. En este momento Linda es todavía su amiga. Con toda la información que consigue Starr siembra una duda razonable a un juez de la corte de apelaciones que accede a que investigue si Lewinsky mintió en el caso de Jones. Tripp le cuenta a los abogados de Jones todos los pormenores del romance de Lewinsky con el presidente.

¿Te suena el Informe Drudge? Matt Drudge, un popular bloguero político -¿el primer bloguero importante de la Historia?- publica en su newsletter Drudge Report que la revista Newsweek tiene información sobre un escándalo que vincula al presidente con una becaria de la Casa Blanca llamada Mónica Lewinsky. La revista no había publicado nada (todavía), pero tenía la información. Clinton declara durante la causa abierta por el caso Jones que es mentira.

Mónica Lewinsky, el Drudge Report y la famosa “prensa con restos de semen”
Y ahora viene lo que todos recordamos: que había una prenda con resto de semen del presidente. Unos días después de enviar su newsletter, Matt Drudge le da la puntilla a Clinton: publica que Mónica Lewinsky ha conservado una prenda con semen seco (esto, la verdad, sobraba) de Clinton, lo que demostraba que había una relación. En ese momento los medios de comunicación se hacen eco de la noticia. El FBI investiga, pero no encuentra ninguna evidencia de ADN de Clinton, ni, para el caso, de nadie que no sea Lewinsky, en la ropa de Mónica.

Y es entonces cuando sale por primera vez en televisión Bill Clinton para hablar sobre el caso. El 26 de enero de 1998, Clinton pronunció la frase que se quedó grabada en la mente de los estadounidenses (siempre he querido escribir esa expresión manida, tú déjame): “No tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky”. La Primera Dama, Hillary Clinton, estaba a su lado.

Por si esa declaración pública no fuera suficiente, a la mañana siguiente, la mañana del 27 de enero, Hillary apareció en The Today Show y aseguró que todo era una conspiración de la derecha. Su aparición, a corto plazo, habría sido contundente si no fuera porque ese mismo día, sí ese mismo día, salió un ex-novio de Lewinsky, un tal Andy Bleiler (si tú te acuerdas de esto, es para nota), diciendo que Mónica le había contado durante su relación que había llegado a tener sexo oral (bueno, ya sabes cómo son los estadounidenses con esto del lenguaje) con el presidente. Lo más curioso de todo fue que este tipo es el que tiene el dudoso mérito de inventarse el concepto de “rodilleras presidenciales”, una idea que acuñó con su esposa años después de dejar su relación con Lewinsky.

En esos días, los abogados de Paula Jones (que no se te olvide que ese caso seguía abierto), trataron por todos los medios de que el escándalo Lewinsky entrara dentro de su causa. Una juez (Susan Webber) se negó.

El 6 de febrero Clinton dice en una rueda de prensa que no renunciará a su cargo.

Y ahora entra en juego la madre de Lewinsky. El 10 de febrero declara ante el jurado del caso Jones. Starr sospecha que Marcia Lewis está obligando a Lewinsky a mentir le hace una particular oferta: si le entrega el famoso vestido con restos de semen, su hija tendrá inmunidad total. Lewinsky le entrega la ropa manchada de semen al equipo de Starr. La soga se va cerrando en torno al cuello de Clinton.

Más aún cuando al día siguiente un agente (retirado) del Servicio Secreto, Lewis C. Fox, reconoce al The Washington Post que vio “solos y juntos” al presidente y la becaria.

Nosotros, la verdad, es que quitando lo del traje no recordábamos mucho. Y nos jugamos, otra vez, lo que quieras a que no te acuerdas de Kathleen Willey. Donante de la campaña presidencial de Clinton en 1992, le cuenta al todopoderoso programa de la CBS 60 Minutes que Clinton “la tocó en la Oficina Oval en 1993”. Una ex Miss América también afirma esos días que Clinton se le insinuó de forma inapropiada.

Acorralado, el presidente Clinton trata de invocar el privilegio presidencial que evita que sus principales asesores puedan testificar sobre conversaciones privadas que tuvieron con él. En una rueda de prensa suelta dos perlas: “Realmente creo que es importante para mí no decir nada más acerca de esto” y “creo que soy la última persona que necesita tener una conversación nacional sobre esto”. Toma retórica noventera.

El 1 de abril la juez desestima la demanda de acoso sexual de Paula Jones por falta de pruebas. Paula Jones apelará meses después, pero Clinton quiere ver aquí una señal de que se va a acabar la tormenta.

El 5 de mayo de 1998 el abogado de Lewinsky, William Ginsburg, anuncia en una multitudinaria rueda de prensa que el fotógrafo Herb Ritts ha inmortalizado a su cliente para la revista Vanity Fair. Ginsburg dice a los periodistas que confía en que este reportaje ayude a la autoestima de su cliente. Nadie ve con buenos ojos este movimiento de Lewinsky, y pasa a convertirse en una de las imágenes que recordará (recordaremos) el gran público. Ginsburg no la estaba asesorando bien.

Un juez decide que los agentes del Servicio Secreto deben testificar ante el gran jurado en el caso Lewinsky. Aquí no llega el privilegio presidencial. Clinton desiste de mantener su privilegio, Lewinsky despide a Ginsburg y contrata nuevos abogados, Jacob Stein y Plato Cacheris. Los dos le dejan claro a Starr que su cliente nunca se declararía culpable de perjurio (recuerda: de haber firmado una declaración en la que negaba haber tenido una relación con Clinton). El juez que instruye el caso cita a declarar a un agente del Servicio Secreto, a la secretaria personal de Clinton, Betty Currie, y, el 17 de julio de 2018, Clinton recibirá su propia citación. En esos días, Lewinsky consigue oficialmente un acuerdo de inmunidad firmado por el propio Starr. Sí, no fue algo inmediato una vez le entregó la ropa (un vestido azul) con restos de ADN.

 

 

El 3 de agosto se toma una muestra de sangre de Clinton para la prueba de ADN.

Empieza el juicio. Primero testifica ante el gran jurado Mónica Lewinsky. Lo hace un 6 de agosto. El 17 de agosto lo hace Clinton. Y lo hace a través de un circuito cerrado de televisión por motivos de seguridad. Es ahí donde admite por primera vez un “contacto íntimo inapropiado”, pero también declara que había facilitado pruebas durante el caso de Jones al respecto. Por la noche, ese mismo 17 de agosto, se dirige al público estadounidense:

 

 

Es en esta declaración pública donde dice: “Tuve una relación con la señorita Lewinsky que no era apropiada. De hecho, estuvo mal. […] fue un fallo por mi parte […] del que soy el único y completamente responsable”.

Una investigación que costó 52 millones de dólares
De la miscelánea del caso, está claro que nadie nos acordamos. Starr y su equipo prepararon para el Congreso de los Estados Unidos un informe de 445 páginas con toda la documentación que habían reunido sobre el caso. Ocupaba 36 cajas. Fueron cuatro años de una investigación que costó 52 millones de dólares y en la que se suponía que también entraban las irregularidades de la inmobiliaria Whitewater. Salvo que se nos había olvidado a estas alturas el caso Whitewater, lo de los números es más por presumir de trabajo de hemeroteca que por otra cosa.

NEW YORK DAILY NEWS ARCHIVE

 

El 11 de septiembre el Congreso hace público el Informe Starr. En los días siguientes, se publican videos del testimonio de Clinton en el juicio, así como transcripciones de Lewinsky y de su ¿amiga? Linda Tripp. En esos días empiezan a aparecer encuestas sobre la popularidad de Clinton. Resulta que una encuesta de Gallup apunta que la popularidad de Clinton como presidente está subiendo, pero también que un 36% de los estadounidenses cree que debería renunciar y un 31% está más que convencido de que debería acusado. Pero, ¿de qué debería ser acusado? ¿De acoso sexual? ¿De mentir bajo juramento? ¿Exactamente de qué? ¿Sabes de qué se le acusó exactamente? ¿Y qué tipo de juicio fue?

Ah, ¿y qué pasó con el caso de Paula Jones? ¿Porque te acuerdas de que había recurrido la decisión del primer juez, no? Clinton resolvió la apelación fuera de los tribunales, pagándole a Jones 850.000 dólares y sin admitir que hubiera cometido un delito de acoso.

Fue un juicio político, que podría haber derivado en la destitución del presidente de su cargo: el famoso impeachment que va a dar nombre a la serie de Ryan Murphy, una figura legal que permite imputar cargos a un presidente de Gobierno (Brasil y el Reino Unido también tienen este mismo mecanismo de control). La Cámara de Representantes decide si acusa a un presidente y luego el Senado -la cámara alta- actúa como jurado y decide si absuelve o condena. Se requiere una mayoría de dos tercios en el Senado para destituir al presidente de su cargo. Lo llamativo del caso es que 31 demócratas votan a favor de abrir una investigación. ¿A que de esto tampoco te acordabas?

A todo esto, en noviembre se celebraron elecciones en Estados Unidos, a mitad de la legislatura, y el partido de Clinton consiguió cinco escaños más en la Cámara y mantuvo la misma proporción de senadores que los republicanos. Mientras tanto las encuestas de los medios apuntaban que los estadounidenses no querían que el Congreso llevara a cabo un juicio político ni que Clinton renunciara al cargo.

El comité judicial de la Cámara tiene ya para mediados de diciembre la acusación definitiva que se dirimirá en el juicio político, de aprobarse: un delito de perjurio al gran jurado y otro delito de obstrucción a la justicia. También le había querido acusar de falsedades en sus declaraciones a la Cámara durante la vista pre-juicio y de “conducta censurable”, en general. Ninguna de estas dos acusaciones sigue adelante.

Mientras tanto en Irak… Mientras tanto, Saddam Hussein se niega a que los inspectos de armas de la ONU entren en el país y Clinton ordena ataques aéreos contra Irak. La votación de la Cámara de Representantes se retrasa unos días debido a este ataque estadounidense, hasta que el 19 de diciembre, la Cámara vota a favor del juicio.

El juicio político empezó el 7 de enero de 1999. 100 senadores sirven como jurados. El Presidente del Tribunal Supremo de la Corte Suprema actúa como juez. Dura poco. El 12 de febrero Clinton es absuelto de los dos cargos. Los votos quedan así: 55 en contra y 45 a favor del perjurio y 50-50 por obstrucción a la justicia.

 

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